lunes, 6 de noviembre de 2017

Vida, Pasión, Muerte ¿Y Resurección? De la Unidad opositora en Venezuela, @ChuoTorrealba



Por Jesús Chuo Torrealba, 05/12/2017

“Ya que nadie lo asume lo asumo yo. Soy el culpable de todo, me equivoqué, puse la torta por ingenuo, es decir, por pendejo. Perdón a todos”.  Este es el valiente mensaje que colocó en la red social Twitter el actor y director teatral Héctor Manrique,  a través de su cuenta @manriquehector, el pasado miércoles 18 de octubre de 2017. 


SUPERAR LA DEPRESIÓN, EVITAR LA DIVISIÓN, ENFRENTAR LA CONMOCIÓN

Queremos empezar estas líneas precisamente por ahí: Primero que nada, un reconocimiento y una humilde solicitud de disculpa. En nuestra columna del pasado domingo 15 de octubre (“15-O: ¡SIGAMOS SIENDO LA DIFERENCIA!”) incurrimos en el mismo error que la inmensa mayoría de los venezolanos, tanto opositores como oficialistas: Dimos por descontado la derrota del madurismo en las elecciones regionales y asumimos que lo único que estaba por determinarse era el tamaño de la victoria opositora.

Como ya se sabe, los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral pesuvista fueron muy diferentes a los esperados, y han detonado efectos muy graves y extendidos:  Depresión en la ciudadanía, profundización de la tendencia a la división en la oposición y el acostumbrado bullying oficialista, que cuando gana (aunque la supuesta victoria sea claramente fraudulenta) intenta convertir su “éxito” en una operación de búsqueda, captura y destrucción del adversario.

En consecuencia, a buscar instrumentos y razones para superar la depresión, evitar la división y enfrentar la conmoción, van dirigidas estas líneas:


EL DESASTRE DEL 15-O EMPEZÓ CON LA INDIGESTIÓN DEL 6D

En el plano individual, para superar la depresión hay que determinar primero su causa (¿impacto emocional, desequilibrio químico, ambos?). Lo mismo ocurre en el ámbito  colectivo: Para superar la depresión masiva, el luto generado por el 15-O, hay que comprender su origen.  Por eso lo primero que hay que decir es que la tragedia del 15 de Octubre no empezó ese mismo día, con cualquiera de los abusos del gobierno o de las torpezas de la oposición. No. El desastre del 15 de Octubre de 2017, como acertadamente lo calificó el poeta Leonardo Padrón, empezó mucho antes. Concretamente, empezó el 6 de diciembre de 2015…

Efectivamente, el 6D el campo democrático venezolano obtuvo la victoria más grande e importante de toda la historia político-electoral venezolana.Y la obtuvo en el marco de la estrategia democrática, electoral, constitucional y pacífica que se había trazado. La lógica indicaría que -tras un éxito tan contundente en esa ruta- la misma debía ser mantenida, y la MUD ha debido aprestarse a obtener éxitos similares y aun mayores en las citas planteadas:  Las elecciones regionales 2016, las municipales 2017 y las elecciones presidenciales 2018.  Una aproximación progresiva y segura al poder, en un cronograma electoral constitucionalmente establecido y cuya alteración, en aquel escenario, hubiese tenido un costo para entonces impagable por el régimen. 

Pero no fue eso lo que ocurrió. Indigestada por la victoria obtenida, se impuso en la oposición la idea de la “vía rápida”, que terminó siendo la más lenta de todas las vías. Buscándola, la MUD presenta al país el 8 de marzo de 2016 una “hoja de ruta” con cuatro alternativas: “Exigir la renuncia de Maduro, promover la aprobación de una enmienda constitucional para acortar su mandato y activar la convocatoria del Referendo Revocatorio”, sin descartar igualmente “la convocatoria de un proceso constituyente originario, si los tres caminos anteriores eran bloqueados”.  Allí, con esa declaración, los opositores venezolanos abandonamos la autopista constitucional regular para el cambio, ese camino en el que habíamos obtenido la victoria abrumadora del 6D, y nos metimos en los azarosos e intrincados vericuetos del “fast track”. Al final se comprobó el viejo refrán:  “La distancia más larga entre dos puntos es el atajo”.


¿CUÁNDO LA OPOSICIÓN SE QUEDÓ SIN POLÍTICA?

De las cuatro vías sugeridas en la declaración del 8 de marzo del 2016 fue el referendo revocatorio la que terminó “agarrando calle”, calle que –tras superar numerosos obstáculos- se estrelló contra la decisión del régimen de bloquear el RR. En efecto, el 20 de Octubre de 2016 el CNE “suspende” la recolección de las firmas del 20% del padrón electoral, único requisito legalmente previsto para la convocatoria del Revocatorio. Aunque ese escenario era muy previsible, el impulsor original del RR (el partido Primero Justicia, que además monopolizó su coordinación y ejecución), no tenía preparadas respuestas lógicas ni caminos alternativos, y se quedo literalmente “sin política”.

Y con ellos, el resto de la oposición. El 26 de Octubre de 2016, ante una multitud congregada en la autopista Francisco Fajardo de Caracas, dirigentes fundamentales de la Unidad en vez de plantear al país un nuevo rumbo de lucha le ofrecieron tres ocurrencias demagógicas: El “juicio al presidente” (que no existe en la Constitución), su destitución por “abandono del cargo” (¿alguien recuerda esa excentricidad tropical, y en que paró?) y la “marcha a Miraflores”, dejavú del 11 de Abril de 2002, vana pretensión de sustituir con una marcha, es decir, con una actividad, la ausencia de estrategia.

Las tres ocurrencias se disiparon en noviembre, mes en el que también colapsó la iniciativa de diálogo que se inició el 30 de octubre y finalizó el 6 de diciembre. Después de esa fecha la oposición se fue de vacaciones navideñas, pero la crisis se agudizó: El 17 de diciembre el país estalla por el irresponsable anuncio gubernamental de retirar de circulación los billetes de 100 bolívares. Cinco muertos y más de 300 negocios saqueados fue el saldo de esa revuelta popular espontanea. Ese pueblo indignado no tuvo dirección y peleó solo. La oposición terminó ese año sin atender los insistentes llamados del entonces Secretario Ejecutivo de la MUD sobre la necesidad de entregar al país un balance autocrítico de un 2016 al que entramos con el inmenso capital político de la victoria del 6D-2015, y salimos sin nada.  


PRIMER SEMESTRE 2017:  LA SALIDA PARTE 2

En 2017 en vez de presentar al país el balance solicitado por el Secretario Ejecutivo… los partidos de la MUD optaron por eliminar la Secretaría Ejecutiva. El 17 de Febrero de 2017 la MUD anuncia al país su más reciente “reestructuración”: Primero Justicia y Voluntad Popular promueven un nuevo organigrama en que la estructura de la Secretaría Ejecutiva de la alianza se diluye en tres “equipos de apoyo”, y la vocería deja de ser única y pasa a ser azarosa.

Lo que resta de febrero y todo el mes de marzo es consumido por el proceso de “validación” de partidos en el CNE, proceso que fractura la MUD prácticamente en la misma semana siguiente a su “reestructuración”, pues unos partidos deciden “validarse” y otros no. A finales de marzo el TSJ emite las sentencias 155 y 156 con las que ilegalmente despoja al parlamento de sus atribuciones constitucionales. La oposición, la Fiscal General de la República y la opinión pública internacional califican acertadamente ambas sentencias como “grave ruptura del orden constitucional”.  La MUD (¡Esa MUD, sin vocería única, sin dirección colectiva, sin hoja de ruta consensuada!) llama entonces a la calle para enfrentar lo que con justicia fue denominado “un golpe de estado perpetrado no con tanques sino con togas”…


Desde los primeros días de abril se desarrolló entonces un proceso de luchas de calle duramente reprimidas por el régimen.  La dirección de la MUD paso a ser ejercida “de facto” por pocos dirigentes de sólo dos organizaciones, Primero Justicia y Voluntad Popular.  El resto de los partidos se quejó frecuente y amargamente de que sólo se enteraban por las redes sociales de las actividades y convocatorias. La vocería paso a ser ejercida por un grupo de jóvenes diputados de esas dos organizaciones, grupo al que sólo esporádicamente pudieron incorporarse figuras como Delsa Solórzano y José Ignacio Guédez. Hubo convocatorias casi diarias para marchar de Altamira hacia el centro de Caracas, marchas que salvaje y rutinariamente fueron bloqueadas por la Guardia Nacional a la altura de Bello Monte, con un elevado saldo de muertos, heridos y presos.


Tras tres meses de convocatorias que no llegaban a su destino y casi un centenar de víctimas fatales a manos de la represión, la MUD convoca a un evento el día 3 de Julio en el Teatro Chacao: “Rebeldía ascendente”, “levantamiento nacional”, “hora cero”, fueron las expresiones que resumieron el documento allí leído, en medio de gritos de dirigentes y público pidiendo lanzar la “huelga general”.


Desgraciadamente, un llamado tan grave no estuvo acompañado de la organización y coherencia necesarias: El lunes 10 de julio el país ve asombrado el debate entre dirigentes de la oposición sobre si el “trancazo” de vías de ese día debía ser de dos o diez horas de duración. Un gobernador y ex candidato presidencial afirma entonces que “la gente debe protestar  donde quiera y cuanto quiera, porque la protesta no tiene dueño”, dando un espaldarazo a la anarquía que terminó siendo, junto a la represión desbocada, causa eficiente de la extinción de ese proceso de lucha.


Después de esto se convocó a la única jornada de protesta que tuvo realmente dimensión masiva, cuando se invito a la gente a “votar” en el llamado plebiscito del 16 de Julio. La participación contundente de la ciudadanía mostró su deseo de buscar un cambio usando el voto como instrumento fundamental de lucha. Dos semanas después, el domingo 30 de Julio, el régimen monta una farsa electoral y el CNE afirma que unos fantasmales ocho millones de votos habían convalidado el fraude constituyente.  Ese fue el fin de la “Salida Parte 2”… y el principio del calvario de todo el país democrático, que sufre ahora las consecuencias de los errores del inmediatismo.


2DO SEMESTRE 2017: DERROTA, ABSTENCIÓN Y FRAUDE

Los que a principios de 2016 creyeron que su curiosa versión del “tiempo de Dios” por fin había llegado, para el 30 de Julio de 2017 habían consumido ya 19 meses sin haber avanzado un milímetro en su declarado objetivo de “salir del régimen”. Por el contrario, se retrocedió mucho, pues se despilfarró en repentismos el capital político generado por la victoria del 6D, y más de 130 jóvenes asesinados por la represión fueron el muy costoso saldo de la saña represiva del régimen y de los desatinos estratégicos de una dirección opositora secuestrada por el inmediatismo. 


Como consecuencia de todo ello la desesperanza se instaló en Venezuela: El mayoritario país descontento se sintió ignorado por una dirigencia opositora que sólo hablaba de sacar a Maduro, pero que no se refería al drama del hambre y la inflación; el país que protesta, minoritario pero abnegado y comprometido, también se sintió traicionado por una dirigencia que le dijo que la sola fuerza de “la calle” bastaba para frenar la Constituyente y, eventualmente, incluso para “salir del régimen”… y a renglón seguido lo llamó a votar en unas elecciones regionales, sin asumir antes el fracaso del remake de “La Salida” y sin explicar de que manera ese proceso electoral podría ser la continuidad de la lucha por la democracia y la libertad. En esas terribles condiciones se acudió al desastre del 15-O.


Hoy ya esta bastante más claro que fue lo que ocurrió ese día: ¿Fraude? ¡Por supuesto! Para quien tenga dudas, allí esta la valiente cruzada de Andrés Velásquez,  demostrando ACTAS EN MANO que las cifras colocadas en la pagina web del CNE no se corresponden con los resultados de la actas emitidas por las máquinas de votación.  ¿Abstención? ¡Claro que la hubo! Pero la abstención no es causa sino consecuencia, resultado de la decepción del electorado opositor ante los desatinos de una dirección política con más ambición y prisa que responsabilidad y criterio.

La realidad de las cosas es que fraude siempre habrá en toda elección que se realice en dictadura; También es una verdad conocida que en Venezuela abstención inercial siempre ha habido en elecciones que no comprometan la presidencia de la república.  Para vencer fraude y abstención era necesario contar con una marejada de votos. Ese tsunami electoral era posible el 15 de Octubre por el deterioro del gobierno.  Pero no se materializó porque no basta con que el gobierno sea malo.  También es indispensable que quien pide el voto lo merezca. Tras año y medio de errores, muchos venezolanos chavistas e independientes que votaron por la Unidad en diciembre del 2015 no encontraron razones para volver a hacerlo en octubre del 2017.  Y muchos venezolanos militantemente opositores se vieron impedidos de ejercer su derecho al voto por el fraude sistémico que en esta ocasión, además de las amenazas a los empleados públicos y la agresión de los paramilitares oficialistas, agregó la reubicación compulsiva de los centros de votación y una boleta electoral generadora de confusión y votos nulos.  Pero todavía falta lo más grave, lo peor…


INSÓLITAMENTE, MADURO LOGRÓ CONVERTIR EL HAMBRE EN VOTOS

Si. Todo lo anterior explica porqué los ciudadanos opositores no llegaron a las máquinas de votación, pero aun falta explicar como un gobernante tan desprestigiado como Nicolás Maduro logró que el casi 100% de su “lecho de roca” electoral en efecto sufragara.  La respuesta es breve y terrible: ¡El “Carnet de la Patria”!

En efecto, Maduro logró montar una operación políticamente funesta y éticamente reprobable, pero electoralmente eficaz: Logró transformar el hambre de los venezolanos en un mecanismo de movilización partidaria y subordinación política. El “Carnet de la Patria” y su muy publicitado “Código QR”, vendido como un mecanismo para “garantizar” el acceso de los más pobres a los programas de asistencia social del Estado, obviamente también funciona como lo contrario, es decir, como un mecanismo útil para excluir de tales “beneficios” a quien la burocracia oficial execre. Y eso el pueblo lo entiende a la perfección.  Al convocar a una “jornada masiva de renovación del Carnet de la Patria” el mismo 15 de octubre, y al designar como lugares para tal “renovación” a los mismos “puntos rojos” del operativo electoral pesuvista, la operación de extorsión ni siquiera fue disimulada.

Fue la combinación de todos estos factores lo que logró desestimular y “rebanar” fraudulentamente la votación opositora, y al mismo tiempo asegurar la forzada participación electoral de la antigua clientela electoral del régimen, cuyos integrantes ahora son ya abiertamente rehenes socioeconómicos del régimen.  La enumeración completa de las causas de la derrota de los demócratas ocurrida el 15 de Octubre debe incluir entonces: Los errores de conducción de la dirigencia opositora que operaron como generadores masivos de abstención. el fraude estructural del régimen y la conversión del hambre del pueblo en fortaleza electoral del madurismo mediante el “Carnet de la Patria”.      

¿Esos elementos le dieron la victoria a Maduro el 15 de agosto? Si. ¿Determina eso la estabilización del madurismo y su eternización en el poder? No. Al menos, no necesariamente…


¿QUÉ HACER AHORA? MÁS ALLÁ DE LA PARTICIPACIÓN O LA NO PARTICIPACIÓN…

Hoy, a principios de noviembre de 2017, el régimen repite el guión que le ha sido útil: Así como el fracaso de “La Salida parte 2” le puso en bandeja de plata el triunfo en las elecciones regionales que –no por casualidad- antes no se atrevió a convocar, ahora el deslave electoral del 15 de Octubre y la muy lamentable actuación post-desastre del liderazgo opositor permiten al oficialismo convocar aceleradamente las elecciones municipales para el próximo diciembre de 2017. El cálculo del gobierno es evidente:  La oposición será derrotada por la desmoralización de sus propios electores, y de esa manera el régimen llegará a 2018 -año de elecciones presidenciales- con 18 gobernaciones y centenares de alcaldías, esto es, con suficientes plataformas de apoyo locales y regionales para apuntalar su ambición continuista.

Frente a esto, el liderazgo opositor luce entrampado en el falso dilema de “participar o no participar” en las elecciones municipales. Los políticos que están a favor de NO participar no dicen que habría que hacer al día siguiente de abstenerse; Muchos de los que SI están a favor de participar tampoco explican como votar en las municipales puede formar parte de algún proceso de reposicionamiento político y de reconstrucción de esperanzas. Todo esto ocurre porque no participar no es una estrategia, es apenas un espasmo, una reacción, una pulsión; Pero el “participacionismo” tampoco es una estrategia (aunque pudiera serlo), es por ahora sólo una inercia, una costumbre que se extingue, una nostalgia.

La verdad es que, participando o absteniéndose de hacerlo, no responder la pregunta de “¿Que hacer al día siguiente?” es ir derecho a la profundización del fracaso y a una desmoralización y desmovilización aun mayor, lo que allanará –entonces si- el camino para la estabilización del régimen (hoy acosado internamente por la economía y externamente por las sanciones internacionales). Pero responder esa pregunta supone para la oposición tener estrategia, tener estrategia implica tener un centro de dirección capaz de elaborarla y supone también poseer una vocería coherente capaz de ofrecérsela al país, construyendo empatía entre esa estrategia y una población precarizada y justamente molesta… con el gobierno y con la oposición. Sin estrategia, sin centro de dirección que la elabore y sin capacidad para comunicarla, cualquier decisión que se adopte (participar o no hacerlo) terminará en colapso, bien sea por defectos de diseño o por vicios en su ejecución.


EL VERDADERO DILEMA: INMEDIATISMO VS. SERIEDAD

El dilema, efectivamente, no es entre “participación” o “no participación”, sino entre inmediatismo y seriedad. Y ese dilema es un reto para todos, dirigentes y ciudadanos, pues existen políticos que venden inmediatismo porque hay ciudadanos que lo compran. Inmadurez política (de la ciudadanía) y demagogia (del “liderazgo”) constituyen un circulo vicioso que es indispensable fracturar para poder retomar la actitud, aptitud y conducta que nos permitió hace dos años derrotar a este mismo régimen, con este mismo CNE, con este mismo TSJ y con este mismo petro-estado abusador y ventajista.

Quizá la única virtud de las decepciones es que ponen en evidencia las mentiras y, en consecuencia, permiten focalizar las energías en el cambio de las realidades y no en la promoción de supersticiones: Hoy ya se sabe, por ejemplo, que la sola fuerza de “la calle” no es suficiente para lograr la salida del régimen; Ya se sabe también que no habrá “salida militar”, porque el proceso de degeneración republicana es tan profundo que hoy esa importante institución ha sido convertida en uno de los puntales funcionales de la mal llamada “revolución”, y se ha alejado de los supuestos básicos contenidos en el 328 constitucional; Ya se sabe que la solución no provendrá de un “estallido social”, porque el régimen aprendió a convertir el hambre en fortaleza electoral mediante herramientas organizativas y tecnológicas de control social como el “carnet de la patria”, y porque más bien espera con ansiedad una eventualidad como esa para poner en práctica sus planes de control total “tipo Erdogan”; Ya se sabe incluso que el fin del desastre no llegará en portaviones extranjeros, porque la crisis venezolana es una situación de quinta o sexta importancia en el plano internacional (muy por debajo de la crisis libia o del drama de Corea del Norte, por ejemplo…), porque TODOS los documentos, acuerdos y resoluciones de cancillerías, gobiernos y organismos internacionales en respaldo a la lucha de los demócratas venezolanos terminan, indefectiblemente, “exigiendo a los actores de la confrontación venezolana que inicien un proceso de negociación política serio y con resultados que abra espacio a una salida pacífica al conflicto”, y porque es indelegable la responsabilidad de los venezolanos en la resolución de la crisis de Venezuela.  


ENTONCES… ¿CUÁL ES LA VIA?

Queda entonces una vía. Una que no tiene la aureola romántica de la “épica” como en “La Salida”, ni la comodidad de que otro haga el trabajo como en los golpes militares, ni el atractivo lúdico que siempre tiene lo azaroso como en el carrusel incierto de los “estallidos sociales”... Pero que si tiene la seguridad de lo sistemático, la claridad de lo planificado, la fortaleza de lo hecho a pulso, de abajo hacia arriba y de adentro hacia fuera:  Esa vía es la construcción de la fuerza social y política que haga posible el cambio, una fuerza que tenga la amplitud y la habilidad necesarias para construir y fortalecer las alianzas de diversa naturaleza (políticas, sociales, económicas, militares) indispensables para que el cambio sea sostenible, una FUERZA SERENA DE CAMBIO SEGURO, que inspire confianza tanto en la Venezuela profunda como en la Comunidad Internacional, pues en ambos espacios quieren que en nuestro país se produzcan cambios pero no caos.

Una fuerza que logre lo que ya alcanzamos en 2015: Que sea capaz de construir empatía con el ciudadano de a pie, sobre todo con los pobres y los empobrecidos, para que el mensaje de cambio democrático trascienda las redes sociales y las “zonas de confort” tradicionales de la oposición venezolana, y sea victoriosa también en los mayoritarios sectores populares del país, donde el barrio y la empobrecida clase media luchan rudamente día a día para sobrevivir al hambre y la inflación.  Una fuerza social y política, en fin, cuyo objetivo por supuesto sea sacar del poder al actual régimen ineficaz y corrupto, pero no para sustituirlo por otro elenco de cazadores de renta sino para conducir una transición a la democracia que a su vez abra paso a un proceso de reconstrucción nacional que -además de sacar al país de la actual crisis-  permita y promueva el relanzamiento de Venezuela  como proyecto nacional, al basarlo no en los altibajos del precio internacional del petróleo sino en el talento y en la productividad del venezolano.

La construcción de una fuerza social y política de esa naturaleza y con ese propósito no es tarea de un solo individuo, grupo o partido… pero tampoco es un trabajo que pueda ser cumplido “entre todos” si en ese “todos” el precio de la amplitud es la incoherencia.


DESLINDE NO ES IGUAL A DIVISIÓN

Para tener éxito en esta tarea es indispensable el deslinde con el inmediatismo y sus falsas promesas, con la demagogia y sus decepciones subsiguientes, con el caudillismo y sus agendas ocultas individuales y grupales. Quienes coincidan con esta forma de entender y vivir la lucha venezolana por la democracia y la libertad deben tener la inteligencia y la valentía de acercarse, deben integrar un centro de dirección reconocible, deben poner en la calle una política de oposición clara al régimen y de defensa acérrima de los derechos económicos y sociales de los pobres y de la clase media empobrecida, deben ser consecuentes con esos sectores cuando esa defensa de los derechos económicos y sociales genere por parte del gobierno también la violación de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos.

Este necesario deslinde no quiere decir que sea imposible el reencuentro futuro con los sectores de la oposición que en la actualidad tengan otros planteamientos tácticos, o incluso con los que han optado por el radicalismo testimonial en vez de intentar caminos de eficiencia política. Si estamos conscientes que la transición a la democracia y la reconstrucción del país son tareas que implican necesariamente el concurso de todos los venezolanos, incluso de muchos que hayan coincido con el actual régimen, es claro que no se puede ser reacio al reencuentro con opositores que tengan hoy una visión diferente de lo que debe ser el rol de la oposición. 

Pero ese reencuentro debe ser no en torno a una ambición, a una siglas o a un ego inflamado. El reencuentro tiene que ser en torno a una política.  Y para que esa sea una política justa, clara en su objetivo democratizador, en su planteamiento económico y en su compromiso social, tiene que ser diseñada y colocada al servicio del país desde un espacio coherente, no desde una “colcha de retazos”.  Y si esa política es recibida y apoyada por el país, tendremos entonces el eje en torno al cual podrán articularse en el futuro todas las fuerzas que apuesten a la reconstrucción de Venezuela.

El jueves 2 de noviembre, en la primera plana del diario El Nacional, un titular se hizo eco del siguiente anuncio: “Crean alianza sin AD, Un Nuevo Tiempo y AP”. La nota refiere que “Primero Justicia, La Causa R y Voluntad Popular anunciaron en Maracaibo que denunciarán juntos las irregularidades cometidas contra Juan Pablo Guanipa y Andrés Velásquez y que propiciaran la unidad para las presidenciales de 2018”.  Habría que esperar ciertamente mayores claridades sobre este anuncio, pero es prudente advertir desde ya que ésta no es necesariamente una mala noticia: “Deslinde” no es -no tiene porque ser- igual a división.


UNIDOS HEMOS GANADO, SEPARADOS SIEMPRE PERDEMOS

Una  noción de elemental sentido común esta clara para todos los venezolanos: Si todos los partidos, juntos, no pudieron derrotar al madurismo el 15 de Octubre, difícilmente tendrán alguna oportunidad de lograrlo si lo intentan divididos. Cuando hemos enfrentado al régimen unidos hemos ganado, como el 2 de diciembre del 2007 o el 6 de diciembre del 2015, o hemos avanzado de manera importante. Cuando hemos enfrentado al régimen por separado hemos perdido.

Efectivamente, la conquista y construcción de un futuro democrático para Venezuela sólo será posible en UNIDAD, pero esa Unidad hay que refundarla, REINVENTARLA, y para que esa reinvención no sea un cambio gatopardiano tal reagrupamiento debe darse en torno a lo que desde 2016 evidentemente no ha tenido la oposición venezolana: Una estrategia clara que defina cómo llegar al poder y de qué manera ejercerlo. Hasta ahora la respuesta a esta cuestión fundamental se ha confundido con los proyectos, agendas y legítimas aspiraciones de candidatos, grupos y partidos. Cada quien tiene una estrategia para llegar al poder, “su” estrategia, aquella en que su candidato es el “protagonista”.  Esa manera de abordar el tema nos ha llevado a la división, a la pugna interna y a entronizar una concepción competitiva del liderazgo, en vez de una dinámica colaborativa. 

Es hora entonces de cambiar la manera de cambiar las cosas: Hay que tener obviamente una estrategia de poder, pero la misma no será resultado de la imposición de la agenda de un grupo o “candidato” sobre los otros candidatos y grupos por la vía de la “viveza”, de jugar “posición adelantada”, de imponer políticas de hechos cumplidos o utilizando los medios o las redes sociales para satanizar a unos y “canonizar” a otros.  Esas vías, que son las que lamentablemente han sido utilizadas hasta ahora, no han conducido al triunfo de unos opositores sobre otros, sino al deterioro de todos. Es momento de intentar otro camino.

Una vía posible podría ser la que sugiere el titular que alude a la iniciativa de los partidos Primero Justicia, Voluntad Popular y Causa R: Que aquellos factores que dentro de la oposición democrática logren identificar entre sí mayores afinidades en lo táctico y aun en lo programático se aproximen, unifiquen recursos y vocerías y pongan sus propuestas en la calle; Igualmente, si -por ejemplo- Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista, entre otras organizaciones, lograran identificar similitudes en su manera de apreciar el proceso político y en su forma de operar en él, sería muy útil que integraran sus esfuerzos e igualmente plantearan sus propuestas e iniciativas a la ciudadanía; De la misma forma sería positivo que Alianza Bravo Pueblo, Vente Venezuela y otras formaciones con planteamientos similares en su caracterización del régimen  pudieran trascender sus coincidencias retóricas y pasaran a emprender iniciativas políticas concretas, a las que el pueblo pueda sumarse.  Un ejercicio de esta naturaleza permitiría que sea la ciudadanía democrática la que con su respaldo activo determine cual de esas orientaciones será la que constituya la línea de conducta mayoritariamente asumida por los demócratas venezolanos.

Esta relativa “autonomía de acción” de las organizaciones políticas no es contradictoria con la existencia de una plataforma unitaria común, que podría seguir llamándose MUD o adoptar la denominación que se considere conveniente.  De hecho, esa plataforma unitaria como “paraguas común” debe existir al menos para tres propósitos: 1) Para definir, mediante el ya aprobado método de las elecciones primarias, la selección del candidato presidencial de toda la oposición; 2) Para determinar, mediante el método del debate y el consenso, la construcción de aquellas posiciones frente al régimen y al país que por su importancia excedan a las organizaciones individualmente consideradas y aun a las alianzas parciales, y que deban ser adoptadas por toda la oposición; y 3) Para ejercer ante la comunidad internacional, gobiernos extranjeros y organismos internacionales, la representación del conjunto opositor venezolano. 


HASTA EL GRUPO DE LIMA EXIGE LA UNIDAD DE LA OPOSICIÓN…

Sabemos que lo que planteamos enfrenta un importante rango de dificultades. Pero también sabemos que la alternativa  es inaceptable: La victoria del madurismo, su estabilización como régimen de dominación y el surgimiento y mineralización de una nueva nomenklatura, una nueva oligarquía roja mas feroz que la que hemos sufrido en estos 18 años, divorciada ya de los últimos vestigios de la vieja izquierda e integrada por el “hombre nuevo” del post-chavismo, una mezcla de gánster con “hombre de negocios turbios”, muy turbios, con el dinero suficiente para pagar la asesoría cubana de como permanecer en el poder y asesores internacionales en mercadeo político para vender al país y al mundo lo invendible.

También sabemos que así como la Unidad es indispensable, también lo es superar el inmediatismo: todas las soluciones “instantáneas” que éste nos ha ofrecido no sólo han sido falsas, sino contraproducentes: Los sucesos de abril y diciembre de 2002 permitieron al régimen copar la Fuerza Armada y desprofesionalizar a PDVSA, la abstención del 2005 permitió al proyecto autoritario adueñarse por completo de toda la maquinaria del Estado, y todo el proceso de recuperación del campo democrático que vivimos entre el triunfo en el referendo constitucional del 2007 y la inmensa victoria en las elecciones parlamentarias del 2015 fue echado por la borda cuando desde enero de 2016 algunos pretendieron ponerle al gobierno una “fecha de vencimiento”  distinta a la que ordinariamente  establece la Constitución, sin lograr otra cosa que despilfarrar a la fecha 22 meses sin avanzar ni un milímetro en su declarado propósito de salir del régimen, más bien retrocediendo, porque es evidente que hoy estamos mucho más atrás de donde nos colocó la desperdiciada victoria del 6 de diciembre de 2015.

La actual crisis de la oposición no es “sin precedentes”, como dicen algunos.  De hecho, es muy similar en diversos aspectos a la vivida en los años 2004-2005. Pero lo que no tiene precedentes es que una crisis política tan profunda coincida, como ahora, con una debacle económica y social. En 2004 y 2005 la clase media estaba pendiente de lo que pasaba con el “Cupo Cadivi”, y los sectores populares tenían aun esperanzas en la capacidad munificente de las “misiones” y otros programas clientelares. Hoy el edificio de las promesas redentoristas se cayó. Ya el régimen no promete el cielo, sino que amenaza con el infierno. La sociedad aplastada por el hambre y la inflación ve perpleja como la dirección opositora, en vez de señalar y construir los caminos para derrotar al gobierno y salir de la crisis, se dedica a evadir responsabilidades, repartir culpas y destruirse mutuamente.

Pero no es sólo el venezolano de a pié el que exige a la oposición venezolana salir de su actual locura autodestructiva. La comunidad internacional también ha sido clara que el apoyo internacional a la causa de  los demócratas venezolanos ni es eterno ni es independiente de las muestras de madurez y racionalidad que la propia oposición venezolana ofrezca. De hecho, en la Declaración de Toronto emitida por el Grupo de Lima el pasado 26 de Octubre, los Cancilleres y representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú “Exhortan a las diferentes fuerzas de oposición a mantener su unidad, ofreciendo un frente común programático, como condición indispensable para lograr la solución de la crisis venezolana”.  


¿QUÉ HACER PARA QUE EL VIACRUCIS NUEVAMENTE TERMINE EN UN DOMINGO DE RESURECCIÓN?

Desde el 6 de diciembre de 2015 hasta el 15 de Octubre de 2017 la oposición venezolana ha experimentado un accidentado y acelerado tránsito de vida, pasión y muerte: El 6D tuvimos vida, expresada en una victoria construida a pulso, contra pronóstico, frente a un adversario que en el marco de aquella contienda puso presos a dirigentes fundamentales (Ledezma), secuestró judicialmente partidos enteros (COPEI y el MIN), cambió las reglas del juego sobre la marcha (imponer que la mitad de los candidatos fueran mujeres DESPUES que la Unidad había escogido en primarias y consensos a sus candidatos) y colocó al lado de la tarjeta de la MUD un tarjeta-clon oficialista para generar confusión y estafar al elector.

Todo eso hicieron, y mucho más, pero frente a cada maniobra oficialista hubo una Unidad que había previsto la agresión, había preparado opciones alternativas, las ejecutó con éxito y… terminamos ganando, a pesar del fraude estructural oficialista, porque esa dirección política de la Unidad supo inspirar confianza en el electorado opositor para generar el tsunami electoral que arropó y neutralizó el fraude, y porque además supo defender con uñas y dientes cada voto del ciudadano, una dirección opositora a la que los testigos no se le “extraviaron”.

Después vino la baja pasión del inmediatismo demagógico, ofreciendo “salir del régimen” en semanas o meses, abandonando la estrategia de aproximación progresiva y segura al poder y apostando por diversas modalidades de la “vía rápida”, desde el Referendo Revocatorio en 2016 hasta “La Salida parte 2” en 2017.  Tras esta “baja pasión” vino la muerte, tanto la física, literal, de más de 130 jóvenes asesinados por la represión, como la muerte de una irresponsable apuesta política, el fallecimiento de los espejismos y las ilusiones inmediatistas, pues tras la derrota del remake de “La Salida” se produjo el desastre de las elecciones del 15-O, ambos fracasos imputables al mismo sector dirigente que desde 2016 logró diluir a la MUD y prácticamente secuestrar la dirección del movimiento opositor.

Para que ocurra la resurrección de la esperanza democrática es preciso que la oposición política se dote de las herramientas que le permitieron alcanzar la victoria hace apenas 24 meses: Dirección colectiva, hoja de ruta consensuada, vocería coherente y un discurso y una praxis política que atienda y priorice la situación de la mayoría popular y de la clase media empobrecida.  Con todo lo importante que hoy son las redes sociales, debe recordarse que las mismas son una tecnología y una racionalidad para interactuar con la sociedad, NO PARA SUSTITUIRLA. Hay que “hacer política” no desde el Periscope, con el Instagram y para el Twitter, sino desde la gente, con la gente y para la gente. 

Sólo así, consideramos, la oposición política venezolana dejará el tortuoso atajo de las derrotas y volverá al ancho camino de las victorias. Ponemos estas ideas y propuestas a disposición de dirigentes y partidos, pero sobre todo las ofrecemos para su consideración y debate en las organizaciones sociales y comunitarias, pues estamos convencidos de que sólo la firme exigencia de la los ciudadanos y sus organizaciones de base hará posible que la dirigencia política se coloque a la altura de la crisis y de las exigencias del país.

¡Palante!

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