lunes, 10 de mayo de 2021

Foro Hatillano #203.PELIGROS Y OPORTUNIDADES EN SALUD MENTAL ANTE EL COVID19.Jueves 06 de Mayo de 2021.

 

PELIGROS Y OPORTUNIDADES EN SALUD MENTAL ANTE EL COVID19

Por: Marianela Escalona Montesinos

Ponente: Antonio Jakushō Pignatiello. Psicólogo. Psicoanalista.

 Docente de la UCV. Monje de la Escuela Zen-Soto


 El tema de este foro es relevante y generalmente poco tratado e incluso silenciado o evadido, en opinión de Antonio Pignatiello. Tiene que ver con las incidencias subjetivas en nuestro funcionamiento psicoemocional que están ocurriendo en este período de pandemia global, que se ha prolongado y es incierto el momento en el que terminará.

 Se trata de que las personas puedan hablar de lo que les está ocurriendo para así ayudar a apropiarse, dar sentido e integrar experiencias en estos momentos difíciles que todos estamos viviendo, teniendo en cuenta, además, que hay circunstancias particulares que a cada persona le toca afrontar.

 Otro aspecto importante es la motivación de ayudar o aliviar sufrimiento, de contribuir a crear condiciones subjetivas, sociales y culturales, para que en medio de esta situación tan difícil entre todos se pueda cultivar bienestar, seguridad, confianza, ecuanimidad y alegría que nos ayuden a atravesar esta crisis.

 En las crisis hay peligros y oportunidades y este período de pandemia puede verse como una gran crisis en muchos sentidos, porque una crisis es un momento en el que la manera en la que veníamos viviendo resulta afectada, quebrada e interrumpida su continuidad. Estamos en un momento en el que la normalidad a la que estábamos acostumbrados ya no existe, y no podemos vislumbrar la nueva situación hacia la que nos dirigimos. Sin duda habrá transformaciones pero aún estamos en una transición hacia la nueva realidad; mientras tanto hay peligros muy evidentes para todos, no solo relacionados con la salud física, sino que hay también un impacto familiar y social además de peligros en nuestro aparato psíquico y nuestras emociones en medio de esta situación. Pero además de los peligros, también hay oportunidades, porque toda crisis abre oportunidades para aprender, crecer y crear.

 Una realidad que se ha hecho presente desde los inicios de esta crisis por la pandemia y que, con el pasar de los meses se ha ido intensificando, es una pandemia paralela, soterrada y silente; la pandemia del malestar psíquico, del sufrimiento psicológico, que gran parte de la población está atravesando frente a las circunstancias que esta crisis nos impone.

 Hay muchas personas con mucho miedo, ansiedad, con síntomas depresivos, hay un aumento de la violencia y nuevas formas de violencia que se están manifestando. En nuestra vida cotidiana podemos constatar que, en efecto, esto está ocurriendo pero pocas veces tenemos la oportunidad de hablar acerca de ello; por esto es importante que comencemos a preguntarnos ¿cómo me siento? ¿cómo estoy afrontando cada día? ¿cómo están mis emociones? ¿qué significado le estoy dando a lo que ocurre? ¿cómo está mi vínculo con el entorno? ¿cómo está mi vínculo con las personas significativas en mi vida?

 Muchas personas están experimentando malestar psicológico, sufrimiento que muchas veces no pueden manejar por sí mismos y que, probablemente, se han aislado sin buscar la ayuda que pudiera permitirle salir de esa situación. Tal vez lo más evidente de este sufrimiento son las emociones aflictivas como: ansiedad, miedo, tristeza, dolor, rabia, culpa, abatimiento y otras y detrás de ellas existe algo más profundo como experiencias de pérdida que tienen que ver con la alteración de la vida cotidiana, con la manera como la situación generada por la crisis ha alterado algunos aspectos de nuestra vida "normal" y que aún no terminamos de saber cómo retomar la continuidad de la vida. Estamos frente a enormes incertidumbres.

 Muchos han tenido experiencias de desamparo o confusión, otros han perdido proyectos personales y para otro tanto ha significado la pérdida de referente de su sentido de vida. Además, muchos han sufrido el deterioro de sus relaciones personales. Todo esto unido a las amenazas a la salud que son cotidianas y que nos pueden atemorizar. Estamos ante una realidad que impone peligros, adversidades y circunstancias difíciles o dolorosas que tenemos que afrontar.

 Ante este panorama, gran parte de la población pone en acción fortalezas y recursos para adaptarse, hacer cambios o desarrollar estrategias protectoras. La situación no solo es desoladora y negativa ya que ante las dificultades nos sobreponemos con aprendizaje, con creatividad y prácticas de vida que nos ayudan a cultivar bienestar en medio de la circunstancia difícil.

 Junto a esta potencialidad que tenemos como seres humanos, y en algunas personas más que en otras, los impactos de esta situación han generado altos niveles de malestar y sufrimiento psíquico que se puede manifestar en síntomas como: elevada ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, irritabilidad, incremento de consumos compulsivos de comida, tabaco, alcohol y otras drogas, sentimiento de culpa, aumento de la violencia interpersonal, especialmente en el entorno familiar y otros.

 En una primera aproximación se puede considerar que el miedo, la tristeza, el dolor o la rabia son respuestas emocionales concordantes, adaptativas frente al peligro, la adversidad, la pérdida o algo que nos hace daño, pero se debe tener cuidado y no creer que frente a estas situaciones lo único que queda es el malestar, que frente a las dificultades la única opción que tenemos es sentirnos mal sin escapatoria. Existe el riesgo de caer en una suerte de "resignación fatalista" según la cual, todas esas emociones aflictivas nos van a dominar irremediablemente.

 Las emociones que nos producen displacer no son ni buenas ni malas; son emociones que cumplen una función en nosotros, ayudándonos a despertar o alertarnos frente a algo, pero si se convierten en algo crónico impidiéndonos abordar otros asuntos de la vida, cuando nos hacen daño a nosotros mismos y a otros, ya no son respuestas concordantes ante una situación sino síntomas de sufrimiento que afectan negativamente nuestra calidad de vida. Cuando esto ocurre se habla de Sufrimiento Psíquico el cual debemos comprender y abordar, entendiendo que hay causas y condiciones que lo producen y que es el resultado de unos procesos psíquicos que ocurren en nosotros, la mayoría de ellos inconscientes, que se activan conectando antecedentes con las circunstancias actuales.

 Si comprendemos el origen del sufrimiento dentro de nosotros, se nos abre la oportunidad de realizar los cambios que hacen posible superar o cesar el sufrimiento. Con un cambio de perspectiva existe la posibilidad de comprender que nuestro sufrimiento no es el resultado inevitable de unas causas externas a nosotros que no podemos controlar sino que está derivado de procesos que tienen que ver con nosotros y que, por tanto, está en nuestras manos poderlos transformar conociéndolos y reconociendo y activando fortalezas, recursos, procesos y prácticas que hacen posible el cambio que traerá alivio y bienestar incluso en circunstancias difíciles.

 Por otra parte, se deben considerar las experiencias de las personas que enferman de COVID19. Durante el desarrollo de la enfermedad y en el proceso de recuperación de las secuelas que haya podido dejar, estas personas vienen experimentando sufrimientos psíquicos graves, complicados y dañinos, sufrimiento de su estado psicoemocional que incluso puede llegar a complicar el curso de la enfermedad y el proceso de recuperación.

 En estas personas se pueden encontrar síntomas graves de ansiedad, depresión, insomnio o cualquier otra manifestación en la cual la persona siente que está perdiendo el control de la situación, porque se ve frente a algo que la atemoriza, que puede ser incluso el peligro de muerte. Entre quienes enferman, junto a los síntomas físicos intensos que produce el COVID19 en muchos casos, aparecen también emociones, pensamientos, fantasías catastróficas, sentimientos de culpa, autorreproches, descalificaciones y una serie de producciones mentales que son desencadenadas por la misma situación de la enfermedad. La persona está confrontada con lo que esta enfermedad implica para el cuerpo, las condiciones de hospitalización, convalecencia o recuperación y con la connotación social de estigmatización que rodea el hecho de haberse contagiado.

 También hay que considerar que no solo se trata del aspecto físico de la infección por el virus, sino también el contexto personal, familiar, económico y las circunstancias particulares de cada caso. Estos elementos pueden agravar la situación y contribuir a que se incremente el sufrimiento psíquico.

 Esto lleva a una solución concreta: toda persona que haya enfermado y se encuentre en un proceso de recuperación (que a veces puede ser largo), necesita apoyo humano de solidaridad y acompañamiento y en determinado momento, la persona puede necesitar apoyo psicológico para recibir orientación acerca de lo que está viviendo y tener recomendaciones básicas que le permitan reorientar la experiencia y apropiarse de los procesos que están ocurriendo para poder hacer transformaciones que le permitan atravesar por la experiencia de una manera que implique una menor cantidad de sufrimiento. Esto puede resultar útil incluso en pacientes con riesgo de muerte para llegar a ese momento con dignidad y acompañamiento, disminuir su sufrimiento, brindar serenidad y paz.

 Se está en un constante aprendizaje sobre estos asuntos a través de investigaciones, por lo que no existe una verdad última sobre el particular.

 Con un cambio de enfoque o perspectiva se pueden plantear algunas orientaciones y prácticas que ayuden a manejar el día a día con lo que ocurre en nosotros permitiéndonos atravesar esta situación difícil en condiciones de bienestar, sosiego y paz. En cada uno de nosotros existen las fortalezas y los recursos que nos permitirán responder a esta situación.

 Se trata de que en el conocimiento de nuestra propia realidad, nos encontraremos con lo desagradable o aflictivo pero también podemos ponernos en contacto con todo aquello que nos sostiene en la vida y nos da fortaleza, que existen en potencialidad teniendo la posibilidad de convertir las dificultades en oportunidades. Hacerlo está en nuestras manos.

 El Profesor Pignatiello hace algunas recomendaciones:

 - Dar prioridad al bienestar psíquico. Si bien se pone esfuerzo, disciplina y atención en las "medidas de bioseguridad" necesarias para cuidarnos de un peligro externo real, también es necesario ocuparnos de lo que está ocurriendo dentro de nosotros, de nuestro estado psíquico. Junto con la bioseguridad tenemos que ocuparnos de la psicoseguridad, la de nuestras emociones y nuestro estado mental.

 - Otra recomendación general tiene que ver con una actitud diaria donde se observe y se atienda nuestra interioridad. Mientras menos nos conectamos con ella, más se activan procesos que se salen de control y generan sufrimiento y malestar.

 - Una tercera recomendación es una práctica cotidiana que ayuda y consiste en hablar de lo que nos está pasando. Antonio Pignatiello afirma que el hablar implica dar un paso en el que salimos del silencio en donde han quedado guardadas muchas cosas que nos están afectando. Hablar es compartir cómo nos sentimos, compartir nuestras emociones, la visión acerca de lo que nos ocurre sin connotaciones ni juicios. Lo que nos está pasando es lo que nos está pasando y poder compartirlo, cuando ponemos en palabras lo que nos pasa, automáticamente nos apropiamos de eso y vamos adquiriendo otra visión, otra manera de actuar y de procesar lo que nos ocurre, generando un alivio.

 Otro aspecto del hablar es que, cuando se comunica lo que nos ocurre, el que nos escucha se puede involucrar aportando una visión que puede ser útil y nos permite tomar distancia y ver la situación desde otra perspectiva. Es un acompañamiento sin opiniones ni juicio, con la oportunidad de hablar y ser escuchados.

 En estos momentos de dificultad podemos sentirnos solos e incluso, desamparados. Es importante tener en cuenta que hay una respuesta psíquica que se puede activar en todo ser humano: frente a una adversidad o dificultad muy grande podemos responder, paradójicamente, minimizándonos, es decir, encerrándonos y aislándonos. Por ello Pignatiello invita a que las personas, como práctica cotidiana, pongamos atención y dediquemos tiempo a reconocer y cultivar una red de vínculos con personas que forman parte de nuestra vida. A veces, al desarrollar una autonomía individual, creemos que ésta nos sostiene. No se debe confundir la responsable autonomía con una actitud en la que nos vemos a nosotros mismos separados del resto, de nuestra familia, nuestra comunidad, del entorno de relaciones que forman parte de nuestra vida.

 Ante los problemas siempre es útil recordar que no estamos solos. ¿dónde están los otros que forman parte de mi vida y que me pueden acompañar y apoyar, de una u otra manera, en las circunstancias que estoy atravesando? Esto no es otra cosa que pedir ayuda frente a una circunstancia, a personas cercanas o no.

 -La cuarta práctica que nos coloca en el camino del bienestar, de la paz y el sosiego, es ayudar a otros. En situaciones difíciles el dolor, la tristeza, la rabia, las emociones aflictivas anteriormente mencionadas, nos ubica en dinámicas en las que podemos encerrarnos en nosotros mismos, en puntos de vista egocéntricos e incluso egoístas y mientras más nos encerramos menos podemos solucionar lo que nos está afectando. Así que, para ayudar a otros se debe tener la disposición de ayudarlos a sentirse mejor y nos daremos cuenta que probablemente tenemos lo que a otros les falta para sentirse bien. Podemos cultivar el bienestar en nosotros al hacer que otro se sienta bien, emoción con la que estamos poco familiarizados pero que podemos cultivar. Al ayudar a otros estamos en un proceso en el que activamos recursos y fortalezas de nuestro aparato psíquico que nos ayudarán a nosotros también.

 Otra práctica que recomienda Antonio Pignatiello porque ayuda a promover bienestar en nosotros y en los otros es justamente el cultivo diario de experiencias y emociones que nos ayuden a transformar la aflicción y consigamos sosiego, paz, satisfacción y hasta entusiasmo. Se trata de cultivar alegría, sentido del humor, gratitud, serenidad, asombro, confianza, complacencia, esperanza, orgullo, interés, amor, entusiasmo, compasión y otras emociones que están presente en todos nosotros.

 En Venezuela ha habido un proceso de años, previos a la pandemia, en los cuales el dolor y el sufrimiento han sido permanentes, como un condicionamiento que nos lleva a apartarnos, a olvidar, a dar la espalda a todo lo que nos pueda proporcionar bienestar y emociones no aflictivas.

 Podemos cultivar a través de nuestras acciones, el amor benevolente, la compasión, la alegría por el bienestar de otros, la ecuanimidad. Todos tenemos la capacidad que se desarrolla a partir de una puesta de atención y dedicación.

 


La importancia del tema explica la nutrida participación de ciudadanos a través de tres chats simultáneos de WhatsApp, para un total de 636 asistentes en esta Edición No. 203 del Foro Hatillano.

1 comentario:

  1. Maravilloso y sabia la ponencia de jakusho sobre éste interesante tema de actualidad. Muchas gracias.

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