Por Jesús Chuo Torrealba,
05/12/2017
“Ya que nadie lo asume lo asumo
yo. Soy el culpable de todo, me equivoqué, puse la torta por ingenuo, es decir,
por pendejo. Perdón a todos”. Este es el valiente mensaje que colocó
en la red social Twitter el actor y director teatral Héctor
Manrique, a través de su cuenta @manriquehector, el pasado miércoles
18 de octubre de 2017.
SUPERAR LA DEPRESIÓN, EVITAR LA
DIVISIÓN, ENFRENTAR LA CONMOCIÓN
Queremos empezar estas líneas
precisamente por ahí: Primero que nada, un reconocimiento y una humilde
solicitud de disculpa. En nuestra columna del pasado domingo 15 de octubre
(“15-O: ¡SIGAMOS SIENDO LA DIFERENCIA!”) incurrimos en el mismo error que la
inmensa mayoría de los venezolanos, tanto opositores como oficialistas: Dimos
por descontado la derrota del madurismo en las elecciones regionales y asumimos
que lo único que estaba por determinarse era el tamaño de la victoria
opositora.
Como ya se sabe, los resultados
anunciados por el Consejo Nacional Electoral pesuvista fueron muy diferentes a
los esperados, y han detonado efectos muy graves y
extendidos: Depresión en la ciudadanía, profundización de la
tendencia a la división en la oposición y el acostumbrado bullying oficialista,
que cuando gana (aunque la supuesta victoria sea claramente fraudulenta)
intenta convertir su “éxito” en una operación de búsqueda, captura y
destrucción del adversario.
En consecuencia, a buscar
instrumentos y razones para superar la depresión, evitar la división y
enfrentar la conmoción, van dirigidas estas líneas:
EL DESASTRE DEL 15-O EMPEZÓ CON
LA INDIGESTIÓN DEL 6D
En el plano individual, para
superar la depresión hay que determinar primero su causa (¿impacto emocional,
desequilibrio químico, ambos?). Lo mismo ocurre en el
ámbito colectivo: Para superar la depresión masiva, el luto
generado por el 15-O, hay que comprender su origen. Por eso lo
primero que hay que decir es que la tragedia del 15 de Octubre no empezó ese
mismo día, con cualquiera de los abusos del gobierno o de las torpezas de la
oposición. No. El desastre del 15 de Octubre de 2017, como acertadamente lo
calificó el poeta Leonardo Padrón, empezó mucho antes. Concretamente, empezó el
6 de diciembre de 2015…
Efectivamente, el 6D el campo
democrático venezolano obtuvo la victoria más grande e importante de toda la
historia político-electoral venezolana.Y la obtuvo en el marco de la estrategia
democrática, electoral, constitucional y pacífica que se había trazado. La
lógica indicaría que -tras un éxito tan contundente en esa ruta- la misma debía
ser mantenida, y la MUD ha debido aprestarse a obtener éxitos similares y aun
mayores en las citas planteadas: Las elecciones regionales 2016, las
municipales 2017 y las elecciones presidenciales 2018. Una
aproximación progresiva y segura al poder, en un cronograma electoral
constitucionalmente establecido y cuya alteración, en aquel escenario, hubiese
tenido un costo para entonces impagable por el régimen.
Pero no fue eso lo que ocurrió.
Indigestada por la victoria obtenida, se impuso en la oposición la idea de la
“vía rápida”, que terminó siendo la más lenta de todas las vías. Buscándola,
la MUD presenta al país el 8 de marzo de 2016 una “hoja de ruta” con cuatro
alternativas: “Exigir la renuncia de Maduro, promover la aprobación de una
enmienda constitucional para acortar su mandato y activar la convocatoria del
Referendo Revocatorio”, sin descartar igualmente “la convocatoria de un proceso
constituyente originario, si los tres caminos anteriores eran
bloqueados”. Allí, con esa declaración, los opositores venezolanos
abandonamos la autopista constitucional regular para el cambio, ese camino en
el que habíamos obtenido la victoria abrumadora del 6D, y nos metimos en los
azarosos e intrincados vericuetos del “fast track”. Al final se comprobó el
viejo refrán: “La distancia más larga entre dos puntos es el atajo”.
¿CUÁNDO LA OPOSICIÓN SE QUEDÓ SIN
POLÍTICA?
De las cuatro vías sugeridas en
la declaración del 8 de marzo del 2016 fue el referendo revocatorio la que
terminó “agarrando calle”, calle que –tras superar numerosos obstáculos- se
estrelló contra la decisión del régimen de bloquear el RR. En efecto, el 20
de Octubre de 2016 el CNE “suspende” la recolección de las firmas del 20% del
padrón electoral, único requisito legalmente previsto para la convocatoria del
Revocatorio. Aunque ese escenario era muy previsible, el impulsor original del
RR (el partido Primero Justicia, que además monopolizó su coordinación y
ejecución), no tenía preparadas respuestas lógicas ni caminos alternativos, y
se quedo literalmente “sin política”.
Y con ellos, el resto de la
oposición. El 26 de Octubre de 2016, ante una multitud congregada en la
autopista Francisco Fajardo de Caracas, dirigentes fundamentales de la Unidad
en vez de plantear al país un nuevo rumbo de lucha le ofrecieron tres
ocurrencias demagógicas: El “juicio al presidente” (que no existe en la
Constitución), su destitución por “abandono del cargo” (¿alguien recuerda esa
excentricidad tropical, y en que paró?) y la “marcha a Miraflores”, dejavú del
11 de Abril de 2002, vana pretensión de sustituir con una marcha, es decir, con
una actividad, la ausencia de estrategia.
Las tres ocurrencias se disiparon
en noviembre, mes en el que también colapsó la iniciativa de diálogo que se
inició el 30 de octubre y finalizó el 6 de diciembre. Después de esa fecha la
oposición se fue de vacaciones navideñas, pero la crisis se agudizó: El 17
de diciembre el país estalla por el irresponsable anuncio gubernamental de
retirar de circulación los billetes de 100 bolívares. Cinco muertos y más de
300 negocios saqueados fue el saldo de esa revuelta popular espontanea. Ese
pueblo indignado no tuvo dirección y peleó solo. La oposición terminó ese año
sin atender los insistentes llamados del entonces Secretario Ejecutivo de la
MUD sobre la necesidad de entregar al país un balance autocrítico de un 2016 al
que entramos con el inmenso capital político de la victoria del 6D-2015, y
salimos sin nada.
PRIMER SEMESTRE
2017: LA SALIDA PARTE 2
En 2017 en vez de presentar al
país el balance solicitado por el Secretario Ejecutivo… los partidos de la MUD
optaron por eliminar la Secretaría Ejecutiva. El 17 de Febrero de 2017 la
MUD anuncia al país su más reciente “reestructuración”: Primero Justicia y
Voluntad Popular promueven un nuevo organigrama en que la estructura de la
Secretaría Ejecutiva de la alianza se diluye en tres “equipos de apoyo”, y la vocería
deja de ser única y pasa a ser azarosa.
Lo que resta de febrero y todo el
mes de marzo es consumido por el proceso de “validación” de partidos en el CNE,
proceso que fractura la MUD prácticamente en la misma semana siguiente a su
“reestructuración”, pues unos partidos deciden “validarse” y otros no. A
finales de marzo el TSJ emite las sentencias 155 y 156 con las que ilegalmente
despoja al parlamento de sus atribuciones constitucionales. La oposición, la
Fiscal General de la República y la opinión pública internacional califican
acertadamente ambas sentencias como “grave ruptura del orden
constitucional”. La MUD (¡Esa MUD, sin vocería única, sin dirección
colectiva, sin hoja de ruta consensuada!) llama entonces a la calle para
enfrentar lo que con justicia fue denominado “un golpe de estado perpetrado no
con tanques sino con togas”…
Desde los primeros días de abril
se desarrolló entonces un proceso de luchas de calle duramente reprimidas por
el régimen. La dirección de la MUD paso a ser ejercida “de facto”
por pocos dirigentes de sólo dos organizaciones, Primero Justicia y Voluntad
Popular. El resto de los partidos se quejó frecuente y amargamente
de que sólo se enteraban por las redes sociales de las actividades y
convocatorias. La vocería paso a ser ejercida por un grupo de jóvenes diputados
de esas dos organizaciones, grupo al que sólo esporádicamente pudieron
incorporarse figuras como Delsa Solórzano y José Ignacio Guédez. Hubo
convocatorias casi diarias para marchar de Altamira hacia el centro de Caracas,
marchas que salvaje y rutinariamente fueron bloqueadas por la Guardia Nacional
a la altura de Bello Monte, con un elevado saldo de muertos, heridos y presos.
Tras tres meses de convocatorias
que no llegaban a su destino y casi un centenar de víctimas fatales a manos de
la represión, la MUD convoca a un evento el día 3 de Julio en el Teatro Chacao:
“Rebeldía ascendente”, “levantamiento nacional”, “hora cero”, fueron las
expresiones que resumieron el documento allí leído, en medio de gritos de
dirigentes y público pidiendo lanzar la “huelga general”.
Desgraciadamente, un llamado tan
grave no estuvo acompañado de la organización y coherencia necesarias: El lunes
10 de julio el país ve asombrado el debate entre dirigentes de la oposición
sobre si el “trancazo” de vías de ese día debía ser de dos o diez horas de
duración. Un gobernador y ex candidato presidencial afirma entonces que “la
gente debe protestar donde quiera y cuanto quiera, porque la
protesta no tiene dueño”, dando un espaldarazo a la anarquía que terminó
siendo, junto a la represión desbocada, causa eficiente de la extinción de ese
proceso de lucha.
Después de esto se convocó a la
única jornada de protesta que tuvo realmente dimensión masiva, cuando se invito
a la gente a “votar” en el llamado plebiscito del 16 de Julio. La participación
contundente de la ciudadanía mostró su deseo de buscar un cambio usando el voto
como instrumento fundamental de lucha. Dos semanas después, el domingo 30
de Julio, el régimen monta una farsa electoral y el CNE afirma que unos
fantasmales ocho millones de votos habían convalidado el fraude
constituyente. Ese fue el fin de la “Salida Parte 2”… y el principio
del calvario de todo el país democrático, que sufre ahora las consecuencias de
los errores del inmediatismo.
2DO SEMESTRE 2017: DERROTA,
ABSTENCIÓN Y FRAUDE
Los que a principios de 2016
creyeron que su curiosa versión del “tiempo de Dios” por fin había llegado,
para el 30 de Julio de 2017 habían consumido ya 19 meses sin haber avanzado un
milímetro en su declarado objetivo de “salir del régimen”. Por el contrario,
se retrocedió mucho, pues se despilfarró en repentismos el capital político
generado por la victoria del 6D, y más de 130 jóvenes asesinados por la
represión fueron el muy costoso saldo de la saña represiva del régimen y de los
desatinos estratégicos de una dirección opositora secuestrada por el
inmediatismo.
Como consecuencia de todo ello la
desesperanza se instaló en Venezuela: El mayoritario país descontento se sintió
ignorado por una dirigencia opositora que sólo hablaba de sacar a Maduro, pero
que no se refería al drama del hambre y la inflación; el país que protesta,
minoritario pero abnegado y comprometido, también se sintió traicionado por
una dirigencia que le dijo que la sola fuerza de “la calle” bastaba para frenar
la Constituyente y, eventualmente, incluso para “salir del régimen”… y a
renglón seguido lo llamó a votar en unas elecciones regionales, sin asumir
antes el fracaso del remake de “La Salida” y sin explicar de que manera ese
proceso electoral podría ser la continuidad de la lucha por la democracia y la
libertad. En esas terribles condiciones se acudió al desastre del 15-O.
Hoy ya esta bastante más claro
que fue lo que ocurrió ese día: ¿Fraude? ¡Por supuesto! Para quien tenga dudas,
allí esta la valiente cruzada de Andrés Velásquez, demostrando ACTAS
EN MANO que las cifras colocadas en la pagina web del CNE no se corresponden
con los resultados de la actas emitidas por las máquinas de
votación. ¿Abstención? ¡Claro que la hubo! Pero la abstención no es
causa sino consecuencia, resultado de la decepción del electorado opositor ante
los desatinos de una dirección política con más ambición y prisa que
responsabilidad y criterio.
La realidad de las cosas es que
fraude siempre habrá en toda elección que se realice en dictadura; También es
una verdad conocida que en Venezuela abstención inercial siempre ha habido en
elecciones que no comprometan la presidencia de la república. Para
vencer fraude y abstención era necesario contar con una marejada de votos. Ese
tsunami electoral era posible el 15 de Octubre por el deterioro del
gobierno. Pero no se materializó porque no basta con que el gobierno
sea malo. También es indispensable que quien pide el voto lo
merezca. Tras año y medio de errores, muchos venezolanos chavistas e
independientes que votaron por la Unidad en diciembre del 2015 no encontraron
razones para volver a hacerlo en octubre del 2017. Y muchos
venezolanos militantemente opositores se vieron impedidos de ejercer su derecho
al voto por el fraude sistémico que en esta ocasión, además de las amenazas a
los empleados públicos y la agresión de los paramilitares oficialistas, agregó
la reubicación compulsiva de los centros de votación y una boleta electoral
generadora de confusión y votos nulos. Pero todavía falta lo más
grave, lo peor…
INSÓLITAMENTE, MADURO LOGRÓ
CONVERTIR EL HAMBRE EN VOTOS
Si. Todo lo anterior explica
porqué los ciudadanos opositores no llegaron a las máquinas de votación, pero
aun falta explicar como un gobernante tan desprestigiado como Nicolás Maduro
logró que el casi 100% de su “lecho de roca” electoral en efecto sufragara. La
respuesta es breve y terrible: ¡El “Carnet de la Patria”!
En efecto, Maduro logró montar
una operación políticamente funesta y éticamente reprobable, pero
electoralmente eficaz: Logró transformar el hambre de los venezolanos en un
mecanismo de movilización partidaria y subordinación política. El “Carnet
de la Patria” y su muy publicitado “Código QR”, vendido como un mecanismo para
“garantizar” el acceso de los más pobres a los programas de asistencia social
del Estado, obviamente también funciona como lo contrario, es decir, como un
mecanismo útil para excluir de tales “beneficios” a quien la burocracia oficial
execre. Y eso el pueblo lo entiende a la perfección. Al convocar a
una “jornada masiva de renovación del Carnet de la Patria” el mismo 15 de
octubre, y al designar como lugares para tal “renovación” a los mismos “puntos
rojos” del operativo electoral pesuvista, la operación de extorsión ni siquiera
fue disimulada.
Fue la combinación de todos estos
factores lo que logró desestimular y “rebanar” fraudulentamente la votación
opositora, y al mismo tiempo asegurar la forzada participación electoral de la
antigua clientela electoral del régimen, cuyos integrantes ahora son ya
abiertamente rehenes socioeconómicos del régimen. La enumeración
completa de las causas de la derrota de los demócratas ocurrida el 15 de
Octubre debe incluir entonces: Los errores de conducción de la dirigencia
opositora que operaron como generadores masivos de abstención. el fraude
estructural del régimen y la conversión del hambre del pueblo en fortaleza
electoral del madurismo mediante el “Carnet de la
Patria”.
¿Esos elementos le dieron la
victoria a Maduro el 15 de agosto? Si. ¿Determina eso la estabilización del
madurismo y su eternización en el poder? No. Al menos, no necesariamente…
¿QUÉ HACER AHORA? MÁS ALLÁ DE LA
PARTICIPACIÓN O LA NO PARTICIPACIÓN…
Hoy, a principios de noviembre de
2017, el régimen repite el guión que le ha sido útil: Así como el fracaso de
“La Salida parte 2” le puso en bandeja de plata el triunfo en las elecciones
regionales que –no por casualidad- antes no se atrevió a convocar, ahora el
deslave electoral del 15 de Octubre y la muy lamentable actuación post-desastre
del liderazgo opositor permiten al oficialismo convocar aceleradamente las
elecciones municipales para el próximo diciembre de 2017. El cálculo del
gobierno es evidente: La oposición será derrotada por la
desmoralización de sus propios electores, y de esa manera el régimen llegará a
2018 -año de elecciones presidenciales- con 18 gobernaciones y centenares de
alcaldías, esto es, con suficientes plataformas de apoyo locales y
regionales para apuntalar su ambición continuista.
Frente a esto, el liderazgo
opositor luce entrampado en el falso dilema de “participar o no participar” en
las elecciones municipales. Los políticos que están a favor de NO participar no
dicen que habría que hacer al día siguiente de abstenerse; Muchos de los que SI
están a favor de participar tampoco explican como votar en las municipales
puede formar parte de algún proceso de reposicionamiento político y de
reconstrucción de esperanzas. Todo esto ocurre porque no participar no es
una estrategia, es apenas un espasmo, una reacción, una pulsión; Pero el
“participacionismo” tampoco es una estrategia (aunque pudiera serlo), es por
ahora sólo una inercia, una costumbre que se extingue, una nostalgia.
La verdad es que, participando o
absteniéndose de hacerlo, no responder la pregunta de “¿Que hacer al día
siguiente?” es ir derecho a la profundización del fracaso y a una
desmoralización y desmovilización aun mayor, lo que allanará –entonces si- el
camino para la estabilización del régimen (hoy acosado internamente por la
economía y externamente por las sanciones internacionales). Pero responder
esa pregunta supone para la oposición tener estrategia, tener estrategia
implica tener un centro de dirección capaz de elaborarla y supone también
poseer una vocería coherente capaz de ofrecérsela al país, construyendo empatía
entre esa estrategia y una población precarizada y justamente molesta… con el
gobierno y con la oposición. Sin estrategia, sin centro de dirección que
la elabore y sin capacidad para comunicarla, cualquier decisión que se adopte
(participar o no hacerlo) terminará en colapso, bien sea por defectos de diseño
o por vicios en su ejecución.
EL VERDADERO DILEMA: INMEDIATISMO
VS. SERIEDAD
El dilema, efectivamente, no es
entre “participación” o “no participación”, sino entre inmediatismo y seriedad.
Y ese dilema es un reto para todos, dirigentes y ciudadanos, pues existen
políticos que venden inmediatismo porque hay ciudadanos que lo compran. Inmadurez
política (de la ciudadanía) y demagogia (del “liderazgo”) constituyen un
circulo vicioso que es indispensable fracturar para poder retomar la actitud,
aptitud y conducta que nos permitió hace dos años derrotar a este mismo
régimen, con este mismo CNE, con este mismo TSJ y con este mismo petro-estado
abusador y ventajista.
Quizá la única virtud de las
decepciones es que ponen en evidencia las mentiras y, en consecuencia, permiten
focalizar las energías en el cambio de las realidades y no en la promoción de
supersticiones: Hoy ya se sabe, por ejemplo, que la sola fuerza de “la
calle” no es suficiente para lograr la salida del régimen; Ya se sabe también
que no habrá “salida militar”, porque el proceso de degeneración republicana es
tan profundo que hoy esa importante institución ha sido convertida en uno de
los puntales funcionales de la mal llamada “revolución”, y se ha alejado de los
supuestos básicos contenidos en el 328 constitucional; Ya se sabe que la
solución no provendrá de un “estallido social”, porque el régimen aprendió a
convertir el hambre en fortaleza electoral mediante herramientas organizativas
y tecnológicas de control social como el “carnet de la patria”, y porque más
bien espera con ansiedad una eventualidad como esa para poner en práctica sus
planes de control total “tipo Erdogan”; Ya se sabe incluso que el fin del desastre
no llegará en portaviones extranjeros, porque la crisis venezolana es una
situación de quinta o sexta importancia en el plano internacional (muy por
debajo de la crisis libia o del drama de Corea del Norte, por ejemplo…), porque
TODOS los documentos, acuerdos y resoluciones de cancillerías, gobiernos y
organismos internacionales en respaldo a la lucha de los demócratas venezolanos
terminan, indefectiblemente, “exigiendo a los actores de la confrontación
venezolana que inicien un proceso de negociación política serio y con
resultados que abra espacio a una salida pacífica al conflicto”, y porque es
indelegable la responsabilidad de los venezolanos en la resolución de la crisis
de Venezuela.
ENTONCES… ¿CUÁL ES LA VIA?
Queda entonces una vía. Una que
no tiene la aureola romántica de la “épica” como en “La Salida”, ni la
comodidad de que otro haga el trabajo como en los golpes militares, ni el
atractivo lúdico que siempre tiene lo azaroso como en el carrusel incierto de los
“estallidos sociales”... Pero que si tiene la seguridad de lo sistemático, la
claridad de lo planificado, la fortaleza de lo hecho a pulso, de abajo hacia
arriba y de adentro hacia fuera: Esa vía es la construcción de la
fuerza social y política que haga posible el cambio, una fuerza que tenga la
amplitud y la habilidad necesarias para construir y fortalecer las alianzas de
diversa naturaleza (políticas, sociales, económicas, militares) indispensables
para que el cambio sea sostenible, una FUERZA SERENA DE CAMBIO SEGURO, que
inspire confianza tanto en la Venezuela profunda como en la Comunidad
Internacional, pues en ambos espacios quieren que en nuestro país se produzcan
cambios pero no caos.
Una fuerza que logre lo que ya
alcanzamos en 2015: Que sea capaz de construir empatía con el ciudadano de a
pie, sobre todo con los pobres y los empobrecidos, para que el mensaje de
cambio democrático trascienda las redes sociales y las “zonas de confort”
tradicionales de la oposición venezolana, y sea victoriosa también en los
mayoritarios sectores populares del país, donde el barrio y la empobrecida
clase media luchan rudamente día a día para sobrevivir al hambre y la
inflación. Una fuerza social y política, en fin, cuyo objetivo por
supuesto sea sacar del poder al actual régimen ineficaz y corrupto, pero no
para sustituirlo por otro elenco de cazadores de renta sino para conducir una
transición a la democracia que a su vez abra paso a un proceso de
reconstrucción nacional que -además de sacar al país de la actual
crisis- permita y promueva el relanzamiento de
Venezuela como proyecto nacional, al basarlo no en los altibajos del
precio internacional del petróleo sino en el talento y en la productividad del
venezolano.
La construcción de una fuerza
social y política de esa naturaleza y con ese propósito no es tarea de un solo
individuo, grupo o partido… pero tampoco es un trabajo que pueda ser cumplido
“entre todos” si en ese “todos” el precio de la amplitud es la incoherencia.
DESLINDE NO ES IGUAL A DIVISIÓN
Para tener éxito en esta tarea es
indispensable el deslinde con el inmediatismo y sus falsas promesas, con la
demagogia y sus decepciones subsiguientes, con el caudillismo y sus agendas
ocultas individuales y grupales. Quienes coincidan con esta forma de
entender y vivir la lucha venezolana por la democracia y la libertad deben
tener la inteligencia y la valentía de acercarse, deben integrar un centro de
dirección reconocible, deben poner en la calle una política de oposición clara
al régimen y de defensa acérrima de los derechos económicos y sociales de los
pobres y de la clase media empobrecida, deben ser consecuentes con esos
sectores cuando esa defensa de los derechos económicos y sociales genere por
parte del gobierno también la violación de los derechos civiles y políticos de
los ciudadanos.
Este necesario deslinde no quiere
decir que sea imposible el reencuentro futuro con los sectores de la oposición
que en la actualidad tengan otros planteamientos tácticos, o incluso con los
que han optado por el radicalismo testimonial en vez de intentar caminos de
eficiencia política. Si estamos conscientes que la transición a la
democracia y la reconstrucción del país son tareas que implican necesariamente
el concurso de todos los venezolanos, incluso de muchos que hayan coincido con
el actual régimen, es claro que no se puede ser reacio al reencuentro con
opositores que tengan hoy una visión diferente de lo que debe ser el rol de la
oposición.
Pero ese reencuentro debe ser no en
torno a una ambición, a una siglas o a un ego inflamado. El reencuentro tiene
que ser en torno a una política. Y para que esa sea una política
justa, clara en su objetivo democratizador, en su planteamiento económico y en
su compromiso social, tiene que ser diseñada y colocada al servicio del país
desde un espacio coherente, no desde una “colcha de retazos”. Y si
esa política es recibida y apoyada por el país, tendremos entonces el eje en
torno al cual podrán articularse en el futuro todas las fuerzas que apuesten a
la reconstrucción de Venezuela.
El jueves 2 de noviembre, en la
primera plana del diario El Nacional, un titular se hizo eco del siguiente
anuncio: “Crean alianza sin AD, Un Nuevo Tiempo y AP”. La nota refiere que
“Primero Justicia, La Causa R y Voluntad Popular anunciaron en Maracaibo que
denunciarán juntos las irregularidades cometidas contra Juan Pablo Guanipa y
Andrés Velásquez y que propiciaran la unidad para las presidenciales de
2018”. Habría que esperar ciertamente mayores claridades sobre este
anuncio, pero es prudente advertir desde ya que ésta no es necesariamente una
mala noticia: “Deslinde” no es -no tiene porque ser- igual a división.
UNIDOS HEMOS GANADO, SEPARADOS
SIEMPRE PERDEMOS
Una noción de
elemental sentido común esta clara para todos los venezolanos: Si todos los
partidos, juntos, no pudieron derrotar al madurismo el 15 de Octubre,
difícilmente tendrán alguna oportunidad de lograrlo si lo intentan divididos. Cuando
hemos enfrentado al régimen unidos hemos ganado, como el 2 de diciembre del
2007 o el 6 de diciembre del 2015, o hemos avanzado de manera importante.
Cuando hemos enfrentado al régimen por separado hemos perdido.
Efectivamente, la conquista y
construcción de un futuro democrático para Venezuela sólo será posible en
UNIDAD, pero esa Unidad hay que refundarla, REINVENTARLA, y para que esa
reinvención no sea un cambio gatopardiano tal reagrupamiento debe darse en
torno a lo que desde 2016 evidentemente no ha tenido la oposición venezolana:
Una estrategia clara que defina cómo llegar al poder y de qué manera ejercerlo.
Hasta ahora la respuesta a esta cuestión fundamental se ha confundido con los
proyectos, agendas y legítimas aspiraciones de candidatos, grupos y partidos.
Cada quien tiene una estrategia para llegar al poder, “su” estrategia, aquella
en que su candidato es el “protagonista”. Esa manera de abordar el
tema nos ha llevado a la división, a la pugna interna y a entronizar una concepción
competitiva del liderazgo, en vez de una dinámica colaborativa.
Es hora entonces de cambiar la
manera de cambiar las cosas: Hay que tener obviamente una estrategia de poder,
pero la misma no será resultado de la imposición de la agenda de un grupo o
“candidato” sobre los otros candidatos y grupos por la vía de la “viveza”, de
jugar “posición adelantada”, de imponer políticas de hechos cumplidos o
utilizando los medios o las redes sociales para satanizar a unos y “canonizar”
a otros. Esas vías, que son las que lamentablemente han sido
utilizadas hasta ahora, no han conducido al triunfo de unos opositores sobre
otros, sino al deterioro de todos. Es momento de intentar otro camino.
Una vía posible podría ser la que
sugiere el titular que alude a la iniciativa de los partidos Primero Justicia,
Voluntad Popular y Causa R: Que aquellos factores que dentro de la
oposición democrática logren identificar entre sí mayores afinidades en lo
táctico y aun en lo programático se aproximen, unifiquen recursos y vocerías y
pongan sus propuestas en la calle; Igualmente, si -por ejemplo- Acción
Democrática, Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista, entre otras
organizaciones, lograran identificar similitudes en su manera de apreciar el
proceso político y en su forma de operar en él, sería muy útil que integraran
sus esfuerzos e igualmente plantearan sus propuestas e iniciativas a la
ciudadanía; De la misma forma sería positivo que Alianza Bravo Pueblo, Vente
Venezuela y otras formaciones con planteamientos similares en su caracterización
del régimen pudieran trascender sus coincidencias retóricas y
pasaran a emprender iniciativas políticas concretas, a las que el pueblo pueda
sumarse. Un ejercicio de esta naturaleza permitiría que sea la
ciudadanía democrática la que con su respaldo activo determine cual de esas
orientaciones será la que constituya la línea de conducta mayoritariamente
asumida por los demócratas venezolanos.
Esta relativa “autonomía de
acción” de las organizaciones políticas no es contradictoria con la existencia
de una plataforma unitaria común, que podría seguir llamándose MUD o adoptar la
denominación que se considere conveniente. De hecho, esa plataforma
unitaria como “paraguas común” debe existir al menos para tres propósitos: 1)
Para definir, mediante el ya aprobado método de las elecciones primarias, la
selección del candidato presidencial de toda la oposición; 2) Para determinar,
mediante el método del debate y el consenso, la construcción de aquellas
posiciones frente al régimen y al país que por su importancia excedan a las
organizaciones individualmente consideradas y aun a las alianzas parciales, y
que deban ser adoptadas por toda la oposición; y 3) Para ejercer ante la
comunidad internacional, gobiernos extranjeros y organismos internacionales, la
representación del conjunto opositor venezolano.
HASTA EL GRUPO DE LIMA EXIGE LA
UNIDAD DE LA OPOSICIÓN…
Sabemos que lo que planteamos
enfrenta un importante rango de dificultades. Pero también sabemos que la
alternativa es inaceptable: La victoria del madurismo, su
estabilización como régimen de dominación y el surgimiento y mineralización de
una nueva nomenklatura, una nueva oligarquía roja mas feroz que la que hemos
sufrido en estos 18 años, divorciada ya de los últimos vestigios de la vieja
izquierda e integrada por el “hombre nuevo” del post-chavismo, una mezcla de
gánster con “hombre de negocios turbios”, muy turbios, con el dinero suficiente
para pagar la asesoría cubana de como permanecer en el poder y asesores internacionales
en mercadeo político para vender al país y al mundo lo invendible.
También sabemos que así como la
Unidad es indispensable, también lo es superar el inmediatismo: todas las
soluciones “instantáneas” que éste nos ha ofrecido no sólo han sido falsas,
sino contraproducentes: Los sucesos de abril y diciembre de 2002 permitieron al
régimen copar la Fuerza Armada y desprofesionalizar a PDVSA, la abstención del
2005 permitió al proyecto autoritario adueñarse por completo de toda la
maquinaria del Estado, y todo el proceso de recuperación del campo democrático
que vivimos entre el triunfo en el referendo constitucional del 2007 y la
inmensa victoria en las elecciones parlamentarias del 2015 fue echado por la
borda cuando desde enero de 2016 algunos pretendieron ponerle al gobierno una
“fecha de vencimiento” distinta a la que
ordinariamente establece la Constitución, sin lograr otra cosa que
despilfarrar a la fecha 22 meses sin avanzar ni un milímetro en su declarado
propósito de salir del régimen, más bien retrocediendo, porque es evidente que
hoy estamos mucho más atrás de donde nos colocó la desperdiciada victoria del 6
de diciembre de 2015.
La actual crisis de la oposición
no es “sin precedentes”, como dicen algunos. De hecho, es muy
similar en diversos aspectos a la vivida en los años 2004-2005. Pero lo que no
tiene precedentes es que una crisis política tan profunda coincida, como ahora,
con una debacle económica y social. En 2004 y 2005 la clase media estaba
pendiente de lo que pasaba con el “Cupo Cadivi”, y los sectores populares
tenían aun esperanzas en la capacidad munificente de las “misiones” y otros
programas clientelares. Hoy el edificio de las promesas redentoristas se cayó.
Ya el régimen no promete el cielo, sino que amenaza con el infierno. La
sociedad aplastada por el hambre y la inflación ve perpleja como la dirección
opositora, en vez de señalar y construir los caminos para derrotar al gobierno
y salir de la crisis, se dedica a evadir responsabilidades, repartir culpas y
destruirse mutuamente.
Pero no es sólo el venezolano de
a pié el que exige a la oposición venezolana salir de su actual locura
autodestructiva. La comunidad internacional también ha sido clara que el apoyo
internacional a la causa de los demócratas venezolanos ni es eterno
ni es independiente de las muestras de madurez y racionalidad que la propia
oposición venezolana ofrezca. De hecho, en la Declaración de Toronto
emitida por el Grupo de Lima el pasado 26 de Octubre, los Cancilleres y
representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica,
Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú “Exhortan a las diferentes
fuerzas de oposición a mantener su unidad, ofreciendo un frente común
programático, como condición indispensable para lograr la solución de la crisis
venezolana”.
¿QUÉ HACER PARA QUE EL VIACRUCIS
NUEVAMENTE TERMINE EN UN DOMINGO DE RESURECCIÓN?
Desde el 6 de diciembre de 2015
hasta el 15 de Octubre de 2017 la oposición venezolana ha experimentado un
accidentado y acelerado tránsito de vida, pasión y muerte: El 6D tuvimos
vida, expresada en una victoria construida a pulso, contra pronóstico, frente a
un adversario que en el marco de aquella contienda puso presos a dirigentes
fundamentales (Ledezma), secuestró judicialmente partidos enteros (COPEI y el
MIN), cambió las reglas del juego sobre la marcha (imponer que la mitad de los
candidatos fueran mujeres DESPUES que la Unidad había escogido en primarias y
consensos a sus candidatos) y colocó al lado de la tarjeta de la MUD un
tarjeta-clon oficialista para generar confusión y estafar al elector.
Todo eso hicieron, y mucho más,
pero frente a cada maniobra oficialista hubo una Unidad que había previsto la
agresión, había preparado opciones alternativas, las ejecutó con éxito y…
terminamos ganando, a pesar del fraude estructural oficialista, porque esa
dirección política de la Unidad supo inspirar confianza en el electorado
opositor para generar el tsunami electoral que arropó y neutralizó el fraude, y
porque además supo defender con uñas y dientes cada voto del ciudadano, una
dirección opositora a la que los testigos no se le “extraviaron”.
Después vino la baja pasión del
inmediatismo demagógico, ofreciendo “salir del régimen” en semanas o meses,
abandonando la estrategia de aproximación progresiva y segura al poder y
apostando por diversas modalidades de la “vía rápida”, desde el Referendo
Revocatorio en 2016 hasta “La Salida parte 2” en 2017. Tras esta
“baja pasión” vino la muerte, tanto la física, literal, de más de 130 jóvenes
asesinados por la represión, como la muerte de una irresponsable apuesta
política, el fallecimiento de los espejismos y las ilusiones inmediatistas,
pues tras la derrota del remake de “La Salida” se produjo el desastre de las
elecciones del 15-O, ambos fracasos imputables al mismo sector dirigente que
desde 2016 logró diluir a la MUD y prácticamente secuestrar la dirección del
movimiento opositor.
Para que ocurra la resurrección
de la esperanza democrática es preciso que la oposición política se dote de las
herramientas que le permitieron alcanzar la victoria hace apenas 24 meses:
Dirección colectiva, hoja de ruta consensuada, vocería coherente y un discurso
y una praxis política que atienda y priorice la situación de la mayoría popular
y de la clase media empobrecida. Con todo lo importante que hoy son
las redes sociales, debe recordarse que las mismas son una tecnología y una
racionalidad para interactuar con la sociedad, NO PARA SUSTITUIRLA. Hay que
“hacer política” no desde el Periscope, con el Instagram y para el Twitter,
sino desde la gente, con la gente y para la gente.
Sólo así, consideramos, la
oposición política venezolana dejará el tortuoso atajo de las derrotas y
volverá al ancho camino de las victorias. Ponemos estas ideas y propuestas a
disposición de dirigentes y partidos, pero sobre todo las ofrecemos para su consideración
y debate en las organizaciones sociales y comunitarias, pues estamos
convencidos de que sólo la firme exigencia de la los ciudadanos y sus
organizaciones de base hará posible que la dirigencia política se coloque a la
altura de la crisis y de las exigencias del país.
¡Palante!
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