Por: Ismael Pérez Vigil. Politólogo.
Caracas, 20 de abril de 2018.
En la situación que vivimos –que pretende ser de “auge de masas”, para utilizar una jerga supuestamente revolucionaria, aunque ya en decadencia– las enseñanzas de J.A.C. Brown, a quien cité la semana pasada (https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2018/03/10/nuevo-repunte-de-la-sociedad-civil/), son particularmente aleccionadoras, tanto, que me permito resumirlas libremente.
Señala este autor que las ideologías totalitarias, sean marxistas, fascistas o nazis, aunque opuestas en contenidos intelectuales, son muy similares en cuanto a que ejercen un atractivo emocional y tienen un discurso muy poderoso en todos aquellos que se conectan con el mensaje y se sumergen encantados en los movimientos de masas, sometiéndose fácilmente y sin resistencia a una autoridad superior que sienten que les guía y representa. Todos los movimientos de masas reclutan sus seguidores en los mismos grupos humanos y atraen personalidades similares; por eso, cuando uno de ellos crece, por lo general lo hace en detrimento, a expensas, del decrecimiento de los otros, sonsacándoles sus miembros y es por eso que sus militantes son intercambiables y suelen transformarse en seguidores de otro cualquiera de estos grupos.
Un movimiento de masas de carácter fanático religioso, fácilmente se convierte en uno social o nacionalista y todo movimiento social se puede transformar fácilmente en un movimiento nacionalista o de carácter religioso. Las experiencias históricas abundan y en países culturalmente disímiles; desde Turquía, hasta Inglaterra, las revoluciones sociales se convirtieron en nacionalistas o movimientos religiosos.
Por esta razón, cuando un movimiento político de masas o un partido tiene en sus raíces, en su génesis, la semilla totalitaria, como necesariamente tiene que competir con otros movimientos y sus exigencias de lealtad para captar adeptos, termina oponiéndose a la religión y a la familia y tratando de manipular la educación, pues esas son las agrupaciones u organismos sociales que tienen las emociones más profundamente enraizadas.
Los nazis, los fascistas, los nacionalistas turcos, los revolucionarios franceses, los comunistas rusos, los maoístas, son o fueron anti religiosos e intentaron substituir la religión con su propia ideología. Paradójicamente tienen éxito no en donde hay más pobres, pues si así fuera, toda Asia, África y gran parte de América Latina estarían bajo uno de estos regímenes; su éxito no es proporcional a la miseria y al descontento, sino que triunfan en donde hay más resentidos, repudiados, frustrados, grupos minoritarios o socialmente inadaptados o excluidos y suelen seleccionar sus líderes, no entre los que están teóricamente más preparados, sino entre aquellos que mejor reflejen y encarnen sus sentimientos de reclamo, denuncia y condena.
La dictadura se sostiene en el poder en Venezuela por el arbitrario uso y control de los recursos del estado, la expoliación a los derechos de propiedad y la irracional amenaza de las armas; pero lo ideológico que hemos venido analizando puede explicar la importante y representativa permanencia del “mito de Chávez” en algunos sectores populares, estimulado de manera consciente y permanente por el aparato publicitario de la dictadura, para mantener, acríticamente, irracionalmente, la pasión y lealtad por el líder fallecido con vistas a mantener un supuesto apoyo electoral.
La atracción del mito, del caudillo fallecido, se ha ido deteriorando, pues el “carisma” –a menos que sea profundamente espiritual o religioso– difícilmente sobrevive a la desaparición física del líder; la estrategia entonces, además del uso de la violencia, se refuerza –como vimos en las pasadas elecciones de gobernadores– con la “manipulación” de los resultados electorales y las trampas desembozadas para mantenerse en el poder a toda costa.
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