Por: Ismael Pérez Vigil. Politólogo.
Caracas, 29 de junio de 2018.
Sin intención de ser cruel o escabroso, nada entretiene más al ser humano que narrar el infortunio de otro ser humano, sobre todo si lo considera su rival o adversario. Y esta situación retrata perfectamente las pugnas internas que se suscitan en el campo de la política opositora.
Aquello de que “los hermanos sean unidos” o el refrán popular: “el que le pega a su familia se arruina”, sabemos que no se cumple en política, en donde los personajes son más “bíblicos”, y es más fácil que “Caín” mate a “Abel”, una y mil veces, que pensar que éstos dos hijos de Adán se unan para propinarle una paliza a un tercero.
Hoy tenemos además el factor del mundo globalizado, que a través de la “magia comunicacional”, digital, y las redes sociales nos permiten ver con lujo de detalles todo tipo de “fraternales” pero sanguinarias disputas. Por ejemplo, las que se dan, entre candidatos demócratas y republicanos en los EEUU, para alcanzar la nominación de sus propios partidos; o escenas de parlamentos, en todas partes del mundo, en donde se intercambian todo tipo de calificativos e insultos y rápidamente se llega a las manos. Lamentablemente, al mismo tiempo esa “magia comunicacional” también permite al mundo, a nuestra tan apreciada “comunidad internacional”, darse cuenta de que los venezolanos no somos una excepción y que más bien confirmamos con creces esa regla.
Sin embargo, con excepción de nuestra cultura digital, masiva y "en línea" que sin duda los potencia, los pleitos internos de la oposición hoy en día no son para nada diferentes a los que siempre tuvimos; desde la quinta, hasta la primera República ambas incluidas; no en balde aquello del Libertador en su último lecho: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión…” Todo lo más, estamos comprobando que no sólo no hemos avanzado un paso, sino que hemos retrocedido cientos de ellos; o en el mejor de los casos, que estamos dando vueltas en círculos rumiando nuestras propias miserias y disputas.
Para considerar y reflexionar, no es nada nuevo lo que hoy nos pasa en el campo opositor y en la acera de enfrente ─entre los que apoyan a la dictadura─, solo que ellos, llenos de culpas y con muchos intereses de poder de por medio son un tanto más discretos, al menos ¡Por ahora!
Haciendo un poco de menudencia histórica, por ejemplo, los trapos más sucios se los han sacado los pre candidatos de Acción Democrática (AD) a sus propios compañeros de partido. Fue Luís Piñerua quien nos ilustró con aquello de que Jaime Lusinchi era un “gurrumino”. Otro ejemplo, los social cristianos son los que peor se han referido a los suyos. Así que lo de Voluntad Popular hace unas semanas no tiene nada de nuevo. Y así pudiéramos hacer un repaso por todos y cada uno de los partidos. Por lo tanto, que las cosas en el campo de toda la oposición se diriman de la forma que estamos viendo, tampoco puede sorprendernos.
Lo cual no quiere decir que eso sea algo que debemos dar por “normal”, algo a lo que debamos acostumbrarnos o de lo que podamos sentirnos orgullosos, sobre todo si lo que tenemos enfrente son 18 años de régimen no democrático, hoy devenido en franca y abierta dictadura. E insisto, la caterva de insultos que nos propinamos entre nosotros, no solo no corrigen ninguno de los defectos o vicios que podamos tener, sino que dificultan cualquier posible comunicación a la que a futuro debemos aspirar.
En todo caso, hasta son aceptables las diferencias de opiniones, las discusiones internas; pero lo que no es aceptable es que haya transcurrido más de un mes desde el 20M y haya una ausencia casi total ─nótese el “casi” ─ frente a la opinión pública de propuestas opositoras con relación a los graves problemas que vive el país y la manera de enfrentarlos. Las discusiones internas solo son aceptables si externamente se ve, de manera clara y notoria, a cada uno de los partidos o grupos políticos trabajando por lo que creen, llevando esas ideas a la discusión pública, denunciando los desmanes de la dictadura y proponiendo alternativas a un pueblo cansado y agotado por tanta penuria.
¿Dónde está el accionar político, masivo, constante, para llevar ante las grandes masas del país lo que se está haciendo para que se produzca el salto de conciencia que permita al venezolano común de nuestro país relacionar sus penurias de la hiperinflación, el hambre, el desabastecimiento y la inseguridad con la ineficiencia del Gobierno dictatorial?
Establecer esa relación depende de la acción política que desplieguen los partidos, los de la MUD y los otros o anti MUD, a partir de proyectos y programa concretos, explícitos, compartidos o no, de modificación y transformación de la sociedad venezolana y de cuya discusión no deben excluir a nadie, incluida buena parte de la población ─afortunadamente cada día menos numerosa─ pero que aún se dice chavista.
Hemos afirmado y defendido la idea de que la oposición tiene un programa y metas concretas, ofertas realmente positivas acerca de la Venezuela que queremos, la que se quiere construir. Hay propuestas alternativas en lo político, lo jurídico, lo social, la seguridad personal y pública, la agricultura y la ganadería, el turismo, la educación a todos sus niveles, el desarrollo tecnológico, el desarrollo de determinadas regiones del país, el desarrollo industrial, etc.
¿Por qué no es eso lo que esta sobre el tapete de discusión y solo están las diferencias ─supuestamente estratégicas o tácticas─ en cuanto a la vía para salir de la oprobiosa dictadura?
Solo cuando ese deje de ser el tema de discusión y el primero sean las alternativas, las propuestas, comenzaremos a ver luz al final del túnel.
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