En la segunda guerra mundial, las tropas aliadas que derrotaron al ejército alemán en el norte de África avanzaron por el sur de Europa, en camino a Berlín. Los soviéticos, que resistieron el asedio alemán, contra atacaron Alemania desde el este; y las tropas aliadas, por el noroeste, después de desembarcar en Normandía se dirigieron también a Berlín. Hitler fue derrotado militarmente y se suicidó. No hubo diálogo, no hubo negociación.
Mientras tanto, los Estados Unidos, que habían entrado en la guerra tras ser atacados por Japón en Pearl Harbor, derrotaron navalmente al Japón y cuando se dieron cuenta que tendrían que desalojar a los japoneses isla por isla en el Pacífico, bombardearon Nagasaki e Hiroshima con la nueva y poderosa arma nuclear, que mató a miles en solo dos golpes. Los japoneses, militarmente derrotados, se rindieron incondicionalmente. No hubo diálogo, No hubo negociación.
Hay innumerables relatos y ejemplos, pero los anteriores son probablemente el desiderátum, el modelo a citar, dos de los ejemplos favoritos por parte de quienes consideran que la solución a la crisis venezolana es una salida militar. Pero las preguntas que surgen, inevitablemente, son: ¿Dónde está la poderosa “arma nuclear”, secreta, lista para ser usada por la oposición, para disuadir al usurpador y obligarlo a renunciar? ¿Dónde están las fuerzas militares aliadas dispuestas a invadir Venezuela, como invadieron Europa, ahora que incluso, hasta la OEA de Almagro clama por "la restauración pacífica de la democracia" y llama "a que se convoquen elecciones presidenciales libres, justas, transparentes y legítimas lo más pronto posible”?
Ni esa poderosa arma nuclear, ni esas tropas aliadas, existen, y quienes claman por la opción militar no lo mencionan; y muchos otros: analistas políticos, periodistas, dirigentes políticos y de organizaciones de la sociedad civil, callan también. Hay un cierto y sospechoso temor a no “molestar”, a no “herir la sensibilidad” de una supuesta opinión pública que nadie conoce bien cómo piensa, aunque –supuestamente en su nombre– se manifieste con virulencia el enjambre de la antipolítica en las redes sociales, favoreciendo esta opción para superar la crisis venezolana.
En algunos casos hacen llamados que saben que no se cumplirán, pero con ellos lo que buscan es desprestigiar y desplazar a la dirigencia política que ahora encabeza la oposición. Pero, en otros casos, son llamados “grandilocuentes” a una acción armada que la mayoría de los que los hacen saben que no tiene ningún destino, ninguna posibilidad, ni utilidad, pero les permite figurar como “radicales heroicos” a la par que tranquilizan su conciencia.
Pero la realidad es terca y vuelve entonces la palabra maldita: “negociación”, a quedar sobre la mesa como única opción ante lo que ya señaláramos la semana pasada (https://ismaelperezvigil. wordpress.com/2019/06/28/la- transicion/ ) de un “empate” en una confrontación en la que ninguno de los dos bandos tiene la posibilidad de imponer su voluntad al otro.
Sobre la negociación –que se dará, no importa donde– sabemos bien cuál es el objetivo que persigue la oposición: acabar con este régimen de oprobio, que implica la salida del usurpador y al final, la convocatoria a unas elecciones libres, democráticas y observadas de cerca por la comunidad internacional. No está, sin embargo, tan claro que es lo que persigue la dictadura y sobre todo cuales son las razones que la llevan a la mesa de negociación.
No soy de los que piensa que es por ganar tiempo, pues ellos tienen todo el tiempo que les da la fuerza de las armas; y no parece realista pensar que quien tiene todo el poder y la fuerza física para mantenerlo, lo va a entregar sin más y se va a “retirar” dejando el terreno libre y despejado, exponiéndose además a que muchos de sus personeros vayan a la cárcel, al exilio y entreguen fortunas mal habidas.
Esa “decisión” de negociar por parte de la dictadura, tampoco es –ni mucho menos– un acto “magnánimo” de reconocimiento y arrepentimiento por los errores cometidos; creo que se debe a dos premisas y tres factores, al interior del chavismo, que presionan por una salida y que se deben analizar.
Una premisa es que el país es política y económicamente ingobernable para la dictadura; el régimen no dispone de medios económicos para resolver ninguno de los graves problemas del país –aunque le interesara– y recibe más por ingresos ilegales o irregulares, que petroleros y desde el punto de vista político, solo le es posible sostenerse en el poder por la fuerza y repitiendo episodios como el arresto arbitrario de diputados, muertes y asesinatos y otros actos de represión, abusos y torturas.
La segunda premisa es que existe una “oposición” que no ha podido ser derrotada tras 20 años de represión y que hoy cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de la población y –lo más importante, lo que de verdad afecta al régimen– con poderosos aliados de la comunidad internacional, que podrían hasta llegar a ser, dado un caso extremo, una amenaza militar creíble.
Los tres factores al interior del chavismo que se conjugan para buscar una negociación son, en resumen:
1- Un sector, civil y cívico-militar, ligado a la dictadura que ha logrado “posicionarse”, nacional e internacionalmente, gracias a los “negocios” que ha podido hacer, con y a la sombra del régimen, en estos 20 años. De producirse una “salida de fuerza” del régimen perdería todo o casi todo y por supuesto esa no es la alternativa que desea. Una negociación, si no están involucrados en violación de derechos humanos o acusados de narcotráfico, les permitiría salvar lo salvable. Ese grupo presiona fuertemente para un proceso de deposición del usurpador y negociación con la oposición y sus aliados.
2- Un sector militar, que conserva rasgos de institucionalidad y que no ha estado involucrado o muy involucrado en actos de corrupción, en “negocios” con el presupuesto nacional en compras de alimentos e importaciones y, sobre todo, que no ha participado en delitos de lesa humanidad y que no está acusado de narcotráfico, que ve en la salida del régimen una oportunidad de continuar su carrera militar y por tanto presiona e incluso participa y promueve actos de rebelión. En estos últimos meses hemos visto manifestarse, en grupo e individualmente, a este sector en diversos eventos y hasta han favorecido la libertad de presos políticos opositores.
3- En menor grado, pero de influencia no despreciable, un sector internacional –Rusia y sobre todo China– que públicamente apoya al régimen, pero que ve en la salida de la dictadura una vía para salvar sus inversiones y negocios en el país y, principalmente, una vía para mejorar su posición negociadora internacional con los Estados Unidos y Europa y, sin quitarle el apoyo al régimen, probablemente lo presiona para que se dé una salida negociada del gobierno de usurpación.
Estos tres factores se conjugan y parecen ser, por momentos, tan poderosos como para neutralizar a otros factores internos, cívico-militares, o militares, ligados a la dictadura, involucrados en la corrupción, la violación de derechos humanos, el ejercicio de la violencia por parte de colectivos, milicianos, guerrilleros colombianos o delincuentes comunes, etc. Este grupo cívico-militar es el grupo que más resistencia pone a un cambio de régimen mediante una negociación, pues saben que eso sería su fin.
La situación que permita una salida negociada, con elecciones verdaderamente libres, se resolverá en la medida que la oposición y sus aliados internacionales logren mantener la presión interna y la amenaza creíble de una intervención internacional, que obligue a que el sector militar, único sostén de la dictadura, incline la balanza para una salida negociada a la crisis que vivimos.
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