martes, 5 de noviembre de 2019

Ecuador, Chile y otros



Por Ismael Pérez Vigil



Ahora a todos nos parece obvio lo que no fuimos capaces de anticipar, la derrota de Macri en Argentina, los disturbios en Ecuador, la revuelta en Chile, el cuestionamiento al “triunfo” de Evo Morales en Bolivia, y otras convulsiones sociales más en otras latitudes. Siempre es más fácil entender todo después de que sucede y surgen todo tipo de datos y cifras que nos muestran que “estaba a la vista” lo que nadie veía.
En realidad, yo no quiero caer en complejas –para mí– interpretaciones sociológicas, incluso después de ocurridos los eventos, cuando todo se ve más claro, aunque nadie logre entenderlo muy bien ni, como he dicho, anticiparlo. Pretendo solo reflexionar y de manera tangencial, con relación a lo ocurrido, por ejemplo, en Ecuador y en Chile, y la relación que algunos establecen con el régimen de Venezuela.
Muchos ya han explicado las razones y causas para los estallidos en Ecuador y Chile. Para mí se destaca que en Ecuador hay una gran organización y presencia del movimiento popular e indigenista que se vio detrás de la protesta; y en Chile, muchos atribuyen los acontecimientos a la profundidad de las desigualdades sociales, a pesar del crecimiento y la riqueza innegable del país como un todo. Hay razones objetivas y particulares en cada uno de estos países, que son diferentes, a pesar de las similitudes, pues todo estallido y la violencia que provoca, son siempre iguales. Mas allá de cual haya sido el detonante, en este caso atribuido al alza de los pasajes de metro, aunque la combustión inicial pudo ser espontánea o por efecto demostración de lo ocurrido en otra parte, entre las causas no se pueden desestimar o descartar la actuación de algunas agrupaciones de extrema izquierda, oportunistas y locales, pescando en rio revuelto. O la mano oscura de la izquierda del continente y de algunas organizaciones políticas ideológicamente cercanas al Foro de Sao Paulo, al Grupo de Puebla y a los regímenes de Cuba y Venezuela. Pero eso hay que matizarlo.
Que estos regímenes tengan la mano agitando en esas procelosas aguas y sean los responsables absolutos de lo ocurrido me parece un simplismo que tiene más de mito y fantasía que de realidad. Tampoco voy a cometer el dislate de negar la participación de movimientos radicales de izquierda inspirados en el Foro de Sao Paulo en los acontecimientos en América latina; pero culpar al Foro de Sao Paolo y al Grupo de Puebla, que son unas entelequias, que no tienen una organización real, existente, actuante, es un salto en la explicación que yo no daría, pues sería atribuir a estos “entes” una racionalidad, recursos y coordinación, que dudo mucho que tengan. Sin duda alguna los “protagonistas” de los hechos se habrán “inspirado” en las ideas y soflamas de estos entes, y sin duda también detrás de todo lo que ocurre en Latinoamérica están las mismas fuerzas oscuras, ideológicamente hablando, pero no es igual producir panfletos y documentos señalando planes y estrategias incendiarias, que organizar las revueltas populares. El papel aguanta más que la realidad.
Sin embargo, no me cabe duda que al menos el régimen de Venezuela va a tratar de hacernos pensar que ellos tienen un omnímodo poder para intervenir de esa manera en otros países. Eso cuadra muy bien con su conocida estrategia de intimidación y de recuperar “imagen” en el escenario internacional, que hoy tiene como socialismo fracasado y violador de los derechos humanos. De manera que alguien que no es capaz de ganar unas elecciones sin hacer trampa, que necesita que la fuerza armada lo sostenga en el poder, que no es capaz de tomar ninguna medida contra la inflación, que no puede resolver ni uno solo de los problemas del país –ni siquiera proveer de bombonitas de gas a los venezolanos para que puedan cocinar–, ¿se le va a atribuir la demiúrgica capacidad de hacer tambalear los gobiernos de otros países?, no parece creíble. Ganas de tener ese “poder” de agitación no le faltan a la dictadura venezolana, pero capacidad es lo que dudo que tengan, aunque traten de sacarle partido político con declaraciones y bravatas, de las que rápidamente reculan y se retractan en cuanto surgen reacciones o siente el temor a las represalias.
Hasta pareciera que es una maniobra, un tanto suicida, de parte de la dictadura venezolana, eso de insistir en su capacidad de agitar políticamente a los vecinos, hasta desestabilizarlos, pues es dar argumentos y poner en bandeja la justificación para la posibilidad de sanciones internacionales más severas y hasta una potencial intervención; este episodio de hacerse “propaganda” con los disturbios en Chile y Ecuador, u otros países, les puede salir más costoso que la evidente “propaganda” que se hizo y están haciendo con el tema de los DDHH en la ONU. De allí que el usurpador del poder en Venezuela haga malos chistes sobre su participación en los acontecimientos y que desee vivamente que le crean, para que se piense que quien no tiene el más mínimo poder y capacidad de resolver nada en su país, si la tiene para intervenir y convulsionar al mundo.
En esa tarea de tratar de atribuirse alguna “gloria”, que no la tiene, con lo que ocurre en otros países, el régimen cuenta con el “apoyo” –espero que involuntario– de un sector de la población y de la oposición, que siempre “ven” la mano de la dictadura y el mítico Foro de Sao Paulo, en todo lo que ocurre en el subcontinente, y algunos más allá. Desde luego no dudo de la mala intención de los integrantes del fatídico Foro, o del regocijo de los regímenes de Cuba y Venezuela con lo que está ocurriendo, de las ganas de intervenir en los procesos políticos de todos los países y hasta de alguna participación –justamente por ello es que espere hasta hoy para referirme al tema– pero ciertamente dudo que el referido Foro tenga hoy la capacidad y los recursos para hacerlo, de la manera masiva como se presentaron los hechos; entre otras cosas porque los recursos para esas actividades en el pasado siempre fueron aportadas por el gobierno socialista de Venezuela y hoy no está muy boyante de recursos.
Sin desestimar las “conspiraciones internacionales” de la izquierda radical, del Foro de Sao Paulo, del Grupo de Puebla o de los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela, apoyados por el narcotráfico, o de identificar los grupos radicales de izquierda como actores inmediatos, podría ser más útil investigar en las causas profundas de este contagio de convulsiones y estallidos que se producen en algunas partes del mundo. Averigüemos porqué nuestros pueblos son caldo de cultivo fácil para los Chávez, los Correa, los López Obrador, los Ortega, los Kirchner, los Fernández, u otros demagogos de turno, que se aprovechan de las circunstancia concretas de nuestros países, de los disturbios que generan radicales y terroristas, de los problemas que enfrentamos y no podemos resolver y con ofertas populistas captan el favor y los votos de nuestros conciudadanos, para profundizar más los problemas y terminar de llevar a la ruina y la desolación a nuestros países.
Hay demasiados interrogantes y muy profundos como para que los despachemos simplemente con una teoría conspirativa que tiene como protagonista a una izquierda vetusta, desadaptada y frustrante, por más que los integrantes del Foro de Sao Paulo o Grupo de Puebla tengan, o quieran tener, su mano metida en eso. Vayamos a la comprensión de las causas más profundas y seguramente allí encontraremos el camino para una solución.

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