Recientemente escribí un
artículo por este medio que se denominó y así se publicó “Hay que despertar”.
El mismo forma parte del mensaje que fuera promovido por todos los medios de
comunicación a propósito de la visita a Venezuela del papa Juan Pablo II. El
mismo indicaba “que había que despertar, reaccionar y de mi parte, yo le
agregué que había que actuar”.
Su sentido debió tener el
mensaje, tratándose del origen, de dónde se publicaba: nada menos y nada más
“El Vaticano”.
En Venezuela el contenido
inicial del mensaje nos obliga a someterlo a un rigoroso análisis social,
económico y político de las causas, efectos y consecuencias de la manifiesta
crisis que ha conducido al país a la situación en que está actualmente.
Todos sabemos que despertar,
reaccionar y actuar no es fácil. El país ciertamente está inmerso en un
laberinto de magnitud imponderable en un mar de confusiones nos indica que hay
que agilizar el despertar y con el reaccionar frente a las acciones necesarias
según lo indican las circunstancias.
En ese orden no podemos
quedarnos en acciones pasivas contemplativas, esperando al mesías que nos salve
a todos sin que de nuestra parte nada hagamos. No puede ser qué discursos
adormecedores nos impidieron palpar que paulatinamente estamos perdiendo el
país que ya sido hipotecado a imperios que en nada se diferencian con los que
presuntamente son los responsables de la crisis actual en Venezuela. Sería
bueno que nos preguntáramos que diferencia comparativa existe entre la bota de
los EEUU y sus aliado. Seguramente descubriremos que ninguna.
Elevado será el precio
humano que nos costará, sino despertamos a tiempo y con valentía.
El problema no es meramente
despertar; el problema es saber porque hay que hacerlo, cuando… y para qué. La
salvación no es un asunto de mesías, ni de aliados a los que hipotecamos en
especial la libertad, la dignidad. En este orden no dejare de tomar en cuenta y
citar el preámbulo de la constitución de la república bolivariana de Venezuela.
Preámbulo
El pueblo de Venezuela, en
ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el
ejemplo histórico de nuestro libertador Simón Bolívar y el heroísmo y
sacrificio de nuestros antepasados aborígenes, y de los precursores y
forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de refundar la
República para establecer una sociedad democrática, participativa y
protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y
descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la
paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y
el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a
la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la
igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación
pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración
latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y
autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los
derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme
nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como
patrimonio común e irrenunciable de la humanidad.
En mi opinión es aquí donde
está centrado el contenido social, económico y político de la Venezuela que
todos aspiramos lograr en nuestra patria.
El tiempo de seguir
esperando el mesías ya se acabó. Solo el pueblo salvará al pueblo de rescatar
la democracia legítima y necesaria al destino digno de la patria. El rumbo al
que se le quiere conducir por potencias desatinadas tienen que ser rechazadas
por quienes poseemos la verdadera legitimidad; sabiamente contenida en nuestra
carta magna. Por eso hay que despertar, reaccionar y actuar.
Ex presidente de CECONAVE (Central Cooperativa Nacional de Venezuela)
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