Enero 2021
Con
mayor frecuencia vemos que analistas, periodistas, “opinadores” de oficio, y
toda clase de personas influyentes –esos que hoy denominamos con el anglicismo
de influencers– desgranan en prensa y redes sociales su preocupación acerca del
futuro político, inmediato, de
Venezuela. No es para menos, pues con la llegada de enero de 2021 se nos viene
encima una muy complicada y difícil etapa.
Quien
no lo haya hecho aún, es pertinente que se pregunte: ¿Qué vamos a hacer?, es
decir, más concretamente: ¿Cuál será la estrategia de la oposición para enfrentar
al régimen dictatorial, autoritario, que gobierna al país? La pregunta no es
retórica y como ven, la personalizo, no va dirigida solo a los políticos, a los
partidos, sino a todos los venezolanos que nos oponemos a este régimen de
oprobio.
No
creo descubrir la rueda ni inventar la pólvora al describir la situación con la
que nos vamos a encontrar a partir de enero de 2021, pues muchos ya lo han
hecho, simplemente la voy a resumir para que todos nos ubiquemos en la misma
situación.
Comencemos
por el lado del régimen; éste se dispone a elegir el 6D una Asamblea Nacional
(AN) a su medida. Poco le importa cuantos concurran y voten en el proceso, su
CNE siempre puede poner el número que le resulte más conveniente; como hizo con
la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que “acomodó” un número de votantes,
con el único requisito de que fuera superior al de la consulta popular
opositora efectuada dos semanas antes, el 16 de julio de 2017. Tampoco le
importa mucho que a esa “elección” no concurra la oposición democrática; más
bien todo su esfuerzo estuvo claramente dirigido a que no concurriera, para
evitar riesgos innecesarios o verse en la necesidad de perpetrar un fraude
mayor. Le basta y sobra con su oposición a la medida, la constituida por sus
execrados aliados de la izquierda y los de la llamada “mesita”, que es
improbable que puedan darle un “susto”, mucho menos sí para colmo van divididos
en varios pedazos. Alguno de estos grupos, individualmente o
“convenientemente”, lograrán alguna diputación, pero en un número que ni
siquiera estará cerca de poner en peligro el objetivo del régimen de contar con
los 2/3 de la futura AN.
Tampoco
le quita el sueño al régimen no tener la aprobación de la comunidad
internacional; después de todo tampoco la elección de la ANC y las
presidenciales de 2018 la tuvieron, y allí está el gobierno de facto. Al
régimen le basta con que sus aliados internacionales –Rusia, China, Irán, Cuba,
Nicaragua, Turquía, y algunos otros– reconozcan dicha Asamblea y acepten
gustosos los acuerdos internacionales que ésta les va a aprobar, para dar
“seguridad jurídica” y tapar todos los negocios y trapacerías que ahora están
realizando.
El
régimen, claramente, persigue tres objetivos importantes, ya ampliamente
descritos, por eso apenas los menciono: uno, sacarse de encima la actual AN
dominada por la oposición y que le aprobó un gobierno interino; dos, asestarle
un golpe noble a la oposición democrática, que a partir de enero no contará con
una representación parlamentaria ni con un gobierno interino que puedan ser
reconocidos internacionalmente y tres, contar con una AN que, como ya señalé,
facilite los negocios del régimen con sus socios internacionales
Del
lado de la oposición, enero de 2021 se presenta poco auspicioso. La oposición,
a pesar de ser la mayoría en el país, de acuerdo con la última medición
electoral en la que participó y de acuerdo con todas las encuestas, permanece
inmovilizada, desanimada, lamentándose de su suerte, totalmente postrada,
desmoralizada y dividida.
Descontando
la fracción que se anotó con el régimen para concurrir al proceso electoral –y
que en consecuencia eligió “amoldarse” a sus exigencias, las actuales,
electorales, y las futuras, que no sabemos a dónde la llevarán– la oposición se
fragmenta en varios pedazos.
Desde
el punto de vista organizativo vemos un primer sector, constituido por una gran
mayoría que se agrupa en el llamado Frente Amplio, pero que no tiene una clara
estrategia de acción y movilización. Hasta el momento ha decidido dos cosas:
una, abstenerse de participar en el proceso electoral del 6D, cuyas
consecuencias prácticas vimos más arriba; y la otra es emprender, al parecer
sin mucho ánimo y no unánimemente, la tarea de organizar una “consulta
popular”, sobre la que hay algunas dudas importantes y no se termina de tener
claro sus aspectos organizativos, lo que compromete –a gran escala– sus
probabilidades de éxito.
Hay
un segundo sector, que algunos denominan o ven más “radical”, pero menos
numeroso y representativo, aunque un tanto más ruidoso y activo en redes
sociales, pero que parece resignado a esperar una improbable intervención
internacional externa, que algunas veces han definido eufemísticamente de
“fuerte”, denotando así su carácter aparentemente militar, pero que sin embargo
inmediatamente niegan, preguntándose “quien ha dicho tal cosa…” Su tarea, en
buena medida, se concreta en diferenciarse y criticar todas las iniciativas de
la oposición mayoritaria, a la que obviamente aspira reemplazar en el tablero
político.
En
lo organizativo también, hay un tercer sector, constituido por los disidentes
del llamado chavismo, que no terminan de romper con el supuesto “ideario” de
Hugo Chávez Frías, pero que obviamente no se identifican con el actual régimen
madurista; algunos de sus factores más significativos ya tienen más de un
lustro de disidencia, pero tampoco ha sido fácil su plena incorporación al
conjunto de la fuerza opositora.
Pero
lo más grave es que fuera del marco organizativo de la oposición está la
inmensa mayoría de ciudadanos comunes, del pueblo venezolano. Algunos,
afiliados a organizaciones de la sociedad civil que, en el mejor de los casos,
deambulan sin rumbo alrededor de los partidos; otros que rechazan a los
partidos, con las ya clásicas consignas “antipolíticas” y “antipartidos”;
otros, la gran mayoría, el peor de los casos, que permanecen inertes,
desmovilizados, frustrados, apáticos, frente a la situación política del país,
buscando desesperadamente una solución individual a sus penurias.
Afortunadamente,
en este sector ciudadano y de la sociedad civil, hay una inmensa mayoría de
ciudadanos que cada día se manifiesta y protesta por los más diversos y válidos
motivos, con una motivación claramente política, pero poco precisa en su
intención de orientarse y organizarse en contra del régimen y que en
consecuencia es poco eficaz.
De
esta manera, ante el panorama descrito, la “oposición mayoritaria” tiene varias
tareas que llevar adelante, desde ahora y sobre todo a partir de enero de 2021.
Una es interna; y me refiero a lo interno de cada organización, para concluir
–o iniciar– sus procesos de renovación, volverse más democráticos y
participativos, tarea pendiente desde hace varios años, que al no resolverse
deja puertas abiertas y facilita que se produzcan las disidencias que vimos
recientemente, que dio origen a los llamados “alacranes” y “mesitas”; otra
tarea, también interna, de conjunto, es dirimir rápidamente o diferir las
disputas internas por el control político de la coalición opositora, para
lograr orientar y canalizar políticamente todas esas protestas espontáneas,
diarias, que se producen en el país.
Sin
embargo hay una importante tarea externa que llevar adelante y es la de continuar
la relación con la comunidad internacional que ha venido apoyando desde hace un
par de años al gobierno interino y que ahora se le hará más difícil concretar
ese apoyo, al no contar con una representación parlamentaria, ni con un
gobierno interino.
Para
esa tarea son importantes dos elementos; uno de ellos se volverá cada vez más
peligroso a partir de enero de 2021, fecha en la cual el régimen controlará
todas las instituciones del estado, sus recursos, el sistema de justicia y
carcelario, todo el aparataje represivo; me refiero a mantener la denuncia de
las violaciones de los DDHH y la situación crítica en la que vive el pueblo
venezolano por la compleja crisis humanitaria; el segundo elemento que en este
contexto de inamovilidad en el que estamos inmersos no se debe despreciar y
adquiere gran importancia es participar en la “Consulta Popular”, que más allá
de la especulación o argumentación de su carácter vinculante con base en el
Artículo 70 de la Constitución, su significado puede ser mostrar al mundo, a la
comunidad internacional, a nosotros mismos y al régimen, que la oposición
venezolana sigue viva, activa y en disposición de luchar contra la dictadura
que la oprime.
En
este contexto es importante que no olvidemos que 2021 es año electoral –de gobernadores,
alcaldes, concejos, asambleas legislativas–- y que al llegar a la mitad del
periodo del presidente usurpador, se abre la posibilidad, nuevamente, de un
proceso revocatorio. Por eso es necesario abrir nuevamente la discusión: ¿Nos
vamos a mantener en una posición abstencionista? ¿Vamos a luchar por unas
elecciones justas, democráticas, imparciales, etc.? Son preguntas que a nadie
gustan, pero es una realidad política que está allí, que se nos viene encima y
a la cual habrá que dar respuesta.
Una
vez más reitero mi posición que la oposición democrática tiene que aprovechar
todas las oportunidades para alcanzar mayores niveles organizativos, que
permitan mantener la presión, nacional e internacional, para llegar a una
negociación que acabe con este régimen de oprobio.
https://ismaelperezvigil.wordpress.com/
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