Virus del 2021
El
2020 nos dejó varias secuelas con que lidiar en el año que se inicia. La
pandemia de la COVID 19 no es el único mal que nos acecha. El coronavirus no es
el único “virus”, otros dos, muy perjudiciales nos afectarán gravemente en
2021: el régimen autoritario y la antipolítica.
El
“virus” del populismo, que está presente en nuestra historia desde hace muchos
años, ante la falta de recursos económicos con los que hacer demagogia y
clientelismo, se trasmutó en un virus meramente autoritario que utiliza la
fuerza, sin disimulo, y ya como único recurso.
El
régimen de facto e ilegítimamente constituido, ya controlaba el poder
ejecutivo, tras unas elecciones presidenciales, no reconocidas por la mayoría
del país ni por la comunidad internacional. El régimen controlaba igualmente el
poder judicial, encabezado por un Tribunal Supremo, de igual manera ilegalmente
designado por una Asamblea Nacional moribunda –la electa en 2010–, que
finalizado su periodo legislativo, sin cumplir los requisitos formales y
legales de convocatoria, designó magistrados, varios de los cuales ni siquiera
reúnen los requisitos constitucionales para ejercer esa función.
Finalmente,
ahora, con menos del 20% del padrón electoral, logra hacerse con más del 90% de
la Asamblea Nacional y controlar el poder legislativo, tras la elección de esa
Asamblea, en un proceso electoral espurio y viciado, con partidos inhabilitados
y secuestrados por el régimen y que no reunió requisitos mínimos de equidad,
justicia, democracia, razones por las cuales la oposición democrática se negó a
participar en ese proceso y los países democráticos han desconocido sus
resultados.
Pero
el régimen, ahora desembozadamente autoritario y represivo, gobierna de hecho,
de facto, solamente apoyado por la fuerza de las armas, pues su apoyo popular
es apenas un efímero porcentaje de la población, buena parte de la cual fue
arrastrada a votar bajo chantaje o amenaza.
Pero,
como dijimos, el 2020 cerró también, y esto es lo particularmente grave, con
otro “virus”: un creciente sentimiento antipolítico, cada vez más extendido en
la población.
La
antipolítica no es un fenómeno nuevo, tiene siglos en Venezuela, pero ha sido
especialmente notorio desde los años 70 del pasado siglo y se ha visto
exacerbada en años recientes por el fenómeno de los “indignados” de Europa y el
movimiento “trumpista” en los Estados Unidos, en estos últimos cuatro años.
Algunos
analistas del diario quehacer político, como Fernando Rodriguez, ven a la
antipolítica como una “rabiosa y dañina enfermedad” y la define tan
certeramente que vale la pena repetir sus palabras:
“La
practican mucho los muy acomodados burgueses que al fin y al cabo no tienen
tiempo sino para gerenciar sus haberes. Los radicales fascistoides o nihilistas
anárquicos. Los jóvenes que creen que la vida es suya. Profundos que tienen un destino
creador que los exime de toda otra tarea. Columnistas que viven del mordisco y
la patada. Culebras de las redes cloacales. Y así, así. Solo un líder
iluminado, un político no político, que coincida con sus intereses y su
desprecio de la omnipresencia y la diversidad del otro puede ocasionalmente
despertarlos de su sueño perverso.” (El Nacional, 20 de diciembre de 2020)
Y
al político, en el mejor de los casos se le ve como un mal menor, probablemente
necesario, pero siempre censurable, criticable e “insultable”, valga la
expresión; siempre allí, siempre presente, siempre a disposición para
desahogarse contra él o como tema de burla y conversación.
https://ismaelperezvigil.wordpress.com/
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