Dumping
Ismael Pérez Vigil
Politólogo
Voy
a hacer un paréntesis en mi acostumbrado comentario político, para tocar un
tema −que en el fondo también es político− no menos importante y acuciante: la
situación de la empresa venezolana, en particular la industria manufacturera
nacional.
La
industria nacional es víctima de un depredador, eficiente y despiadado, que no
ha tenido compasión para destruirla: el régimen instaurado por Hugo Chávez
Frías en 1999, que continua hasta nuestros días. Cuando este régimen se hizo
del poder, de acuerdo con las propias cifras oficiales, en el país había 12.700
industrias manufactureras; debido a la política depredadora del régimen −no voy
a gastar tiempo en describir lo que bien conocemos y que la Confederación
Venezolana de Industriales, CONINDUSTRIA, calificó adecuadamente de “cerco a la
industria nacional” −, hoy el plantel industrial se reduce a poco más de 2.500
industrias. Hemos perdido la friolera del 80% de nuestra capacidad industrial y
el 20% que queda, trabaja con enormes dificultades, a una fracción de su
capacidad instalada. El presidente de Conindustria nos recordaba en días
pasados que −sin contar los años anteriores− desde que Nicolás Maduro está en
el poder, se han perdido más de 400 mil empleos industriales, que como sabemos
siempre fueron los mejor remunerados.
Asentado
esto, no me voy a referir más a este depredador, si no a otro igualmente letal.
Seguramente
todos, en nuestro papel de consumidores que maximizamos nuestros recursos y
preservamos el poder de nuestro ingreso, buscando y adquiriendo los productos
que mejor satisfagan nuestras necesidades, al mejor precio posible, nos topamos
con estantes y anaqueles repletos de productos importados. No me refiero a los
llamados “bodegones”, sino a los estantes y anaqueles de abastos, mercados y supermercados
en los que hacemos nuestras compras habituales. Tampoco me refiero, con eso de
productos importados, a las especialidades y exquisiteces de algunos países que
siempre han estado presentes en el nuestro, sino a cosas como: aceites comunes
de España, leche de Francia, pastas de Italia, granos y arroz de Brasil, y un
largo etcétera, de productos y países, que no vale la pena enumerar; seguro que
todos me entienden de que hablo.
Lo
más sorprendente es que esos productos, a veces de calidad igual o superior,
están a precios inferiores o iguales que los productos nacionales, cuando estos
se consiguen. ¿Cómo es esto posible, si esos productos deben pagar fletes
internacionales y otros costos de traslado y acondicionamiento, excepto
aranceles aduaneros y otras tasas, de los cuales, como sabemos, el gobierno los
ha exonerado?
Desde
siempre, pero sobre todo desde finales de los años 80 del pasado siglo, cuando
se inició un proceso de apertura económica en el país, nuestra industria se vio
sometida a la competencia de productos importados, que no solo gozan de escalas
y de tecnologías mucho más avanzadas que les permiten alcanzar mejores precios
y condiciones, sino que, en sus países, seguramente no están sometidos a las
condiciones restrictivas de comercialización interna a las que están sometidos
los productos elaborados en el país, ni sus industrias son perseguidas por el
gobierno como lo son las nuestras. No obstante, nuestra industria supo
enfrentar, con dificultades, ese reto y logró no solo sobrevivir, sino también
exportar sus productos a otros mercados a precios realmente competitivos.
Aunque hoy suene a fantasía, es bueno recordar que las exportaciones distintas
al petróleo, cacao y el mineral de hierro, llegaron a ser cerca de 6 mil
millones de dólares a finales de los años 90 del pasado siglo.
Pero
no es por razones tecnológicas o industrias más avanzadas que se explica que
encontremos hoy inundados los anaqueles con productos importados a precios más
bajos que los nacionales y que incluso estén a precios inferiores a los de su
mercado de origen. Este fenómeno, usualmente, se produce por dos causas
fundamentales, bien porque una empresa trate de conquistar un mercado externo o
por colocar en el mismo el sobrante de su producción y lo comercializa a un
precio inferior al que se comercializa en su mercado de origen; o bien porque,
gracias a la intervención del Estado, con algún tipo de subsidio, permite que
el precio pueda ser rebajado para colocarlo con ventaja en otro mercado. Hoy en
día, esta segunda causa es menos común en el mercado internacional, dada la
actividad y vigilancia de organismos internacionales, como la Organización
Mundial del Comercio, los diferentes acuerdos regionales y las modernas
legislaciones de cada país, que protegen sus industrias y mercados de esta
práctica depredadora. Aunque técnicamente son dos cosas distintas, el efecto
concreto de ambas prácticas es el mismo, que el producto entre con ventaja de
precio a otro mercado. Por lo tanto, me atrevo a pensar que en Venezuela estamos
en presencia de la devastación que ocasiona un “dumping”.
El
"dumping", para decirlo en términos sencillos, es una práctica
comercial que consiste en vender un producto por debajo de su precio normal en
el mercado de origen, o incluso por debajo de su costo de producción, con el
fin inmediato −como dije antes− de conquistar un mercado, eliminando las
empresas competidoras y apoderándose finalmente del mismo.
Siempre
ha habido una discusión muy intensa acerca de cuál debe ser la actitud frente a
esta práctica; algunos sostienen que la prioridad deben ser los consumidores y
no cabe duda que en una economía destruida e hiperinflacionaria como la
nuestra, “bajar los precios", por la vía que sea es algo que beneficia a
los consumidores. Pero tampoco cabe duda que, sin tener una protección a
ultranza, que disfrace y ampare la ineficiencia de nuestras industrias, tenemos
que buscar fórmulas para protegerlas, proteger sus inversiones y los puestos de
trabajo que generan.
No
es un problema sencillo, porque, no nos engañemos, ya sabemos que va a ocurrir
con estos precios tan o más bajos que los de nuestra industria; si se trata de
algo temporal para colocar la sobreproducción de alguna empresa, en poco
tiempo, esos productos no los veremos más en los anaqueles; y si se trata de
una estrategia para conquistar nuestro mercado, los que no veremos en los
anaqueles serán los productos nacionales. Pero, desaparecida la competencia y
conquistado el mercado, los productos importados aumentarán de precio e incluso
subirán muy por encima del precio relativo con el cual se comercializan
actualmente y no solo por efecto de la hiperinflación. En el entretanto, habrán
desaparecido unas cuantas industrias nacionales y las inversiones y empleos que
ellas generan.
Los
mecanismos adecuados de protección, para consumidores y empresas, son: proteger
la libre competencia y la economía abierta para que sea esta la que regule el
mercado y obligue a bajar los precios para proteger adecuadamente a los
consumidores. Es fácil hacer demagogia con acusaciones de abusos y
especulación, pero es la libre competencia la que mejor combate los precios
especulativos o artificialmente altos y lo que mejor protege el bolsillo de los
consumidores. Venezuela cuenta con dos instrumentos legales, vigentes, para
protegerse de estas prácticas, que no utiliza desde 1999: la Ley para Promover
y Proteger el Ejercicio de la Libre Competencia y la Ley sobre Prácticas
Desleales del Comercio Internacional y su Reglamento. Sabemos que es utópico
pensar que este régimen las utilizará, no solo porque son leyes de libre
mercado, sino porque suponen un proceso, una investigación imparcial, la
demostración de daño a la producción nacional y para este régimen es más fácil
aplicar controles y represión, que no resuelven nada, que arruinan al país,
pero cubren las apariencias.
No
me gusta concluir en el aire un tema tan espinoso, pero ni las empresas ni el
pueblo consumidor contarán con ningún mecanismo gubernamental para defender sus
respectivos intereses y lograr un equilibrio. No queda por el momento sino
denunciar la situación, alertar del peligro de destrucción que se cierne sobre
lo que queda de nuestra industria y, por lo tanto, dejar el problema en el
difícil terreno de la responsabilidad y conciencia individual.
https://ismaelperezvigil.wordpress.com/
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