Sí, lo que sea, pero
unidos…
Ismael Pérez Vigil
Politólogo
En
nuestro lado de la acera −el de la oposición democrática− parece que ya muy
pocos esperan una fuerza internacional interventora que solucione la crisis del
país; incluso algunos así lo admiten. Se han resignado, por lo visto, a aceptar
que eso era una quimera, y ya no se oye hablar de “marines”, fuerza armada
multilateral, operación comando y solo algunos piensan en TIAR o R2P.
Pareciera,
entonces, llegado el momento de pisar tierra nuevamente, contar con lo único
disponible (sanciones internacionales contra los pro hombres del régimen, sus
familias y testaferros) y dedicar los esfuerzos a organizar la oposición y la
resistencia dentro del país, para confrontar el régimen en los escenarios que
lucen posibles: procesos electorales y negociación, para llegar a procesos
electorales.
En
este sentido, en la oposición, se da nuevamente una intensa y amarga discusión
sobre si se debe participar o no en las elecciones regionales que se anuncian
para fin de año, y que ya algunos llaman “megaelecciones”, pues se elegiría
gobernadores, alcaldes, legisladores estadales y concejales. Aún no está claro
si la decisión que adoptarán la mayoría de los partidos −si no todos− que hoy
se congregan alrededor del Frente Amplio o Juan Guaidó −junto con
organizaciones de la sociedad civil (SC), involucradas en la lucha política−,
será la de participar en ese proceso electoral o la de abstenerse nuevamente.
Los
argumentos para abstenerse o votar no han variado mucho desde la última
discusión en 2018 y 2020; realmente no hay planteamientos originales y nuevos
en la disputa. Quienes propugnan por continuar con la política de abstención
siguen argumentando que no hay “condiciones democráticas” para participar; han
reemplazado el mantra aquel de: “cese a la usurpación…” etc. por un nuevo
mantra: “sin condiciones electorales, nuevo CNE… no hay participación”; y
quienes argumentamos −como ven me incluyo− que se debe participar, afirmamos
que nunca se lograrán condiciones ideales y mientras tanto, no se puede seguir
perdiendo terreno −en la mente de los ciudadanos− debido a la inactividad
política. Si, porque el principal terreno de la lucha contra la opresión no es
en cargos políticos, sino en la mente, en el ánimo de la gente, y la
inactividad política conduce a resignación, desesperanza y huida.
Como
he dicho, soy partidario de la participación electoral −no volveré, al menos
hoy, a argumentar más profundamente al respecto− y confío en que solo unos
pocos partidos y posiblemente solo algunas oenegés e individualidades no
acepten participar. Pero, si bien espero que la mayoría de los partidos y
organizaciones de la SC opten por hacerlo, no obstante, también creo que la
mayoría de la población, al menos por el momento, me luce que no seguiría esta
decisión de los partidos y, por tanto, la abstención seguirá en cifras muy
altas, posiblemente por encima del 60%.
La
abstención “histórica” se ha estacionado como un peso muerto desde 1998 por
encima del 30%, entre otras cosas gracias a la campaña de desacreditación del
voto, que ha venido desarrollando el régimen, con mucha fuerza, desde hace unos
quince años, cuando se empezó a dar cuenta de que perdía terreno electoral. A
esa campaña han contribuido algunos grupos opositores y en general, todos hemos
estimulado, con esas confusas estrategias de ir y venir, de participar y
abstenernos. Por eso hay que trabajar muy intensamente en contrarrestar esta
tendencia y evitar que la discusión −votar o abstenerse− nos siga dividiendo,
como ha sido hasta ahora.
Esa
lucha pasa por entender que participar o abstenerse, en realidad no dejan de
ser tácticas políticas que deben seguir a la estrategia fundamental de ganar
terreno y buscar la vía más eficiente para salir de este régimen de oprobio. En
ese sentido, cualquier posición que se adopte, debe seguir un principio que se
considera más básico, la unidad. Sea que se decida continuar la política
suicida de la abstención, sea que se decida la vía de participar
electoralmente, aunque hoy luzca poco eficiente, lo importante es que sea una
decisión unitaria; de allí el nombre del artículo: Sí, lo que sea, pero unidos…
La
unidad no es un mantra, ni un mero principio filosófico; no es una mera
consigna, es una posición de eficacia política; es el convencimiento político
de que enfrentar a un régimen con ínfulas totalitarias −aparentemente
monolítico− no es posible hacerlo desunidos, separados, en múltiples pedazos,
que se vuelven grupúsculos, fáciles de anular. Algunos dicen que tampoco es
posible salir solos, y probablemente tengan razón, pero el problema es que nadie
está dispuesto a hacernos la tarea de sacar al régimen de inmediato y
radicalmente, como a algunos les gustaría; por lo tanto, toca hacer la tarea
interna para buscar después el apoyo internacional y crear la amenaza creíble
para que se llegue a la salida que necesitamos.
Si
la decisión es abstenerse −ojalá no sea así− en todo caso no puede ser como ha
sido hasta ahora: un simple quedarse en casa, contemplando los resultados y
regodeándonos de la cifra elevada de los que se abstienen; debe ser una
abstención “militante”, por llamarla con un término muy manido, para explicarle
a los venezolanos que se mantienen al margen de la actividad política, el por
qué es importante la lucha contra el régimen y que quedarse en casa, no es por
mera indiferencia, no es por decepción personal, ni es darle la espalda al
país, si no una forma de expresar descontento e insatisfacción por el estado de
cosas, por la ruina en la que estamos sumidos.
Si
la decisión es participar, no basta con postular candidatos unitarios a los
diferentes cargos en disputa; hay que aprovechar la movilización de las
campañas electorales para organizar la oposición, para ganar en organización
popular, además de recuperar algunos de los espacios políticos que se han ido
abandonando. Los partidos y grupos de la sociedad civil, debemos recorrer el
país con los candidatos, en tareas de movilización y “agitación política”, para
mostrarle a todos que sí hay una alternativa a este régimen de oprobio; y no
termina allí la tarea, el empeño organizativo debe llegar −en los estados y
municipios en donde hay posibilidad de ganar− a cubrir con testigos al menos el
90% de las mesas, si no todas; y más allá aun, se deben tener algunas ideas de
cómo se podrían defender los resultados en el caso de que intenten
arrebatarlos, como ocurrió en el Estado Bolívar en la elección de gobernadores
en 2017. Significa no solo ganar los “espacios” en juego, sino estar dispuestos
a defenderlos, hasta donde sea posible, sin actos heroicos y suicidas,
conscientes de que el régimen está dispuesto a desplegar sus fuerzas represivas
y de choque.
En
todo caso lo que no puede ocurrir es que se nos siga confundiendo con ese peso
muerto de los abstencionistas indiferentes, los “hastiados” de la política, los
“indignados ahítos”; pero tampoco se nos debe confundir con los oportunistas
alacranes que se anotan a cualquier proceso electoral para arrimarse al “festín
de Baltasar”. Por eso, cualquiera que sea la posición que adoptemos, debe ser
bajo la premisa de: Lo que sea, sí, pero unidos…
https://ismaelperezvigil.wordpress.com/
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