Por Oscar Bastidas Delgado
El 14 de mayo de 1771, en
Newtown, Gales, en pleno albor de la Revolución Industrial, nació Robert Owen,
hombre con concepto y direccionalidad, pensamiento y acción, mente en su propia
utopía y pies en las industrias nacientes. Owen se inscribió en la concepción
de las utopías como «proyectos imaginarios pero realizable de una sociedad
alternativa» como las definía mi buen profesor Henri Desroche: escribió
sobre la suya y la puso en marcha como emprendedor e innovador en las empresas
y en sistemas sociales
La Inglaterra de entonces
paría capitalismo en medio de cierta turbulencia religiosa con claro dominio
calvinista y puritano de su sociedad. Al mismo tiempo que las novedosas
técnicas excluían oleajes de humanos de los procesos productivos; humanos que
debían buscar salidas apropiadas a sus problemas o fallecer de mengua, los
defensores de ese capitalismo —con Adam Smith a la cabeza— le dieron marco teórico
al sistema naciente postulando la supremacía del capital sobre el trabajo y al
mercado como termómetro-regulador de los actores en pugna.
Esos defensores consideraron
que el capitalismo poseería un sistema autogenerador de soluciones a los
problemas que originaría, que los empresarios imbuidos de una intensa
religiosidad solventarían esas secuelas concediendo importancia a sus ganancias
para, una vez cubiertas sus necesidades, revertir el capital no necesario
mediante una distribución justa a favor de los excluidos que incentivaría el
consumo, gracias a una «administración de lo acumulado».
La realidad mostró lo
contrario, la acumulación llamó a mayor acumulación y se ignoró el alto residuo
de excluidos inmersos en una iniquidad objetiva: desempleo, pobreza y hambre de
un capitalismo que escapó de sus impulsores; a la larga los estados
intervinieron en la economía.
En ese panorama empresarial,
resumiendo, Owen, dirigió una fábrica de tejidos y fue responsable de la filial
textil escocesa New Lanark, en la que introdujo innovaciones sociales en cuanto
a higiene y reducción de horas de trabajo, destacando por no emplear a menores
de 12 años y por sus innovaciones en lo educativo con una guardería y cursos
nocturnos para los trabajadores bajo el precepto de la educación como
herramienta de justicia, igualdad y disminución de la delincuencia. Sus
experimentos fueron referencia para otros trabajadores por lo que sus «socios
benefactores» con supuesta condición filantrópica, lo destituyeron como
directivo.
Como innovador en sistemas
sociales fue pionero en construir en pequeño la sociedad pensada en grande. En
1825, alejado de lo empresarial perfiló su utopía y con sus recursos se
trasladó a Indiana, EE. UU., en la idea de constituir comunidades autónomas de
entre 500 y 2000 trabajadores y emprendió la construcción de la comunidad New
Harmony, fracasando tres años después.
Regresando a Inglaterra, y
en la idea de apoyar la formación de cooperativas, crea la Asociación Británica
para la Promoción de la Ciencia Cooperativa (1829) y la Bolsa Nacional de
Cambio Equitativo del Trabajo en la que las cooperativas venderían sus
productos recibiendo a cambio labour notes o billetes de trabajo como
sustitutos del dinero. Tres años después existían unas 500 cooperativas
vinculadas a organizaciones obreras. Su labor inspiraría la experiencia de
Rochdale (1844), cooperativa de consumo, primera en distribuir entre
sus asociados los excedentes generados por la actividad y en sistematizar su
manera de funcionar dando origen a los Principios Cooperativos.
Finalmente, resumiendo
también, centró su labor en lo sindical impulsando la Grand National
Consolidated Trade Union (1833), primera central sindical de ámbito
nacional y aportaría a las reformas democráticas en el sistema político
participando en el Movimiento de los Cartistas (1838 – 1848) que deseaba
superar las simples mejoras laborales por la toma del poder político como vía
para adecuar las leyes a sus intereses de clase. Owen falleció el 17 de
noviembre de 1858 a los 87 años, ya tenía sitial de honor entre los fundadores
del socialismo utópico.
Si bien, en cuanto al
cooperativismo, y en paralelo con él, en la Europa irradiada por la Revolución
Industrial los excluidos junto a otros sectores desarrollaron el interesante
universo de la Economía Social —asociaciones, mutuales y cooperativas— y hubo
otros importantes actores que impulsaron el cooperativismo, fue él quien sentó
los precedentes de la integración cooperativa internacional con su propuesta de
la Asociación de Todas las Clases de Todas las Naciones en la que se
inspiraron los organizadores del Congreso de Cooperativas Inglesas (Plymouth,
1886), los de la Asociación de Amigos de la Cooperación de Producción (Londres,
1892)
También inspiró a quienes,
el 19 de agosto de 1895, constituyeron la Alianza Cooperativa Internacional
(ACI), organismo cúpula de integración del actual cooperativismo mundial.
Hoy, según la ACI, los tres
millones de cooperativas del planeta representan no menos del 12 % de la
humanidad, dan empleo u oportunidades de trabajo a 280 millones de personas y
las 300 más grandes generan 2,14 billones de dólares, más que el PIB de
numerosos países, como empresas basadas en valores y no en ganancias,
trabajando juntas para construir un mundo mejor.
oscarbastidasdelgado@gmail.com
Oscar Bastidas es cooperativista, consultor y
facilitador en Emprendimiento Asociativo y Microempresas.
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