A pesar del título, no voy hablar de SIC, la revista religiosa (?) que cumple 85 años, de la mano de la Compañía de Jesús, de los jesuitas. Pero si voy a reseñar el artículo que para celebrar este aniversario escribió el Padre Luis Ugalde S.J.: SIC: 85 años, que ha sido publicado en varios medios (p.ej. en la página de Cesar Miguel Rondón: https://bit.ly/3Yg4RP6) y que invito a leer, sobre todo para los datos históricos, pues seguramente en la lectura del original se resume la historia de la revista, mejor de lo que yo lo pueda hacer. Los textos entrecomillados y en cursiva son tomados textualmente del artículo.
El Padre Ugalde, siempre es una fuente de inspiración de temas, de datos, de ideas y de reflexión y el artículo sobre SIC es además un interesante resumen de la historia política del país y la vida de la revista se desarrolla en paralelo. Por décadas, en cuatro trancos, Ugalde nos va resumiendo y llevando a una reflexión sobre el pasado, presente y futuro de nuestra realidad política, a la vez de hacernos reflexionar en un tema, oxidado en los recuerdos o extraño para muchos: la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).
Años treinta, el nacimiento.
Como bien nos dijera Ernesto Sábato, en Heterodoxia (Alianza Edit. 1973): los siglos no terminan −ni empiezan− al mismo tiempo para todos; así como hoy el siglo XXI no ha empezado en Venezuela, SIC, nace en 1938, en la Venezuela del post gomecismo, que intentaba despegar de 27 años de adormecimiento, tratando de llegar al siglo XX, que apenas logra casi cuatro décadas más tarde. Además, nos agrega Ugalde, SIC nace como un vocero, no oficial, de la Iglesia, cuando en el mundo se desarrollaba también, desde hacía una década “… la ilusión salvadora del comunismo marxista, ateo y dictatorial…”; nace SIC, entonces, para aportar a ese contexto la DSI, en el intento de contribuir en el “…reto formidable de construir una sociedad de la dignidad humana y del bien común en libertad y solidaridad.”
Década de los años cuarenta.
Nos habla el artículo del salto a la democracia entre 1945 y 1948 −el llamado “Trienio Adeco” −, y nos describe esos años, hasta 1958 incluso, como el fracaso que supuso los primeros años de los partidos políticos en el poder y el intento de controlar y estatizar de manera exclusiva a la educación, a lo que se opuso la Iglesia y, naturalmente, la revista SIC. La revista defiende duramente “…el papel central del Estado en la educación, pero sin exclusiva, y fomentando la responsabilidad educadora de la familia y de toda la sociedad.” Parafraseando la expresión latina (dura lex, sed lex), podemos decir, “dura enseñanza, pero enseñanza” para los partidos que entendieron −especialmente AD− que ese no era el camino: “AD aprende, se corrige y décadas después será el partido de mayor contribución al crecimiento de la sociedad educadora plural…” Quizás hoy, en pleno enero del siglo XXI, al que después de 23 años aún no hemos llegado, estamos viendo en las calles y en la protesta de los maestros, además de sus naturales y justas reivindicaciones económicas, el grito porque se eduque en libertad, sin adoctrinadores juveniles ni milicianos, a los hijos de los venezolanos.
Final de la década de los años cincuenta.
Tras el golpe militar de 1948, que pospuso la democracia, ésta regresa en la agónica década de los cincuenta, “…con espíritu unitario, superando el sectarismo…”; y hace Ugalde en el artículo un notable resumen de lo que fue el −denostado hoy por algunos y añorado por otros− Pacto de Puntofijo y nos describe o resume de manera notable, lo que ahora, en 2023, debe ser una inspiración política de los venezolanos, en el momento en que sentimos que se nos achica el país, que se nos adormecen la política y los partidos democráticos y anhelamos que resurjan: “…con un pacto de entendimiento…” como el Pacto de Puntofijo, que lime las asperezas y enfrentamientos que estamos viviendo y nos conduzca a un acuerdo similar, en la Primaria que se avecina, cuyos objetivos sean: “…defender el pluralismo partidista, la alternancia en el poder y apoyo de todos al gobierno del partido ganador…”, que nos permita iniciar la transformación del país a partir del 2024.
Los años sesenta.
La década de los sesenta, nos dice Ugalde, fue de entendimientos plurales, de superación del sectarismo: “…exitosa década democrática (1960-1970) …(en la que)…SIC apostó fuerte a la democracia y a la formación de organizaciones sociales y de jóvenes y apoyó a la alianza democrática entre socialdemocracia y socialcristianismo…”, que contribuyó a enfrentar la insurrección de izquierda, instigada por el oscurantista comunismo cubano y los intentos de golpes militares en el país, de los que añoraban las dictaduras de décadas y siglos anteriores.
En esta década se intentó, sin completo éxito “…el desarrollo de una sociedad democrática, inclusiva y participativa.” Y el artículo de Ugalde nos recuerda el Concilio Vaticano II (1962-65) de Juan XXIII y al Episcopado Latinoamericano reunido en Medellín (1968), que invitaban y predicaban: “Vivir la Iglesia y construir la sociedad desde los pobres y excluidos.” Los años setenta, década que paso rápidamente, fueron años de debates duros, confrontaciones, acusaciones a la Iglesia −y a SIC− por el diálogo entre marxistas y cristianos que discurría en algunos círculos intelectuales y universitarios del mundo y de Venezuela, como parte de ese mundo.
El Siglo XXI.
Lamentándose, el sugestivo artículo de Ugalde nos recuerda el estancamiento de nuestra democracia y sus logros económicos y sociales; el estancamiento de los partidos y su “…voluntad transformadora…”, que nos sitúan en nuestro peculiar siglo XXI y en lo que nos acogota: el nefasto surgimiento del “…populismo mesiánico… el personalismo mesiánico y la ilusión de que de la mano de un hombre fuerte, armado, Venezuela lograría casi milagrosamente el reparto de la «inmensa» riqueza petrolera…” Que se nos resalta y se nos refleja en las calles, en las protestas y en las miserias que vemos, por causa del “…Mesianismo rentista…” y de lo que en su momento muchos no vieron “…que el «socialismo del siglo XXI» era el camino para eliminar toda democracia y empobrecer a todo el país.”, tragedia que hoy todos sufrimos y buscamos como librarnos de ella.
Conclusión.
Ugalde concluye con lo que creo que es un exhorto para todos los venezolanos, especialmente para quienes nos dedicamos a pensar o hacer política: “…contribuir a la creación de una Venezuela libre, justa y productiva…una sociedad solidaria… donde los pobres se sientan en la mesa central y no como mendigos que sobreviven con las sobras de comida que caen de la mesa de los saciados.”
Duras pero reflexivas palabras, para concluir ese paseo por los 85 años de SIC, que, como ya dije, son también una notable descripción en paralelo de esos años de la Venezuela que hoy sufrimos y vivimos y que estamos comprometidos a rescatar.
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