Por Rafael Viloria
Por estos tiempos del
siglo XXI, este año, el gobierno nacional ha dado inicio a lo que se denomina
como el bicentenario de la batalla de Carabobo, ya a 200 años de haberse
llevado a cabo en Valencia, Venezuela.
Ante tan relevante
acontecer histórico se hace necesario reseñar también hechos vinculantes; las
actuaciones de quienes tuvieron que ver con todo lo relacionado al
bicentenario, que este junio será celebrado como acto patrio de manera
especial, quizás, para el gobierno nacional.
De los acontecimientos
precedentes es necesario citar:
«¡Juro delante de
usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro
por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que
haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!»
Destaca que al momento
del juramento, allá en Roma, en el Monte Sacro, el joven caraqueño Simón
Bolívar tenía escasamente 22 años de edad. Además, tuvo como testigo al también
joven caraqueño, su maestro Simón Rodríguez, su «Robinson», como solía
llamarle. Demasiada juventud para tan profundo acontecimiento político.
Tras 25 años, alcanzó
la trayectoria del joven Bolívar hasta que muere el 17 de diciembre de 1830 en
la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia. Allí fue atendido
en su estado final a causa de la tuberculosis por el médico Próspero Reverend.
Mantengo el criterio de
que muchas veces la historia no es de quien la hace y quien la vive sino de
quien la escribe. Si no preguntémosle a Jesús de Nazaret.
Diciembre de 1830
sorprende al todavía joven Bolívar con su tuberculosis, desterrado, refugiado.
Expuesto a la más precaria miseria humana, sin amigos; política y militarmente
derrotado, traicionado sin límites. Es allí donde ya con el título de
Libertador ganado en Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, decide el 10
de diciembre de 1830 escribir públicamente lo que fue y seguirá siendo su
última proclama.
Este último documento
afortunadamente conserva la vigencia del pensamiento de Simón Bolívar; no
bolivariano, como algunos seudodirigentes que nada tuvieron que ver con su
pensamiento lo llaman, son los que ahora quieren ocupar espacios que no les
pertenecen, entre ellos hay que citar a Zamora, los hermanos Castro, Cipriano
Castro, coronel Chávez y otros que se están preparando entre los demás.
Sería muy importante
que, como parte del contenido histórico, fuese incorporada la «última proclama»
que fue presentada siete días antes de la muerte del Libertador. No es
necesario ser un estudioso de las ciencias sociales para obtener una conclusión
de las causas, efectos y consecuencias que ayer originaron lo que todos sabemos
está claro.
«¡Colombianos!
»Habéis presenciado mis
esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He
trabajado con desinterés abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me
separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento.
»Mis enemigos abusaron
de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación y mi
amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido
a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
»Al desaparecer de en
medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos
deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia; todos deben
trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos, obedeciendo al
actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario
dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando sus espadas en
defensa de las garantías sociales.
»¡Colombianos!
»Mis últimos votos son
por la felicidad de la patria. ¡Si mi muerte contribuye a que cesen los
partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro!»
Para el Libertador no
había duda alguna de la triste realidad. Los intereses políticos dieron al
traste con el proyecto de la Gran Colombia. En consecuencia, en Carabobo no
hubo triunfo sino derrota. En consecuencia, nada hay que celebrar, sí mucho que
lamentar.
Hay que volver a
Carabobo a rescatar la fe, la confianza y la esperanza de conquistar la
dignidad perdida de la libertad y la puesta en marcha de una auténtica
revolución social, democrática, que a la postre permita que el Libertador baje
tranquilo al sepulcro.
Rafael Viloria es
expresidente de Central Cooperativa Nacional de Venezuela (Ceconave)
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