Por José Rafael Hernández
Esta es la historia de
un Cunagüaro que tenía el dominio de la zona donde estaba. Pero era un animal
con dos piernas golpeadas. Era asmático. No oía. No podía voltear a los lados.
Y se creía el dominador de la zona donde se encontraba.
Por otro lado, había
tres pequeños cachorros, todos con ánimo y todos con vocación de derrotar al
grandote. Oían. Movían la cabeza y respiraban con gran entusiasmo.
Pero eran muy pequeños.
Uno quería desafiar al
Cunagüaro en sus propios terrenos, tratando de derrotarlo. Otro se negaba a,
siquiera, pasar cerca. Y pasaba cerca, pero con mucho cuidado, sin estimularlo.
Otro no había tomado la
decisión definitiva. Lo enfrentaba o hacía lo del segundo cachorro, ni siquiera
pasaba cerca. Era el de mayor tamaño. Con más experiencia de caza. Con mejores
condiciones. Pero sin decisión.
Mientras tanto, mucha
gente de la zona, todos los demás animales, clamaba por derrotar a ese
Cunagüaro, enfermo e ineficiente. Todos esperaban. Tenía desordenado el sitio.
Hacía lo que le daba la gana.
Este cuento no termina
aún. No se sabe que pasará entre los cachorros. Si se unen para derrotar al
enfermo. O se mantienen separados pretendiendo cada uno tener la razón.
Regresamos a la
realidad:
El gobierno sigue su
lógica. Habla con quién quiere. Toma decisiones judiciales e interviene a los
partidos del G4.
El grupo de los 27.
Habla y asume como una nueva, la vieja lógica de no ir a las elecciones,
acusándolas de plagadas de irregularidades.
Un grupo de no miembros
de la “mesita”. Y de no participar en la “mesota”, comienza a reunirse y
promueven adicionalmente participar en el evento electoral.
La mayor parte de la
población, continúa en su largo movimiento de ir saliendo de identificación con
las alternativas planteadas tanto por el gobierno como por la oposición, sólo
ocupándose de sobrevivir.
El país sigue cayendo,
sin servicios públicos, sin una economía dinámica, con una infraestructura en
peores condiciones cada día, sin futuro y muchos dicen sin presente.
Pero ya me acordé de la
historia de Gómez, que mantuvo dispersos y derrotados a todos los pequeños
sublevados. Por eso se permaneció largo tiempo, por culpa de los chiquitos
rebeldes, sin fuerza.
Quisiéramos que el
cuento de los Cunagüaros terminara con una unidad de todos los cachorros, de
acuerdo, para derrotar al enfermo y cojo. Todos deseamos una solución como
ésta.
Qué impide una solución
al cuento de esa manera…
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