Por Eduardo Matute
A finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, estuvo muy en boga la vía cooperativa como una respuesta eficaz a la mejora de calidad de la población de la periferia de las grandes ciudades y de las pequeñas ciudades en su conjunto. El Estado, a través de los ministerios del Trabajo y de Agricultura y Cría y posteriormente de la recién constituida Superintendencia de Cooperativas, dedicó esfuerzos en la constitución de cooperativas.
La Iglesia católica
venezolana, animó a dos recién ordenados sacerdotes a estudiar más a fondo el
tema, los padres José Elías Thielen –Diocesano– y José Luis Echeverría
–Jesuita–. Coincidieron ambos, en participar en los estudios que sobre
cooperativas se impartían en la Universidad San Francisco Javier de Antigonish,
en Nueva Escocia, Canadá.
Estos estudios señalaban la
importancia de un proceso educativo dirigido a personas adultas, como
estructura para el desarrollo de cooperativas, basado en la experiencia
adelantada por el sacerdote Michael Coady en esa provincia canadiense, en la
primera parte del siglo XX.
La educación que propone
está pensada, pedagógica y metodológicamente, para despertar en los adultos el
interés permanente por el estudio de sus propios problemas y, de tal forma,
animarlos a que emprendan la búsqueda de soluciones autónomas que deben ser
proyectadas y puestas en marcha por ellos mismos.
Su propuesta educativa
potenciadora va desde lo individual a lo colectivo, parte de sociedades
reivindicativas para conformar movimientos sociales y promueve la
creación de grupos capaces de hacer empresas productivas y
competitivas en los mercados que se distingan unas de otras, respetuosas
de sus características propias, de su objeto social, de sus funciones y de las
funciones que deben asumir en la sociedad. Su libro estrella se denomina “Dueños
de su propio destino”.
A su regreso a Venezuela,
J.E. Thielen en la jurisdicción del Arzobispado de Coro, y J.L. Echeverría en
el seno de su congregación, se dedican al trabajo de constituir cooperativas,
fundamentalmente de ahorro y crédito comunitarias.
En este contexto, hacia
finales de los años sesenta, un pequeño grupo de Jesuitas liderado por el P.
Echeverría, se asienta en la ciudad de Barquisimeto para trabajar en la zona
Centro-Occidental en la promoción, creación, acompañamiento y formación del
Movimiento Cooperativo.
En unos pocos años habían
sembrado de pequeñas Cooperativas, las poblaciones del Estado Lara; al igual
que los barrios populares de la capital, Barquisimeto. El empuje adquirido
llegó a buena parte del Estado Portuguesa y algunas zonas del Estado Barinas
(1).
Buena parte de estas
cooperativas han logrado consolidar el fuerte y vasto movimiento cooperativo en
esa región del país, con expresiones como son Cecosesola, Cecoport y Cecobar.
El trabajo de J.E. Thielen, más en solitario, puede hoy verse en dos
movimientos cooperativos de gran peso en sus regiones: El paraguanero, cuya
expresión consolidada es Cecofal y el tachirense, en Ceicotach.
Tres claves del proceso
educativo para adultos, que se encuentra inmerso en este desarrollo, producto
en gran medida de la “aclimatación” de la filosofía de Antigonish, puede
resumirse en 3 claves:
Es distinto estudiar que
aprender. Es necesario estudiar para aprender, pero el aprendizaje se basa en
el análisis de la realidad cotidiana, que hay que evaluar en forma permanente.
Si ésta se realiza en
conjunto con las personas con las que se trabaja en la organización
cooperativa, en equipo, se logra un mayor y mejor aprendizaje.
Hay que tener interés o
necesidad, para aprender. Si cada persona estudia algo que le guste es una gran
ventaja. Pero sin una gran necesidad de aprenderlo, el interés es insuficiente
para mantener la constancia del estudio. Para un adulto, el sustrato económico
que se genera a partir del aprendizaje, puede ser el gran aliciente del
estudio.
Es
indispensable contar con un cronograma de trabajo con fechas y horas
específicas de reuniones, estudio y evaluaciones del proceso productivo, para
que el conocimiento sea llevado a la práctica y se transforme en aprendizaje.
El proceso educativo no es un elemento adicional, es parte del propio proceso
productivo. (2)
1. Un
mayor desarrollo puede leerse en http://revistasic.gumilla.org/2016/los-laicos-ignacianos-y-el-cooperativismo/ del
recordado J.A. Ciriza.
2. Agradezco
el aporte de J.C. Jiménez en la precisión de estas claves (Instagram: jucarjim)
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