PELIGROS Y OPORTUNIDADES EN SALUD MENTAL ANTE EL COVID19
Por: Marianela Escalona Montesinos
Ponente: Antonio Jakushō Pignatiello. Psicólogo.
Psicoanalista.
Docente de la UCV. Monje de la Escuela Zen-Soto
El
tema de este foro es relevante y generalmente poco tratado e incluso silenciado
o evadido, en opinión de Antonio Pignatiello. Tiene que ver con las incidencias
subjetivas en nuestro funcionamiento psicoemocional que están ocurriendo en
este período de pandemia global, que se ha prolongado y es incierto el momento
en el que terminará.
Se
trata de que las personas puedan hablar de lo que les está ocurriendo para así
ayudar a apropiarse, dar sentido e integrar experiencias en estos momentos difíciles
que todos estamos viviendo, teniendo en cuenta, además, que hay circunstancias
particulares que a cada persona le toca afrontar.
Otro
aspecto importante es la motivación de ayudar o aliviar sufrimiento, de
contribuir a crear condiciones subjetivas, sociales y culturales, para que en
medio de esta situación tan difícil entre todos se pueda cultivar bienestar,
seguridad, confianza, ecuanimidad y alegría que nos ayuden a atravesar esta
crisis.
En
las crisis hay peligros y oportunidades y este período de pandemia puede verse
como una gran crisis en muchos sentidos, porque una crisis es un momento en el
que la manera en la que veníamos viviendo resulta afectada, quebrada e
interrumpida su continuidad. Estamos en un momento en el que la normalidad a la
que estábamos acostumbrados ya no existe, y no podemos vislumbrar la nueva
situación hacia la que nos dirigimos. Sin duda habrá transformaciones pero aún
estamos en una transición hacia la nueva realidad; mientras tanto hay peligros
muy evidentes para todos, no solo relacionados con la salud física, sino que
hay también un impacto familiar y social además de peligros en nuestro aparato
psíquico y nuestras emociones en medio de esta situación. Pero además de los
peligros, también hay oportunidades, porque toda crisis abre oportunidades para
aprender, crecer y crear.
Una realidad que se ha hecho presente desde
los inicios de esta crisis por la pandemia y que, con el pasar de los meses se
ha ido intensificando, es una pandemia paralela, soterrada y silente; la
pandemia del malestar psíquico, del sufrimiento psicológico, que gran parte de
la población está atravesando frente a las circunstancias que esta crisis nos
impone.
Hay
muchas personas con mucho miedo, ansiedad, con síntomas depresivos, hay un
aumento de la violencia y nuevas formas de violencia que se están manifestando.
En nuestra vida cotidiana podemos constatar que, en efecto, esto está
ocurriendo pero pocas veces tenemos la oportunidad de hablar acerca de ello;
por esto es importante que comencemos a preguntarnos ¿cómo me siento? ¿cómo
estoy afrontando cada día? ¿cómo están mis emociones? ¿qué significado le estoy
dando a lo que ocurre? ¿cómo está mi vínculo con el entorno? ¿cómo está mi
vínculo con las personas significativas en mi vida?
Muchas personas están experimentando malestar psicológico, sufrimiento
que muchas veces no pueden manejar por sí mismos y que, probablemente, se han
aislado sin buscar la ayuda que pudiera permitirle salir de esa situación. Tal
vez lo más evidente de este sufrimiento son las emociones aflictivas como:
ansiedad, miedo, tristeza, dolor, rabia, culpa, abatimiento y otras y detrás de
ellas existe algo más profundo como experiencias de pérdida que tienen que ver
con la alteración de la vida cotidiana, con la manera como la situación
generada por la crisis ha alterado algunos aspectos de nuestra vida
"normal" y que aún no terminamos de saber cómo retomar la continuidad
de la vida. Estamos frente a enormes incertidumbres.
Muchos
han tenido experiencias de desamparo o confusión, otros han perdido proyectos
personales y para otro tanto ha significado la pérdida de referente de su
sentido de vida. Además, muchos han sufrido el deterioro de sus relaciones
personales. Todo esto unido a las amenazas a la salud que son cotidianas y que
nos pueden atemorizar. Estamos ante una realidad que impone peligros,
adversidades y circunstancias difíciles o dolorosas que tenemos que afrontar.
Ante este panorama, gran parte de la población
pone en acción fortalezas y recursos para adaptarse, hacer cambios o
desarrollar estrategias protectoras. La situación no solo es desoladora y
negativa ya que ante las dificultades nos sobreponemos con aprendizaje, con
creatividad y prácticas de vida que nos ayudan a cultivar bienestar en medio de
la circunstancia difícil.
Junto a esta
potencialidad que tenemos como seres humanos, y en algunas personas más que en
otras, los impactos de esta situación han generado altos niveles de malestar y
sufrimiento psíquico que se puede manifestar en síntomas como: elevada
ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, irritabilidad, incremento de consumos
compulsivos de comida, tabaco, alcohol y otras drogas, sentimiento de culpa,
aumento de la violencia interpersonal, especialmente en el entorno familiar y
otros.
En una primera aproximación se puede
considerar que el miedo, la tristeza, el dolor o la rabia son respuestas
emocionales concordantes, adaptativas frente al peligro, la adversidad, la
pérdida o algo que nos hace daño, pero se debe tener cuidado y no creer que
frente a estas situaciones lo único que queda es el malestar, que frente a las
dificultades la única opción que tenemos es sentirnos mal sin escapatoria.
Existe el riesgo de caer en una suerte de "resignación fatalista" según
la cual, todas esas emociones aflictivas nos van a dominar irremediablemente.
Las
emociones que nos producen displacer no son ni buenas ni malas; son emociones
que cumplen una función en nosotros, ayudándonos a despertar o alertarnos
frente a algo, pero si se convierten en algo crónico impidiéndonos abordar
otros asuntos de la vida, cuando nos hacen daño a nosotros mismos y a otros, ya
no son respuestas concordantes ante una situación sino síntomas de sufrimiento
que afectan negativamente nuestra calidad de vida. Cuando esto ocurre se habla
de Sufrimiento Psíquico el cual debemos comprender y abordar, entendiendo que
hay causas y condiciones que lo producen y que es el resultado de unos procesos
psíquicos que ocurren en nosotros, la mayoría de ellos inconscientes, que se
activan conectando antecedentes con las circunstancias actuales.
Si
comprendemos el origen del sufrimiento dentro de nosotros, se nos abre la
oportunidad de realizar los cambios que hacen posible superar o cesar el sufrimiento.
Con un cambio de perspectiva existe la posibilidad de comprender que nuestro
sufrimiento no es el resultado inevitable de unas causas externas a nosotros
que no podemos controlar sino que está derivado de procesos que tienen que ver
con nosotros y que, por tanto, está en nuestras manos poderlos transformar
conociéndolos y reconociendo y activando fortalezas, recursos, procesos y
prácticas que hacen posible el cambio que traerá alivio y bienestar incluso en
circunstancias difíciles.
Por
otra parte, se deben considerar las experiencias de las personas que enferman
de COVID19. Durante el desarrollo de la enfermedad y en el proceso de
recuperación de las secuelas que haya podido dejar, estas personas vienen
experimentando sufrimientos psíquicos graves, complicados y dañinos,
sufrimiento de su estado psicoemocional que incluso puede llegar a complicar el
curso de la enfermedad y el proceso de recuperación.
En estas
personas se pueden encontrar síntomas graves de ansiedad, depresión, insomnio o
cualquier otra manifestación en la cual la persona siente que está perdiendo el
control de la situación, porque se ve frente a algo que la atemoriza, que puede
ser incluso el peligro de muerte. Entre quienes enferman, junto a los síntomas
físicos intensos que produce el COVID19 en muchos casos, aparecen también
emociones, pensamientos, fantasías catastróficas, sentimientos de culpa,
autorreproches, descalificaciones y una serie de producciones mentales que son
desencadenadas por la misma situación de la enfermedad. La persona está
confrontada con lo que esta enfermedad implica para el cuerpo, las condiciones
de hospitalización, convalecencia o recuperación y con la connotación social de
estigmatización que rodea el hecho de haberse contagiado.
También hay
que considerar que no solo se trata del aspecto físico de la infección por el
virus, sino también el contexto personal, familiar, económico y las circunstancias
particulares de cada caso. Estos elementos pueden agravar la situación y
contribuir a que se incremente el sufrimiento psíquico.
Esto lleva
a una solución concreta: toda persona que haya enfermado y se encuentre en un
proceso de recuperación (que a veces puede ser largo), necesita apoyo humano de
solidaridad y acompañamiento y en determinado momento, la persona puede
necesitar apoyo psicológico para recibir orientación acerca de lo que está
viviendo y tener recomendaciones básicas que le permitan reorientar la
experiencia y apropiarse de los procesos que están ocurriendo para poder hacer
transformaciones que le permitan atravesar por la experiencia de una manera que
implique una menor cantidad de sufrimiento. Esto puede resultar útil incluso en
pacientes con riesgo de muerte para llegar a ese momento con dignidad y
acompañamiento, disminuir su sufrimiento, brindar serenidad y paz.
Se está en
un constante aprendizaje sobre estos asuntos a través de investigaciones, por
lo que no existe una verdad última sobre el particular.
Con un
cambio de enfoque o perspectiva se pueden plantear algunas orientaciones y
prácticas que ayuden a manejar el día a día con lo que ocurre en nosotros
permitiéndonos atravesar esta situación difícil en condiciones de bienestar,
sosiego y paz. En cada uno de nosotros existen las fortalezas y los recursos
que nos permitirán responder a esta situación.
Se trata de
que en el conocimiento de nuestra propia realidad, nos encontraremos con lo
desagradable o aflictivo pero también podemos ponernos en contacto con todo
aquello que nos sostiene en la vida y nos da fortaleza, que existen en
potencialidad teniendo la posibilidad de convertir las dificultades en
oportunidades. Hacerlo está en nuestras manos.
El Profesor Pignatiello hace algunas
recomendaciones:
- Dar
prioridad al bienestar psíquico. Si bien se pone esfuerzo, disciplina y
atención en las "medidas de bioseguridad" necesarias para cuidarnos
de un peligro externo real, también es necesario ocuparnos de lo que está
ocurriendo dentro de nosotros, de nuestro estado psíquico. Junto con la
bioseguridad tenemos que ocuparnos de la psicoseguridad, la de nuestras
emociones y nuestro estado mental.
- Otra
recomendación general tiene que ver con una actitud diaria donde se observe y
se atienda nuestra interioridad. Mientras menos nos conectamos con ella, más se
activan procesos que se salen de control y generan sufrimiento y malestar.
- Una
tercera recomendación es una práctica cotidiana que ayuda y consiste en hablar
de lo que nos está pasando. Antonio Pignatiello afirma que el hablar implica
dar un paso en el que salimos del silencio en donde han quedado guardadas
muchas cosas que nos están afectando. Hablar es compartir cómo nos sentimos,
compartir nuestras emociones, la visión acerca de lo que nos ocurre sin
connotaciones ni juicios. Lo que nos está pasando es lo que nos está pasando y
poder compartirlo, cuando ponemos en palabras lo que nos pasa, automáticamente
nos apropiamos de eso y vamos adquiriendo otra visión, otra manera de actuar y
de procesar lo que nos ocurre, generando un alivio.
Otro
aspecto del hablar es que, cuando se comunica lo que nos ocurre, el que nos
escucha se puede involucrar aportando una visión que puede ser útil y nos
permite tomar distancia y ver la situación desde otra perspectiva. Es un
acompañamiento sin opiniones ni juicio, con la oportunidad de hablar y ser
escuchados.
En estos
momentos de dificultad podemos sentirnos solos e incluso, desamparados. Es
importante tener en cuenta que hay una respuesta psíquica que se puede activar
en todo ser humano: frente a una adversidad o dificultad muy grande podemos
responder, paradójicamente, minimizándonos, es decir, encerrándonos y
aislándonos. Por ello Pignatiello invita a que las personas, como práctica
cotidiana, pongamos atención y dediquemos tiempo a reconocer y cultivar una red
de vínculos con personas que forman parte de nuestra vida. A veces, al
desarrollar una autonomía individual, creemos que ésta nos sostiene. No se debe
confundir la responsable autonomía con una actitud en la que nos vemos a
nosotros mismos separados del resto, de nuestra familia, nuestra comunidad, del
entorno de relaciones que forman parte de nuestra vida.
Ante los
problemas siempre es útil recordar que no estamos solos. ¿dónde están los otros
que forman parte de mi vida y que me pueden acompañar y apoyar, de una u otra
manera, en las circunstancias que estoy atravesando? Esto no es otra cosa que
pedir ayuda frente a una circunstancia, a personas cercanas o no.
-La cuarta práctica que nos coloca en el
camino del bienestar, de la paz y el sosiego, es ayudar a otros. En situaciones
difíciles el dolor, la tristeza, la rabia, las emociones aflictivas
anteriormente mencionadas, nos ubica en dinámicas en las que podemos
encerrarnos en nosotros mismos, en puntos de vista egocéntricos e incluso
egoístas y mientras más nos encerramos menos podemos solucionar lo que nos está
afectando. Así que, para ayudar a otros se debe tener la disposición de
ayudarlos a sentirse mejor y nos daremos cuenta que probablemente tenemos lo
que a otros les falta para sentirse bien. Podemos cultivar el bienestar en
nosotros al hacer que otro se sienta bien, emoción con la que estamos poco
familiarizados pero que podemos cultivar. Al ayudar a otros estamos en un
proceso en el que activamos recursos y fortalezas de nuestro aparato psíquico
que nos ayudarán a nosotros también.
Otra
práctica que recomienda Antonio Pignatiello porque ayuda a promover bienestar
en nosotros y en los otros es justamente el cultivo diario de experiencias y
emociones que nos ayuden a transformar la aflicción y consigamos sosiego, paz,
satisfacción y hasta entusiasmo. Se trata de cultivar alegría, sentido del
humor, gratitud, serenidad, asombro, confianza, complacencia, esperanza,
orgullo, interés, amor, entusiasmo, compasión y otras emociones que están
presente en todos nosotros.
En Venezuela
ha habido un proceso de años, previos a la pandemia, en los cuales el dolor y
el sufrimiento han sido permanentes, como un condicionamiento que nos lleva a
apartarnos, a olvidar, a dar la espalda a todo lo que nos pueda proporcionar
bienestar y emociones no aflictivas.
Podemos cultivar a través de nuestras acciones, el amor benevolente, la
compasión, la alegría por el bienestar de otros, la ecuanimidad. Todos tenemos
la capacidad que se desarrolla a partir de una puesta de atención y dedicación.
La importancia del tema explica la nutrida participación de ciudadanos a
través de tres chats simultáneos de WhatsApp, para un total de 636 asistentes
en esta Edición No. 203 del Foro Hatillano.
Maravilloso y sabia la ponencia de jakusho sobre éste interesante tema de actualidad. Muchas gracias.
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