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lunes, 7 de octubre de 2024

La Resistencia Política (2). Ismael Pérez Vigil. Politólogo. 7 de octubre de 2024

 


La Resistencia Política (2)

– La Primavera de Praga.

5 de octubre de 2024. Inicié la semana pasada una reflexión sobre la “resistencia política”, reseñando lo ocurrido  con la “resistencia francesa” a la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Independencia de Argelia, o liberación del pueblo argelino de la colonización francesa; pretendo ahora resumir algunas ideas sobre la llamada “Primavera de Praga” y la reacción del pueblo checoslovaco de entonces a la invasión soviética, pues considero que es un excelente ejemplo de resistencia civil, de resistencia ciudadana.

La Primavera de Praga.

A finales de los años 60 del pasado siglo un movimiento totalmente inusual en el mundo comunista de la época, se desarrolló en Checoslovaquia, a partir del ascenso al poder de una nueva élite dirigente, comunista, encabezada por Alexander Dubcek, que el 5 de enero de 1968 reemplazó a la vieja guardia comunista, totalmente fiel a la URSS, encabezada por el impopular Antonín Novotny. De inmediato iniciaron un proceso de reformas, con descentralización de la economía y un plan de reformas políticas, culturales y sociales, con libertad de prensa, fin del rígido sistema de partido único, mayores facilidades para viajar, dentro y fuera del país, y otros cambios  institucionales; en síntesis, se trataba de un movimiento pacifico de reformas, que denominaron “socialismo con rostro humano”, cuya posición mas extrema de “apertura” se centraba en un documento o manifiesto de un grupo de intelectuales −el manifiesto de “Dos Mil Palabras” (“Dva tisíce slov”)− que proponía sustituir el comunismo por un régimen democrático. Manifiesto que naturalmente fue calificado por Leonid Brézhnev, máximo jerarca soviético de entonces, como un “acto contrarrevolucionario”. En el manifiesto de las “Dos mil Palabras”, no se incitaba a derrocar el Gobierno, se proponía que no hubiera censura, que la gente pudiera votar por quien quisiera, y que hubiera libertad de expresión.

Por supuesto que un partido comunista se declarara abierto a esos principios −y otros de las reformas de Dubcek− hacia una democracia liberal era de un peligro extremo, que solo había sido retado por Hungría en 1956 y que provocó su invasión de inmediato. La de Hungría en 1956, había sido la última y cruenta invasión por parte de tropas soviéticas, antes de la de Checoslovaquia en 1968. Ese “socialismo con rostro humano”, es al que se conoce como la “Primavera de Praga”, que se desarrolló desde el 5 de enero de 1968, hasta que los tanques soviéticos del Pacto de Varsovia irrumpieron en la pacífica Checoslovaquia, a pocos minutos de iniciarse el 21 de agosto de 1968, para acabar con ese proceso.

Un libro en Venezuela.

Mucho antes de la era digital y la globalización, los acontecimientos de Checoslovaquia, en la lejana Venezuela, tuvieron insospechada y singular importancia y seguramente valor premonitorio en cuanto al futuro de la izquierda en el país. Esa invasión fue criticada por Teodoro Petkofff (TP), en su libro: “Checoslovaquia, el Socialismo como problema” (Editorial D. Fuentes, 1969), cuyo impacto no fue tanto por la crítica en sí, sino por todo su significado y repercusión. El propio TP, veinte años más tarde de la primera publicación de su libro, en un Prólogo a su reedición por Monte Ávila en 1991 (El Socialismo Irreal, Edit. Alfa, 2007) así lo considera:

“… la circunstancia de que un comunista venezolano −yo para entonces− no solo condenara la intervención militar soviética… sino que defendiera -¡mortal pecado de revisionismo!- la excitante experiencia que fue la llamada ‘Primavera de Praga’… Condenar la intervención armada de la URSS y defender a Dubcek no tenía, en sí mismo, nada de singular, medio mundo lo había hecho. Lo singular fue que lo hiciera un Comunista, un militante de un partido Pro soviético, condicionado para aceptar acríticamente todo acto de la URSS.” 

En efecto el libro de TP causó un gran revuelo, no solo en el Partido Comunista, PC, sino el mundo político de la época −Leonid Brezhnev, durante el XXIV congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, catalogó el libro como «amenaza» para el comunismo mundial− y reflejaba la crisis en la que estaba sumida la izquierda, principalmente el PC, después de abandonar la lucha armada, y que dio origen al MAS, unos tres años más tarde; tema que no trataré, como tampoco la aguda crisis, que no era solo de la izquierda, a nivel planetario, sino lo era también de la Iglesia Católica y el mundo cristiano, del modelo de universidades predominante hasta entonces y del movimiento estudiantil y juvenil, en general, que eclosionó en el Mayo Frances, en toda Europa y en los EEUU, dando origen al movimiento hippie y en Venezuela en el proceso de Renovación Académica de las universidades públicas nacionales y la efímera existencia de lo que se llamó en Venezuela el “Poder Joven”. Es otro tema, para abordar otro día.

La esencia de la Primavera de Praga.

Petkoff, en su mencionado libro resume magistralmente la esencia de lo que fue la “Primavera de Praga”, las reformas emprendidas por Alexander Dubcek en el “socialismo con rostro humano” o la posibilidad de un socialismo democrático. Nos dice Petkoff: “…los checos propusieron, nada menos y nada más, la liquidación de la dictadura y la democratización de su sociedad”; y en otra parte del mismo texto: “la ‘Primavera de Praga’ constituyó una tentativa de presentar un modelo alternativo global al soviético. Fue mucho más que una simple revuelta nacionalista”.

No es mi propósito hacer un análisis detallado del ambiente que se vivía en la Checoslovaquia de la época, más allá de lo señalado más arriba −para eso remito a la obra ya citada de Petkoff−; pero, si me parece importante, para lo que me interesa en este artículo, destacar algunas características del pueblo checo y su particular régimen comunista, que también reseña TP de manera muy clara.

La invasión y el ejército checo.

En los primeros minutos del día 21 de agosto de 1968, las tropas del Pacto de Varsovia, integradas por soldados de la URSS, Bulgaria, Polonia, Alemania Oriental y Hungría, iniciaron la “Operación Danubio” e invadieron Checoslovaquia. Alexander Dubcek y los mandos militares ordenaron al ejército checoslovaco no cooperar, pero tampoco resistir a la invasión. No hubiera servido de nada, pues en esa época el ejército checo contaba con unos 300 mil hombres −la mayor parte de ellos en el sur del país, cerca de la frontera con Hungría− y la fuerza invasora total estaba conformada por casi 700 mil soldados, dos mil trescientos tanques T-54 y setecientos aviones. Sin embargo, a pesar de la orden dada al ejército, hubo algunos focos de resistencia militar, como el de un regimiento paracaidista de Holešov, cuyos miembros impidieron la entrada a los soldados soviéticos en sus cuarteles, y otros efectivos militares checos que bloquearon por horas, para las fuerzas aéreas de las tropas invasoras, la pista de aterrizaje del aeropuerto militar de Kbely, en Praga.

La tradición cultural, cívica y democrática.

Otro aspecto a resaltar en Checoslovaquia, es que no solo era un país muy industrializado para la época, sino también un país de una tradición cultural y cívica muy importante, como se deduce solo por mencionar algunos nombres de intelectuales de renombre universal, que son bien conocidos, como Frank Kafka, Milan Kundera, Iván Klima y −el muy nombrado en estos días−, Vaclav Havel. También es importante mencionar otra característica −que va a ser crucial para los acontecimientos posteriores a la invasión soviética−, y es su tradición democrática, que nos recuerda Petkoff:

“A Checoslovaquia, como a Yugoslavia, el poder de los comunistas tampoco llegó en los tanques soviéticos… Su destino final habría de ser decidido por los propios checos mediante elecciones. Y éstas las ganó, en 1947, el partido comunista más poderoso de Europa para entonces… A diferencia del yugoslavo, que era un partido-ejército, el checo era un partido-civil. Y no fue por tanto mediante la guerra como alcanzó el poder, sino mediante elecciones”

Y para apoyar esa aseveración, cita Petkoff a Kundera, en el “Libro de la risa y del olvido”“…cuando los comunistas tomaron el poder en febrero de 1948, no fue en medio de la sangre ni mediante la violencia, sino saludados por el gozoso clamor de casi la mitad de la nación. Y, atención: esa mitad que lanzaba gritos de júbilo era la más dinámica, la más inteligente, la mejor, en suma”; para concluir, dice Petkoff, que: “En Checoslovaquia no solo existió un partido comunista de masas, sino que el país contaba con una larga y sólida tradición democrática”. Creo que lo descrito hasta el momento y los comentarios de Petkoff ilustran perfectamente el ambiente político que se vivió en la “Primavera de Praga”, en los días previos y posteriores a la invasión soviética. Pasemos ahora a ese tema.

La resistencia civil.

Los soldados soviéticos a quienes les habían dicho que su misión era “liberar” a los checoslovacos, no encontraron ningún ejército enemigo ni a un pueblo armado, pero si una enorme resistencia por parte de la población civil.

El primer “objetivo” del ejército invasor fue tomar Radio Praga, RP, símbolo de la apertura política y de la libertad de expresión, una de las reformas fundamentales del “socialismo con rostro humano” impulsado de Dubcek. Para el mediodía del mismo 21, la radio no pudo trasmitir más, al menos no libremente y desde su sede principal. Frente a la emisora se produjeron enfrentamientos entre los soldados soviéticos y la población civil, que trató de impedir el cierre de las emisiones radiales, con un saldo de 17 muertos. Pero, RP logro realizar algunas trasmisiones ese mismo día, pues sus técnicos reactivaron la emisora por un corto tiempo, desde un estudio oculto en el mismo edificio y en días subsiguientes desde un estudio especial en un barrio de Praga. Pero no duraron mucho esas trasmisiones. (De la sección de Historia de Radio Praga Internacional, hoy, fue de donde tome la mayor parte de la información que aquí utilizo; se puede consultar en el siguiente vinculo: https://espanol.radio.cz/historia)

Esa población civil, que había sobrevivido a la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y que consideraba al Ejército soviético como su liberador, superado el asombro que les produjo la invasión, no tardó en resistir a las tropas invasoras. Miles de checoslovacos salieron a las calles, organizaron barricadas, incendiaron vehículos, sabotearon las señales de tráfico para desviar a los soldados, quitaban o borraban los nombres de las calles para confundir a los invasores, difundían entre las tropas rumores sobre envenenamiento de agua, se trepaban a los tanques T-54 para poner sobre ellos banderas Checas o para increpar a los soldados, les leían a estos noticias de la invasión y de las reformas que se estaban haciendo y toda una serie más de actos que se mantuvieron de manera muy intensa durante varios meses, e incluso en el primer aniversario de la invasión se continuaron las protestas y manifestaciones. Desafortunadamente nada de eso detuvo el retroceso de las reformas que la invasión paralizó.

Los estudiantes y su resistencia.

El movimiento estudiantil checo, fiel a esa tradición cultural del país y en proceso de actividad muy intensa desde finales de los años 50, fue también un activo foco de resistencia. Dos eventos quiero destacar; el primero, la huelga de hambre de varios estudiantes, que solo duró cuatro días pues fue bruscamente finalizada por la policía comunista y que se conmemora anualmente, aun hoy en día, con estudiantes que hacen huelga de hambre, durante esos mismos cuatro días, para recordar esos eventos. El otro evento singular y dramático fue la autoinmolación de varias personas, que se convirtieron en “antorchas humanas”, en protesta por la invasión. Tan extrema acción, practicada por monjes budistas en protesta por la invasión al Tíbet o la guerra de Vietnam, no es tan conocida en el mundo occidental. Cuatro personas se inmolaron de esta manera; el más conocido y emblemático fue el estudiante de 21 años, Jan Palach, que se incendió en la plaza Wenceslao el 21 de enero de 1969; pero no fue el único, el 23 de febrero Jan Zajic, en la misma plaza, hizo lo mismo tras dejar una “Declaración a los ciudadanos checoslovacos” en la cual pedía: “¡Convoquen huelgas! ¡Luchen! ¡Quien no lucha no gana!”; el tercero fue Evžen Plocek, de 39 años, militante comunista, que se inmoló, esta vez lejos de Praga, el 4 abril 1969. Y el menos conocido, pues no era checo, fue el polaco Ryszard Siwiec, exmiembro de la resistencia polaca, quien se inmoló el 12 de septiembre de 1968 en Varsovia, cuatro meses antes que Jan Palach y también en protesta por la invasión de Checoslovaquia. Este último hecho fue “silenciado”, incluso desacreditado por las autoridades comunistas polacas y solo se supo y reivindicó años más tarde, tras la caída de los regímenes comunistas en Europa Oriental y en Rusia.

Después de la Primavera de Praga.

Dubcek fue obviamente destituido, obligado a desempeñarse como “guardia forestal” muy lejos de Praga. Gustav Husák asumió el poder y el control del Partido Comunista, que fue reorganizado; al igual que purgado el ejército e instaurado un fuerte control militar en el país, apoyado en las tropas soviéticas. En agosto de 1969, cuando la población checa intentó protestar por el aniversario de la ocupación, se encontraron con que fueron reprimidos por miles de soldados de las fuerzas de seguridad checoslovacas, la Policía checa, reforzada por la Milicia Popular del Partido Comunista, integrada por trabajadores entrenados para “defender” el régimen. Como consecuencia de la invasión murieron 137 checos, hubo más de 500 heridos y 300 mil emigraron.

Las tropas soviéticas, 75 mil soldados, permanecieron en Checoslovaquia apuntalando el “nuevo” régimen comunista hasta junio de 1991, cuando salió el último soldado soviético, forzado por el nuevo gobierno democrático, tras la “Revolución de Terciopelo”, 21 años después, encabezada por el intelectual y dramaturgo Vaclav Havel, quien fue el primer Presidente después de la desaparición de la Cortina de Hierro y quien abrió el país al occidente e integró a la Republica Checa a la OTAN y a la Unión Europea.

Las lecciones de la Primavera de Praga.

La importancia de la comunicación y difusión de información, como factor clave, es un elemento que destaca; aun cuando los eventos fueron documentados por miles de fotografías, sobre todo por el fotógrafo checo Josef Koudelka, no cabe duda que el férreo control militar y sobre las comunicaciones tuvieron un impacto importante. Hoy en día, ese control es más difícil de mantener para los gobiernos autoritarios. Pero la lección fundamental de la Primavera de Praga es que la sociedad civil puede organizarse y resistir y solo es posible contenerla, temporalmente, bajo fuerte represión de tropas tan entrenadas o tan fuertes como las soviéticas. Los pueblos cuando se organizan, más temprano que tarde, se libran de la opresión.

Conclusión.

La próxima semana concluiré esta serie sobre la “resistencia política”, con la descripción y análisis de la lucha contra la segregación racial y el apartheid en Suráfrica.

domingo, 29 de septiembre de 2024

La Resistencia Política (1). Ismael Pérez Vigil. Politólogo. 29 de septiembre de 2024

 


La Resistencia Política (1).

28 de septiembre de 2024. Cuando se acude a la historia para analizar acontecimientos actuales cada quien la interpreta de acuerdo a su objetivo, lo que conoce de ella y la imaginación que tenga; algunos se limitan −nos limitamos− en determinadas circunstancias, a presentar hechos para que cada quien saque sus propias conclusiones. De esta forma y con esa premisa nos aproximaremos al concepto de “resistencia”, que siempre será “política” porque al final, siempre estará en juego el poder.

Concepto.

Para no entrar en profundidades metodológicas, filosóficas o politológicas, vamos a entender por “resistencia” −y más específicamente la política−, lo que encontraría cualquier persona que se acerque a buscar el concepto en un diccionario. Así la Real Academia Española (RAE), en su primera acepción la considera como la: “Acción y efecto de resistir o resistirse”; y en la tercera, nos aproxima más al concepto que nos interesa: “Conjunto de las personas que, generalmente de forma clandestina, se oponen con distintos métodos a los invasores de un territorio o a una dictadura.” ‘De igual manera, desde hace más de 150 años, el Oxford English Dictionary define el término como: “oposición organizada a un invasor”.

El término se identifica y asimila también con: rebelión, rebeldía, rechazo, resistencia activa y pasiva, no violencia activa, y otra cantidad de conceptos que sería ocioso citar. Quedémonos por tanto con las ideas asomadas por ambos diccionarios: un término genérico, de personas organizadas, usualmente de manera clandestina, en cualquier país, que se oponen a los invasores o a las tiranías. Pretender dar una visión general de este amplio tema y los innumerables movimientos de resistencia es absolutamente imposible y poco práctico, por lo que seleccionaré algunos que me llaman la atención y que sirven para ejemplificar alternativas. Esto no es un tratado sobre el tema, que tampoco pienso agotar, sino apenas un intento, unas pinceladas, para motivar la curiosidad, propiciar la lectura y reflexión sobre el mismo y su investigación más a fondo.

Y con estas ideas presentes aproximémonos, en esta ocasión, a dos de los procesos más conocidos de “resistencia”, comenzando por uno de los más famosos, como lo fue la “resistencia francesa” a la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial; para luego hablar sobre la Guerra de Independencia de Argelia, o liberación del pueblo argelino de la colonización francesa de más de un siglo.

La Resistencia Francesa.

Cuando en un contexto político escuchamos la palabra “resistencia”, la mayoría de nosotros, en efecto, inmediatamente nos remontamos a la “resistencia francesa” durante la Segunda Guerra Mundial, de la que seguramente no tenemos recuerdos directos, sino o través de lo que hemos leído, de las películas de Hollywood o de alguna “serie” que hemos visto y eventualmente de lo que cuentan nuestros padres o abuelos. Otros ni siquiera eso, porque mis padres, por ejemplo, lo que vivieron fue la guerra civil española, suficientemente traumática, y la “resistencia” al régimen franquista, que la hubo y a mi padre le costó cárcel y exilio y solo regresó a España después de la muerte del dictador Franco; (por cierto, Francisco Franco, murió en su cama, tras gobernar 40 años; eso hay que recordárselo a ciertos españoles de hoy, cuando “reclaman” acción a otros). Pero no es de la “resistencia” a la dictadura española de la que voy a hablar, sino de otras, de las ya mencionadas.

Antes, debo recordar que la “resistencia francesa” no es la única que históricamente pudiéramos citar, pues sin exagerar, hay miles de movimientos de “resistencia”, desde épocas inmemoriales y a los más variados regímenes políticos, dictadores, tiranos, sistemas coloniales, actos de discriminación masiva, incluso a gobiernos democráticos o republicanos. Por ejemplo, sin ir muy lejos, remontándonos a las proximidades de la Segunda Guerra Mundial, ya que mencionamos la “resistencia francesa”, solamente en Italia hubo decenas de movimientos y grupos organizados contra el fascismo de Mussolini; incluso, en la propia Alemania de Hitler, no todo era “paz”, uniformidad o apoyo a esa dictadura, sangrienta y represiva, sino que también se destacaron movimientos de “resistencia”, individuales y de grupo, contra Hitler. Y, también hay que decirlo, hubo algunos movimientos a favor de él, en otros países.

La invasión y la resistencia.

Las tropas de Hitler invadieron Francia y la ocuparon desde el 14 de junio de 1940, durante más de cuatro años, hasta diciembre de 1944, ocupando el norte de Francia, retomando territorios −Alsacia y Lorena− de los que Alemania se había apoderado a principios del siglo; solo un tercio del país, quedo en manos de los colaboracionistas franceses, con asiento en Vichy, al mando del General Philippe Pétain. Desde el mismo momento de la invasión, se organizó una tenaz “resistencia” a la ocupación nazi y al gobierno colaboracionista de Vichy, integrada al principio por anarquistas, comunistas, exilados de España, a la que se fueron sumando otros movimientos, en el frente interno, en suelo francés; y en el exterior en el movimiento Francia Libre, en torno al General Charles De Gaulle, que se unificaron en el frente Francia Combatiente, al que más tarde −en 1943− se les, unió desde Argelia, el Frente Francés de Liberación Nacional, para conformar el Ejército Francés de Liberación que combatió junto con las tropas aliadas. Tomó casi tres años, a pesar de la guerra, innumerables combates y acciones, que se lograra conformar ese ejército y es solo hasta el 25 de agosto de 1944, que los aliados bajo el mando de Philippe Leclerc liberan Paris y ese mismo día entra en esa ciudad el General Charles De Gaulle

La “resistencia” la conformaron todos los movimientos organizados frente a la ocupación nazi y contra el régimen colaboracionista instalado en Vichy; desde el mismo junio de 1940, que organizaron operaciones y combates militares, actividades clandestinas, impresión de folletos, huelgas, manifestaciones, redes de salvamento de perseguidos −sobre todo judíos− acciones de información, manifestaciones, sabotaje, guerrillas urbanas y en el campo (los famosos maquis), contra los invasores alemanes y las tropas francesas de Vichy. Como dije, no pretendo narrar todo lo ocurrido, sino rescatar algunas ideas.

Ideas destacables de esta “resistencia”.

Son varias las ideas a destacar sobre está “resistencia”;

1- que obviamente se da en el contexto de un conflicto bélico a gran escala, lo cual no es fácil −al menos eso esperamos− que se repita históricamente y que determinó en buena parte su éxito y al que sirvió de apoyo;

2- la “clandestinidad”, que es la conciencia de que se enfrentaba a un enemigo −el nazismo− peligroso, al que había que buscar formas de confrontarlo, cuidando a la vez las propias fuerzas;

3- a pesar de la actividad militar, destaca la incorporación de civiles a la lucha clandestina y a las actividades de “resistencia”, incluso apoyando la acción militar; y

4- que al final se logra el éxito tras alcanzar la unidad; está, a pesar del ambiente bélico solo se consiguió, como ya dije, después de dos años de intensa lucha.

La Independencia de Argelia.

Es un contexto muy distinto al anterior, pues es una lucha por la liberación o descolonización de un pueblo. No me voy a referir a toda la épica del pueblo argelino por liberarse de la colonización francesa establecida desde 1830, destacaré solo la fase final, que fue una lucha que duró unos ocho años − de1954 a 1962− y fue una lucha de guerrillas, con múltiples atentados, en donde falleció población no beligerante, con enfrentamientos armados entre la 10.ª división de paracaidistas de Francia y el Ejército de Liberación Nacional, brazo militar del Frente de Liberación Nacional (FLN) de Argelia. Sus repercusiones morales −por algunos excesos del ejército francés− además de las propias de una lucha armada, tuvo su impacto en la propia Francia que favorecieron la caída de la Cuarta República Francesa y el resurgimiento de la Quinta República con Charles De Gaulle al frente desde 1958, quien propicio un referéndum −en 1961− sobre la libertad argelina, que fue favorable a la misma.

La liberación de Argelia tuvo múltiples altibajos; luchas internas −con secuelas de muertos y heridos− entre diferentes opciones y un marcado carácter religioso −musulmán−, apoyado y alentado por países musulmanes vecinos, que ya habían alcanzado su independencia: Egipto, Túnez y Marruecos. Lograda la independencia el FLN lideró el país como partido único, hasta 1989, y desde allí fue notoria la gran pugnacidad política y especialmente entre sus líderes, entre los que destacan algunos nombres conocidos y otros no tanto: Farhat Abbas, Ahmed Ben BellaHouari Boumédiène, Mohammed Boudiaf  hasta Abdelaziz Buteflika, el último de los más conocidos y que presidió el país hasta 2019.

Quizás lo que mejor resume y destaca la lucha de Argelia y su proceso de liberación esta recogido, como suele suceder, en una película: “La Batalla de Argel”, la conocida y premiada película de 1966, dirigida por Gillo Pontecorvo.

La Batalla de Argel.

La película de Pontecorvo se rodó en blanco y negro y por momentos tiene mucho de documental, que mediante la técnica cinematográfica del “flashback” refleja el ambiente que se vivió en Argel, particularmente en la “Casbah”, o zona musulmana de esa ciudad. La película se centra, básicamente, en Ali La Pointe, un delincuente radicalizado políticamente por el FLN y que se considera uno de los héroes argelinos de esa gesta, entre 1954 y 1957, y presenta las abusos y agresiones contra la población civil por parte de ambos bandos, el FLN argelino y los paracaidistas franceses enviados a contrarrestar la rebelión. Unos −los argelinos− cometen actos considerados terroristas y atentados contra civiles europeos; y del otro lado, las fuerzas francesas, no dudan en acudir a la tortura, la intimidación, el asesinato y la violencia indiscriminada contra la población, en su mayoría musulmana, que apoyaba la rebelión.

Más allá de la valoración que se haga de la película de Pontecorvo y su carácter de apología o no de la violencia, la lucha de guerrillas, la insurgencia o la contrainsurgencia −pues para todo eso se ha citado y utilizado− la película muestra como la lucha política toma un giro fundamental cuando los argelinos incorporan a la lucha por la independencia de Argelia, elementos religiosos e instituciones de un “estado paralelo”, que fueron creando, regido por normas y leyes diferentes a las de la Argelia francesa o colonizadora; convirtiendo así la lucha de independencia también en un tema cultural, racial y religioso.

Ideas destacables.

De la lucha por la independencia argelina, rescato estas ideas:

1- la ya mencionada “clandestinidad”, como mecanismo para la protección frente a un enemigo peligroso;

2- el involucramiento de la población civil a la lucha política, en tareas de apoyo a la “resistencia”.

3- la idea de la importancia de una motivación ideológica, política e incluso religiosa o espiritual, que le dio, en Argelia, mayor carácter a la lucha de “resistencia política”.

4- lo imprescindible de preservar la “unidad”, como factor clave de éxito y mantenerla, incluso después de logrado el objetivo principal.

Conclusión.

La próxima semana abordaré otros dos casos o ejemplos de “resistencia política”: La Primavera de Praga, o resistencia a la invasión soviética a Checoslovaquia y La Lucha contra el Apartheid en Suráfrica.

domingo, 22 de septiembre de 2024

Lecturas Políticas (2). Ismael Pérez Vigil. Politólogo. 21 de septiembre de 2024

 


Lecturas Políticas (2)

21 de septiembre de 2024. Inicié la semana pasada una reflexión sobre algunos textos políticos, que continuaré en este artículo −y quizás más adelante en otros−. El objetivo que persigo es estimular a quienes me leen, en la búsqueda y reflexión sobre las lecturas que propongo, apropiadas para épocas aciagas como las que vivimos; no esperen por tanto encontrar una recensión o resumen de los textos, pues se trata apenas de mi muy particular visión y conclusión acerca de ellos, que a lo mejor no es la lectura que otro lector o un especialista haría sobre los mismos.

Dos personajes.

Dicho lo anterior, les traigo hoy los otros dos personajes que mencioné y que, como ya he dicho, todo politólogo y político deben conocer: Joseph Fouché y Nicolás Maquiavelo. A diferencia de, por ejemplo, La Técnica del Golpe de Estado, de Curzio Malaparte, El Príncipe de Maquiavelo y el Fouché de Estefan Zweig son muy fáciles de conseguir, en edición impresa y sobre todo por vía digital. Por ejemplo, casi todas las obras completas de Zweig se pueden “bajar” sin ninguna restricción y de manera gratuita por Internet, hay varias “páginas web” que lo permiten, basta poner en cualquier “buscador” el nombre del autor. Aunque yo utilizaré para ambos autores las obras impresas que conocí y leí hace muchos años −y aún conservo− recomiendo sin ninguna reserva las versiones digitales, que también consulté, más fáciles de conseguir hoy en día.

Fouché.

Sobre este personaje hay diversas obras, la más famosa, que es a la que yo haré referencia, es la de Estefan Zweig; pero está la de Louis Madelin (Fouché, 1901), que fue su tesis doctoral y de la que el propio Zweig dice que fue de la que tomó los datos, después de que Honoré de Balzac sacara al personaje, Joseph Fouché, de la oscuridad. La obra de Zweig se conoce con varios nombres, simplemente como Fouché, pero hay ediciones que le agregan: Retrato de un hombre político; y esta otra: El genio tenebroso, que me parece que no es solo más impactante, sino que creo además que describe mejor al personaje.

Joseph Fouché fue Ministro de la Policía durante la época del Terror de la Revolución Francesa, después lo fue de Napoleón Bonaparte y finalmente del monarca Luis XVIII, a pesar de que Fouché fue uno de los que propició que se guillotinara a su hermano, Luis XVI y a María Antonieta. Por su habilidad para pasar por regímenes tan disímiles y contradictorios, se le describe con calificativos muy despectivos: “puro reptil”, tránsfuga, carente de moral, inescrupuloso, traidor, intrigante, oportunista; se tejió una “leyenda negra” sobre el personaje de la cual lo saca la tesis doctoral de Louis Madelin, convirtiéndolo en un personaje histórico, finalmente logrado por Estefan Zweig, con su magnífico estilo de manejar las biografías, sin datos farragosos y resaltando la época, la personalidad y el alma de sus personajes.

Poder detrás del trono.

Desde luego la intención de Zweig no era despertar la admiración por este personaje, a quien consideraba: “el más consumado maquiavélico de la Edad Contemporánea”, su intención era “rescatar”, hacernos poner la mirada sobre este personaje de la segunda fila de la historia, pues como dice:

“En la vida real, la verdadera, en la esfera de poder de la política, raras veces deciden —y esto es algo que hay que recalcar, como advertencia contra toda credulidad política— las figuras superiores, los hombres de ideas puras, sino un género mucho menos valioso, pero más hábil: las figuras que ocupan el segundo plano. Tanto en 1914 como en 1918, hemos visto cómo las decisiones históricas de la guerra y de la paz no eran tomadas desde la razón y la responsabilidad, sino por hombres ocultos en las sombras, de dudoso carácter e insuficiente entendimiento.”

Es una clara advertencia que debemos tener en cuenta en los aciagos momentos que vivimos, para no poner la mirada solamente en los que destacan en el primer plano, sino en aquellos, mucho más taimados, que se mueven bajo la superficie, recordando otra frase de Zweig que nos rescata el presentador de la edición de su libro:

“Los gobiernos, las formas de Estado, las opiniones, los hombres cambian, todo se precipita y desaparece en ese furioso torbellino del cambio de siglo, sólo uno se queda siempre en el mismo sitio, al servicio de todos y de todas las ideas: Joseph Fouché”

En estos dos párrafos se resume, para mí, la magistral obra de Zweig y que resumo en otra, frase, que no es textual, que leí o escuché en alguna parte, en algún salón de clase, cuando leía sobre el personaje, y que no sé si en realidad se refería a Fouché, o se aplicaba a otra obra y que es también perfectamente lapidaria y descriptiva de nuestra época: “Los gobiernos pasan, pero la policía queda”.

Maquiavelo.

Sobre Nicolás Maquiavelo siempre he sentido una secreta admiración y atracción, que se remonta a mis años de secundaria, cuando un profesor de Psicología y Filosofía, el Hermano José Peñaloza, del Colegio La Salle La Colina, me puso en contacto con El Príncipe, cuando cursaba cuarto año de bachillerato. De manera que, cuando estudié Ciencias Políticas y evalué esta obra de una manera más sistemática, se reafirmó esa admiración por el autor.

La primera edición que leí de El Príncipe, fue la de Edime, Madrid, 1962; pero, lo que me descubrió el mundo de Maquiavelo es una obra denominada: Obras Políticas, Nicolás Maquiavelo, del Instituto Cubano del Libro (Editorial: La Habana, Editorial de Ciencias Sociales,1971), que contiene: 1) el prólogo de D. Luis Navarro, a la edición de las Obras Políticas de Maquiavelo publicadas en 1895 y editadas por la Universidad de Nuevo León, México; 2) el capítulo ya citado de George H. Sabine sobre la Ideas Políticas de Maquiavelo, de Historia de la Teoría Política, del FCE de 1937; y 3) las obras de Nicolás Maquiavelo: El Príncipe, Discurso sobre la Primera Década de Tito Livio (Discursos) y Dictamen sobre la Reforma de la Constitución de Florencia; por último, debo mencionar también otra obra de Maquiavelo, Del Arte de la Guerra, mucho más difícil de conseguir impresa, pero posible en versión digital. El príncipe, los Discursos y Del Arte de la Guerra contienen −según Luis Navarro, ya citado− “Todo el sistema político de Maquiavelo”.

Todo lo anterior es para significar que, si bien la obra que más se conoce de Nicolás Maquiavelo, en materia política, es El Príncipe −del que existen innumerable ediciones, interpretaciones y miles de páginas escritas− en realidad poco se conoce acerca de que al autor de este texto, magníficamente escrito, se le considera el inspirador del significado que hoy tenemos del Estado moderno y el ejército moderno −o al menos “el primer clásico moderno en asuntos militares” (según Luis Navarro, en la obra citada)− y cultor de la interpretación de la política como ciencia social que estudia el poder, su administración, su forma de conquistarlo, etcétera. Fue su obra leída y resumida por Papas, Emperadores, Reyes, Jefes de Estado, filósofos, y ninguno quedó indiferente ante ella. Desde ese punto de vista Nicolás Maquiavelo, para bien o para mal fue un iluminado florentino, que nos describió magistralmente y en lenguaje sencillo a la política, tal cual se practicaba en su época: Un reino de maniobras e intrigas, de disimulo y abuso de poder, de conspiraciones y pactos secretos, cálculo, paranoia, cinismo, doble cara, etcétera.

Sería interminable una discusión de la obra de Maquiavelo −que no es lo que pretendo− por sus implicaciones morales, éticas, políticas, entre otras; pero, si resaltar que nos lleva también al concepto de gobierno y de esta manera, la política sería también el arte y ciencia de gobernar, de cómo los gobiernos y los partidos alcanzan sus logros; llevadas sus ideas a nuestros días, la política sería también la forma en que quienes tienen una misma idea, usualmente agrupados en partidos, toman las decisiones, alcanzan sus objetivos y convencen a los demás para seguirlos; sería entonces la forma, el método, la manera, de convencer a los demás de mis ideas, estrategias y maneras, para alcanzar de la forma más eficaz un determinado objetivo.

El fin justifica los medios.

“El fin justifica los medios”, es una frase que usualmente se atribuye a Nicolás Maquiavelo −y también a otros, vale decir−, pero que nadie pierda el tiempo buscándola en alguna de sus obras, porque no la va a encontrar, pues a ciertos autores, superficialmente considerados y vulgarizados, se atribuyen ideas y conceptos que nunca expresaron. Y es probablemente a partir de allí y de su obra más conocida, El Príncipe, que a Maquiavelo se le considera “inmoral”, que no lo era, todo lo más, “amoral”, según considera George H. Sabine (en el capítulo XVII: Las Ideas Políticas de Maquiavelo, en Historia de la Teoría Política, del FCE de 1937) quien advierte que Maquiavelo: “Se limita a abstraer la política de toda otra consideración y escribe acerca de ella como si fuera un fin en sí” y nos recuerda también que El Príncipe lo escribió con una finalidad práctica: congraciarse con los Medici y conseguir un cargo público.

Amado o temido.

La profundidad de El Príncipe, como es usual con muchos autores, se suele reducir a un tema, a unas pocas frases; en este caso, uno de los más citados es el tema de la “intimidación” −y de esa forma conecto con nuestros tiempos actuales− pues esa sería la mejor arma de la política, según aquella máxima de Maquiavelo que para el gobernante es mejor ser temido que ser amado:

“Algunos disputan acerca de si es mejor que el príncipe sea más amado que temido… Pero como no es fácil hacer sentir en igual grado a los mismos hombres estos dos afectos, habiendo de escoger entre uno y otro, yo me inclinaría al último con preferencia”. (Capítulo 17 de El Príncipe)

Sin querer justificar a Maquiavelo, en este caso está hablando de los “príncipes” que lo son por haber tomado por las armas un territorio y someter por la fuerza a su población; queda, por tanto, con muchos declarados enemigos. Bien decía Maquiavelo que esos “príncipes”:

“… comprendiendo que no podían contentar las dos partes, complacieron al ejército sin preocuparse de perjudicar al pueblo… pues no siéndole posible carecer de enemigos, más le vale que éstos sean los que no cuentan con la fuerza de las armas” (El Príncipe. Edime. Madrid. 1962)

Tampoco olvidemos que, para Maquiavelo −nos dice Sabine− “La finalidad de la política es conservar y aumentar el poder político, y el patrón para juzgarlas es su éxito en la consecución de ese propósito”; como también nos recuerda que Aristóteles, en la Política, “…se refiere también a la conservación de los estados, sin consideración de su bondad o maldad”.

Conclusión.

¿Qué es, en mi criterio, lo que estos dos autores y sus obras nos enseñan? Zweig en Fouché: que debemos abrir los ojos hacia los que actúan en segundo plano, que suelen sobrevivir con el paso de gobiernos y regímenes −o como decimos en criollo: “siempre caen de pie”−, pues son “el poder detrás del trono”, otra frase que se atribuye a Zweig y que describe perfectamente a Joseph Fouché…y la ya citada: “Los gobiernos pasan, pero la policía queda”, que no lo olviden los tiranos.

Y en El Príncipe, Maquiavelonos recuerda como pasan los “príncipes” a ser “tiranos” y que estos encuentran en esta obra un manual para preservar su hegemonía y mantenerse en el poder; pero, creo yo, que el florentino también nos enseña que quienes combaten a la tiranía, los republicanos, también encuentran en él, un manual de los vicios por los que hay que acabar con las tiranías y los autoritarismos.

domingo, 15 de septiembre de 2024

Lecturas Políticas (1). Ismael Pérez Vigil. Politólogo. 15 de septiembre de 2024

 


Lecturas Políticas (1)

14 de septiembre de 2024. Tiempos aciagos, como los que vivimos desde hace cinco lustros −extremados hoy en día−, imponen una cuidadosa selección de lecturas sobre el tema político; por eso afirmo que en la biblioteca −o en la mesa de noche− hay textos que no deben faltar ni dejar de leer los estudiosos de la política y, mucho menos, los que se dedican a ese oficio de manera práctica y consuetudinaria. Entre estos textos están: El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, Fouché: el Genio Tenebroso de Stefan Zweig y La Técnica del Golpe de Estado de Curzio Malaparte. Agrego ahora El Arte de la Guerra de Sun Tzu, que no se debe confundir con uno de nombre parecido, De la Guerra, de Carl Von Clausewitz, cuyas lecturas también recomiendo.

Ni recensión, ni resumen.

La lectura de estos textos puede ser muy útil en los tiempos que vivimos; me tomo por tanto la licencia de elaborar una muy breve reseña, que no llega a recensión y mucho menos a resumen y la única pretensión es estimular la lectura y animar una reflexión alrededor de ellos, que iluminen las actividades que cada quien realiza y aporten alguna de las enseñanzas y motivaciones que a mí me dejó su contacto y lectura. Algunos de los libros se consiguen en cualquier parte: El Príncipe, el Arte de la Guerra, por ejemplo; otros son más difíciles, pero aquellos que son más difíciles, en la época de Internet, seguramente son fáciles de encontrar; de todos ellos he visto la versión impresa y digital y animo a buscarlos.

La Guerra.

Sobre la guerra hay innumerables tratados; sin embargo, los dos que reseño son muy conocidos y circulan ampliamente.

Del texto de Sun Tzu −general, estratega y filósofo chino, que se supone vivió varios siglos antes de Cristo, en fechas difíciles de precisar− se dice que es el tratado sobre guerra y estrategia más importante de todos los tiempos y hoy es citado con soltura, pues −como muchos textos de filósofos y escritores chinos− desde la más lejana antigüedad hasta Mao Tse Tung, el “narciso de bambú”, como le decía un viejo amigo, es fácil extraer de ellos aforismos e ingeniosas citas que dejan muy bien a cualquiera que las emplee, aun cuando no se profundice en ellas. Entre las muchas ideas que se extrae de este clásico texto está, lo que para algunos es su enseñanza más importante: “Someter al enemigo sin darle batalla.” Presente está también la idea de la “unidad” por encima del tamaño, la importancia de respuestas flexibles en circunstancias cambiantes y la de desarrollar fuentes de información. Esta última, en época de posverdad, bajo el estricto control, censura y autocensura de medios de comunicación y el intento de someter y limitar las redes sociales, lo de “desarrollar fuentes de información”, adquiere importancia capital.

Del general prusiano, Carl Von Clausewitz, que vivió solamente 51 años entre 1780 y 1831, se tienen datos más precisos, pero su texto se presta menos a citas y aforismos que el de Sun Tzu, aunque todos repetimos aquello de que “La guerra no es más que la continuación de una política con otros medios». (Cita no textual). Von Clausewitz es uno de los exponentes de esa rancia ideología de la “superioridad alemana” y su pensamiento pudiera resumirse, en mi criterio, en dos postulados generales: la superioridad numérica y el medio como elementos tácticos importantes, que desarrollan todo su potencial estratégico debido a la “genialidad del jefe”, de quien comanda. Siete millones son un número y un jefe puede ser un líder o una lideresa.

El planteamiento de Von Clausewitz es netamente ofensivo, atacar al adversario de un modo rápido y sorprenderlo, obligándolo a dar batalla en condiciones de desventaja y sorpresa −algo que no siempre es fácil− después de “concentrar” fuerzas. A Carl Von Clausewitz se le considera, con propiedad, el fundamento de la doctrina militar alemana del siglo XIX y probablemente del siglo XX.

El Golpe.

Sobre “La Técnica del Golpe de Estado”, debo decir que quien me puso en contacto con este extraordinario y breve texto de Malaparte, fue mi amigo, compañero de colegio y luego mi profesor en la escuela de Estudios Políticos, Aníbal Romero, quien, afortunadamente, se ha mantenido escribiendo.

Yo conocí la edición impresa de esta obra, la de 1974, en la colección de Papeles Políticos de la Distribuidora Baires; pero, años más tarde recorriendo librerías en Madrid, pude conseguir una edición de 1959, en excelente estado, de José Janes, Editor; pero, es ciertamente difícil de encontrar un texto impreso, pero no imposible una edición digital en la era de Internet.

Curzio Malaparte, cuya obra más conocida es La Piel −publicada en 1949 y durante muchos años en la lista de los libros prohibidos por el Vaticano− nos regala este texto en 1928, y su objetivo fundamental era advertir a los gobiernos de occidente acerca de los peligros de la revolución bolchevique; algo que hoy sería un deleite en esta mentalidad que nos rodea, donde cualquier idea de justicia social o progreso, es calificada de comunista, socialista o cuando menos peligrosa. De esa manera empieza su texto, advirtiendo específicamente del peligro de la táctica de Trotsky, más que de la estrategia de Lenin: “Si el estratega de la revolución bolchevique es Lenin, el táctico del golpe de Estado de octubre de 1917 es Trotsky”, pues la táctica de Trotsky es una táctica insurreccional y eso es lo que importa, porque esa “es la técnica del golpe de Estado”; la estrategia −de Lenin− dependía de demasiadas condiciones y circunstancias −nos dice Malaparte− concebía la estrategia como Clausewitz, como una filosofía, más que como un arte o una ciencia, que en opinión de Trotsky en 1917, dependía de demasiadas circunstancias, −de unir revolución a una guerra imperialista, que mantuviera distraídos a los probables enemigos externos de la revolución, la inmensidad de Rusia para sostener una guerra y la existencia de un movimiento revolucionario− mientras que para él solo es necesario “una pequeña tropa, fría, violenta, instruida en la táctica insurreccional… hay que atenerse a la táctica, operar con poca gente en un terreno limitado, concentrar sus esfuerzos sobre los objetivos principales, dar directa y duramente… la insurrección no necesita nada. Se basta a sí misma”

El meollo del texto de Malaparte tiene una base fundamental: los escritos de Lenin y una supuesta e imaginaria conversación, entre Lenin y Trotsky; con base en esos escritos y en esa imaginaria conversación, Malaparte desarrolla su advertencia hacia la táctica de Trotsky. La revolución de octubre triunfa, según Malaparte, gracias a Trotsky quien luego, todavía en vida de Lenin, pero especialmente tras su muerte, se enfrasca en agudas disputas con Stalin, que lo llevarían al exilio y a la muerte, asesinado por un comunista español, al servicio del dictador soviético.

Los invito ahora a adentrarse en este texto magníficamente escrito, pero sin olvidar una de las máximas de Trotsky: “La insurrección −dice− no es un arte, es una máquina. Para ponerla en movimiento hacen falta técnicos, y solo unos técnicos podrían detenerla”  

Conclusión.

Dejo hasta aquí, suficiente por hoy, mis “lecturas políticas”; reanudaré la próxima semana con las enseñanzas que me dejaron El Príncipe de Nicolás Maquiavelo y el Fouché de Stefan Zweig, dos personajes de conocimiento imprescindible para cualquier estudioso o político contemporáneo.

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domingo, 8 de septiembre de 2024

Respuesta Novelada. Ismael Pérez Vigil. Politólogo. 8 septiembre de 2024



Respuesta Novelada.

7 de septiembre de 2024. Algunas personas, de manera amistosa y otras no tanto, preguntan: ¡Y entonces, ¿Qué hacemos?! La verdad es que no hay una respuesta simple para esa pregunta; es más, no sé sí hay una respuesta única o válida. Por eso, en tiempos de ignominia, cuando hay que hablar en parábolas, o disparar por el mampuesto “gallegiano”, se me ocurre adaptar algo que escribí hace algunos años, para estimular la reflexión y la imaginación.

Una novela.

Lo que me vino a la mente, para intentar una respuesta, fue una novela de José Saramago. Como persona, el escritor portugués, premio Nobel de literatura, fallecido en 2010, me decepcionó cuando ya nonagenario estuvo por Venezuela −en el año 2005− con la no disimulada intención de darle un espaldarazo a Hugo Chávez Frías. Alojado en hoteles cinco estrellas, dando conferencias rodeado de todo boato, en salones elegantes −ni siquiera se le ocurrió pasar por el Aula Magna− y visitando algunas de nuestras playas, para él exóticas. Pero su obra literaria es otra cosa y la novela en cuestión, que la situación política que vivimos me recordó es: Ensayo sobre la Lucidez (2004)

Debo advertir acerca de la misma, que me referiré a su argumento y revelaré algunos detalles importantes de su trama y resultados, por lo tanto, quien no la haya leído y tenga pensado hacerlo, tome esto en cuenta.

“Ensayo sobre la lucidez”

Esta novela de Saramago se desarrolla en la misma ciudad sin nombre en la que −según la historia que se narra y en otra novela del autor, Ensayo sobre la ceguera (1995)− cuatro años atrás, la gente se quedó ciega. En esta nueva ocasión, en Ensayo sobre la Lucidez, se celebraban unas elecciones y, sin ninguna razón aparente, sin ningún estimulo externo, en un día muy lluvioso, tormentoso −como lo fue el 22 de octubre de 2023, por ejemplo−, en aquella ciudad y elección, llegada la calma, la gente fue a votar. Pero no votó por los partidos tradicionales de derecha, de centro o de izquierda, tampoco votó nulo, votó masivamente, sí, pero votó en blanco, se produjo una altísima votación, en blanco. En la novela nadie salió a celebrar, nadie se atribuye el triunfo arrollador del voto blanco, simplemente ocurrió.

Se repite la elección.

En la ciudad de la novela −siempre hablo de la novela−, alarmados por los resultados y amparados en cualquier subterfugio de los que siempre encuentran los que ejercen el poder, las elecciones se repiten una semana más tarde, con idéntico resultado: la gente nuevamente acude, masivamente, a votar, pero otra vez votan en blanco. Y nuevamente, nadie celebra ni se atribuye el triunfo.

Claro que no pienso ni por asomo que eso es lo que ocurriría en Venezuela, no solo por lo improbable y no deseable de repetir la elección, sino porque no es posible votar en blanco en nuestro sistema electoral automatizado; pero, como se trata de “ficcionar” a partir de la novela, ya de por si ficticia, me tomo la licencia de especular al respecto y que nadie vaya a buscar textualmente, en la novela, lo que describo e interpreto de la misma.

La novela transcurre a partir de allí narrando todas las peripecias del Gobierno, del poder, en esa “democracia degenerada”, para tratar de descubrir lo que está por detrás de este acontecimiento. Y narrando también lo que hace la gente, los ciudadanos, resistiendo la situación tiránica, tratando de vivir en libertad. ¿Quién ha urdido esta conjura? Porque sin duda la hay. Se pregunta el gobierno. Seguro se trata −en la novela de Saramago− de una conspiración internacional, el imperio detrás de todo buscando desestabilizar. Siempre hay que descubrir algún enemigo a quien hacer culpable, porque siempre hay que negar la capacidad, la inteligencia, la humanidad, en definitiva, de quienes se oponen.

Se cuenta la verdad.

Todos sabemos que cuando se buscan conexiones entre las cosas, se acaba encontrándolas y por todas partes, entre lo que sea. Lo hemos vivido, aquí, cientos de veces. Se vinculan hechos por analogía y no hay reglas para decidir si una analogía es o no es válida; después de todo, desde que se inventó la dialéctica −y ahora la globalización− cualquier cosa guarda una similitud con cualquier otra, desde algún punto de vista.

Así, el Gobierno −el de esa ciudad ficticia de la novela de Saramago, como en cualquier “democracia degenerada” − construye unos culpables, los acusa por la prensa, publica sus fotos, los señala, les inventa delitos inverosímiles, conocemos bien esa historia. Pero, en la novela pasa también que alguien decide contar la historia verdadera y logra, a pesar del miedo, del estado de sitio y la censura de prensa, que la verdad se publique y se conozca.

El meollo de la novela de Saramago.

Ocurre entonces algo asombroso, que de alguna forma —para mí— es el meollo de toda la historia y la enseñanza de la novela. A pesar de que el Gobierno recoge la edición del periódico en el que se publicó, la historia verdadera comienza a circular, profusamente, en todas partes y en palabras de Saramago: “Resulta que no todo está perdido, la ciudad ha tomado el asunto en sus manos, ha puesto en marcha cientos de máquinas fotocopiadoras, y ahora son grupos animados de chicas y chicos los que van metiendo los papeles en los buzones de las casas o los entregan en las puertas, alguien pregunta si es publicidad y ellos responden que sí señor, y de la mejor que hay.”  ¡Panfletos fotocopiados!, ¡que magnifico anacronismo!, pues en la época en la que transcurre la novela, no existían las redes sociales −que aun hoy quedan, a pesar de los esfuerzos por eliminarlas− que hubieran facilitado enormemente esa difusión. Nadie asume tampoco la gloria de reproducir la historia verdadera y comenzar a repartirla, simplemente ocurre. Nos recuerda también la historia de las “postales” contra Hitler de otra novela, ésta de Hans Fallada, Solo en Berlín, y que fue motivo del último artículo de Ibsen Martínez (El Nacional, https://bit.ly/4e9d1ka), en la cual sus protagonistas escribían consignas contra Hitler y los nazis en las postales y en las estampillas.

La clave de Saramago.

“La ciudad ha tomado el asunto en sus manos”. Esa es la clave. A lo mejor de lo que se trata es de producir respuestas “desproporcionadas”, hasta ingenuas, ante las más inusitadas y duras situaciones políticas, que vayan dando confianza, soltura y solidez a la resistencia. Esa es, por ahora, mi respuesta al “¿Qué hacemos?”: la gente, los ciudadanos, resuelven las cosas cuando las toman en sus manos. En política esto es, para muchos, un romanticismo −hasta para mí lo era−, hasta que se llega a la conclusión y el convencimiento de que no queda más remedio que las cosas vuelvan al nivel del pacto originario, ese que es necesario reestablecer entre ciudadanos y políticos, para que la gente tome la solución en sus manos, que se involucre en ella.

Los habitantes de la ciudad sin nombre de Saramago, como los protagonistas históricos − Elise y Otto Hampel− en Berlín, en la mencionada novela de Fallada, no se cruzan de brazos, no se rinden, emprenden una cruzada; en la ciudad sin nombre reparten panfletos fotocopiados, en el Berlín de Hitler, “postales” de correo −ninguna de esas dos se nos ocurriría hoy en la era de Internet y con redes sociales−; con poco éxito en ambas novelas de ficción, pero que quien sabe lo que pueda ocurrir en la vida real, en donde sabemos que todas las transformaciones profundas de la humanidad se han dado a partir de un esfuerzo desproporcionado, que lucía improbable.

Conclusión.

Ni en la ciudad de Saramago, ni en el Berlín de Fallada se alentó o emprendió demagógicamente una aventura populista; bastó la esperanza y también, el impulso de recordar exitosos hechos: votaciones en blanco, actividad clandestina durante tres años −como pudiera ser el recuerdo de la jornada cívica del 22 de octubre de 2023 y el éxito político del 28 de julio de 2024−. Si bien no es una respuesta completa, las tareas y las ideas están allí. ¿Qué todo eso no servirá de nada?, a lo mejor, pero la alternativa no es no hacer nada, ni cruzarse de brazos a esperar que las cosas se arreglen solas. Ya otras veces hemos dicho que se trata de construir esa “pinza” que nos permita presionar: con la comunidad internacional, de un lado; y con el desarrollo de la fuerza interna, por el otro.

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