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domingo, 3 de junio de 2018

Post 20M por @Ismael_Perez



Por: Ismael Pérez Vigil. Politólogo.
Caracas, 1 de junio de 2018.

Algo que podría pensar cualquier recién llegado al país es que el 20M ha sido el mejor proceso electoral que hemos tenido y con los mejores resultados, pues todo el mundo está satisfecho y celebra su propia victoria.


En efecto, Maduro está contento, porque ganó; los chavistas no maduristas porque Maduro sacó el porcentaje más bajo, desde 1999, sobre el total de posibles votantes; los abstencionistas ─o “abstencionarios", como a ellos les gusta llamarse─ y los “no participacionistas” y partidos de la MUD porque “el pueblo no se dejó engañar y le dio una lección a la dictadura” (cosa que, por lo demás, es cierta); los antifalconistas porque Falcón ─”ese traidor”, como le dicen ambos bandos─ perdió; el PSUV y Cabello porque Somos Venezuela llegó detrás de la ambulancia; el tercio de Copei que participó porque no había sacado tantos votos desde hace 35 años; Falcón porque ahora tiene un piso de 2 millones de electores para negociar un puesto en la oposición; los Falconistas porque “demostraron” (?) que si no es por la abstención, Falcón hubiera ganado; el “pastor” Bertucci, porque ─nadie sabe cómo, probablemente por los chavistas no maduristas─ sacó casi un millón de votos. En fin, todos contentos. Claro, en política, dirá alguien, todos tienen que darse como ganadores.

Pero lo más sorprendente de este estado de ánimo de jubilosa euforia, es que estaba decidido desde antes que el CNE anunciara los resultados y pasara lo que pasara ─aunque no se vaticinaban sorpresas, tal como ocurrió─ todo el mundo tenía ya preparado su discurso de triunfo. Como sucede en los periódicos que, cuando un personaje ilustre está muy enfermo y se espera un fatídico final, ya tienen preparados los artículos panegíricos y luctuosos con los cuales referirse o despedir al personaje.

Pero no todo es dicha. En realidad todos perdimos y el que más perdió fue el que, en todo caso, es el artífice de la victoria, el pueblo venezolano, pues la dictadura sigue allí, instalada; la hiperinflación continúa su devastación; el innombrable sigue escalando en vertiginosa ─y al parecer indetenible─ subida sobre los dos millones; los hospitales y la salud, en ruta contraria a la hiperinflación, escarbando hacia el subsuelo; continua la debacle social y económica; y paremos ya de enumerar calamidades, porque si no, el panegírico luctuoso será este artículo.

Lo que ocurrió el 20M, disculpen la licencia gramatical, fue una Saramagiada, pero al revés. En la novela de Saramago, Ensayo sobre la lucidez, en un momento del día lluvioso, en la desconocida ciudad en la que se celebraba una elección, el pueblo salió a votar en blanco. El 20M, que fue un día soleado, el pueblo se quedó en su casa. En la novela de Saramago las elecciones se repiten, y el pueblo vuelve a salir a votar en blanco. Hasta aquí la similitud, porque dudamos que esta dictadura, a diferencia de la de la novela de Saramago, vaya a llamar a nuevas elecciones. Al menos no por las buenas o por su propia voluntad.

Como quiera que ya no tenemos a Saramago para que nos escriba nuestra novela y como el resultado era por todos conocido antes del 20M, podemos ponernos a especular o, mejor aún, a hacer ejercicios de imaginación al estilo de “que hubiera pasado si, en vez de…”. ¿Qué hubiera pasado si los que fueron a votar por una opción distinta al dictador se hubieran quedado en su casa? ¿Hubiera sido mayor el desconocimiento de la comunidad internacional, abarcando por ejemplo a Rusia y China? ¿Hubiera habido alguna reacción en las FANB ante semejante desplante popular? Igualmente, preguntémonos o imaginémonos otra situación: ¿Qué hubiera pasado si en vez de quedarse en su casa, el pueblo hubiera salido a votar, en las proporciones en que lo hizo en diciembre de 2015 o en las proporciones en que firmó el 16 de julio de 2017? ¿Hubiera ganado la oposición? Y si hubiera sido así, ¿Habría “cantado” el CNE ese resultado?, ¿Habría la dictadura aceptado su derrota? ¿O habría sacado sus tropas y milicias a la calle a desconocer ese triunfo?

Esas elucubraciones y preguntas se quedarán sin respuesta; al menos yo no tengo interés en imaginar cómo responderlas. Pero allí quedan, para los ejercicios de imaginación de cada quien. Ahora me interesa más bajar a la realidad post 20M.

Cuando la oposición decidió “no participar” y otro sector hizo por enésima vez el llamado a la abstención, se produjo un vacío político que ni los “no participacionistas” ni los “abstencionarios” ─repito, como a ellos les gusta llamarse─ pudieron llenar o supieron llenar; era un cambio de estrategia y de discurso para el que no nos preparamos y con un liderazgo atacado y disminuido por sus adversarios y propios partidarios. Obviamente el vacío tampoco lo llenaron los opositores que llamaron a votar, porque de haberlo hecho el resultado tendría que haber sido otro.

Toca ver ahora cómo estos dos grupos, que cuentan ─según las cifras del CNE─ con un caudal de más de 10 millones de “no votantes”, van a llenar ese vacío, para que el resultado sea el que aspiramos todas las fuerzas democráticas del país: el quiebre de la dictadura, liberarnos de este oprobio. Todo un país está a la espera de cómo cada uno de estos grupos va a llenar ese concepto de unidad. Desde luego que esa es una tarea de todos los que creemos en la democracia y queremos recuperarla para nuestro país, pero la iniciativa ─por el momento─ debe partir de esos grupos opositores. De hecho, es el primer paso para consolidar la unidad opositora. El tiempo apremia. No caben más errores ni demoras, pues la tarea es larga.

Esa unidad, Edo, el extraordinario dibujante, la describe y representa de una manera magistral en una caricatura del 27 de mayo en El Nacional web: Una mujer vestida de Venezuela, con frustrada actitud y mal humorada cara, apunta a una cartilla en la que se lee en diferentes tamaños la palabra “unidad”; un grupo de personas, de espaldas al lector, pero de frente a la cartilla, dan cada uno su respuesta o interpretación: intervención militar, elecciones, vete ya, abstención, calle. ¡Ojalá no sea premonitoria la excelente y aguda caricatura!

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