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domingo, 21 de marzo de 2021

Usted y yo, ¿Qué haremos? . Ismael Perez Vigil Politólogo


 

Usted y yo, ¿Qué haremos?

 Ismael Perez Vigil

Politólogo

 

La discusión acerca de la posición opositora con relación a la

participación o no en las elecciones regionales continua, sin que asome una

leve luz en el fondo; con la desventaja de que en la medida que pasa el

tiempo y no hay una posición “oficial” con respecto al tema, la discusión se

hace más y más amarga, florece el “dibujo libre” y las iniciativas

personales y grupales. Obviamente, la discusión no se queda en el tema de la

participación electoral, va mucho más allá y se remonta también −suponemos−

al pasado reciente y al más lejano, sobre todo en cuanto a recriminación de

errores y fallas a dirigentes y partidos.

 

Hay quienes llegan muy lejos en su proclama de la no participación −no los

llamaré abstencionistas, pues dicen no serlo− pero, les parece que no solo

está “agotada” la vía electoral, al menos para algunos, también está agotada

la opción de convocar a “la calle”, por carecer de una estrategia posterior;

y además, señalan otros, esta opción ha sido “traicionada” y “abandonada”

por líderes “negociantes”, que entregaron cualquier iniciativa a unas

frustradas negociaciones, que al final −al menos las emprendidas hasta

ahora−  lo que hicieron −dicen− al fracasar, fue apuntalar más al régimen y

languidecer las acciones de “calle”.

 

Imbuidos a lo mejor sin saberlo −o reconocerlo− por ese espíritu de la

antipolítica que fue esencia del triunfo del chavismo en 1998, además de

estar contra las “negociaciones”, también están en desacuerdo con los

procesos de “diálogo”, pues no tiene sentido “negociar con delincuentes”,

dicen. Algunos también, al menos después del resultado electoral en los

EEUU, están desesperanzados de cualquier acción militar externa que antes

esperaban y otros además señalan estar ahora en desacuerdo con el

desembarque de “marines” en las costas venezolanas y en cualquier llamado a

la insurrección militar, pues consideran a los militares venezolanos −con

toda razón, por cierto− la mano oculta y responsable real de esta dictadura

a la que estamos sometidos. Al final, tal parece que algunos solo dejan

abierto un estrecho e incierto camino a una mítica “negociación”, que nunca

nos dice cuál es, así como tampoco nos dicen cuál sería una probable vía

para salir de este oprobio.

 

En el desierto que atravesamos, sin guía y sin opciones ampliamente

compartidas, apenas reluce algo, más por costumbre o temor, la idea de la

mítica unidad; en la cual, en realidad y por lo visto, nadie cree muy

firmemente. Por temor y mito me refiero a que nadie en sus cabales y que

tenga una cierta aspiración de continuar en la política, va a denigrar de la

idea de la unidad −seria anatematizado quien así lo hiciera−, pero luce que

nadie está tampoco haciendo esfuerzos muy profundos al respecto.

 

Pareciera que estamos sumidos en una especie de abandono “dirigencial”, a

la espera de que las cosas se resuelvan solas, confiados en que el tiempo

todo lo cura; o que estamos esperando, nuevamente, algún milagro desde el

exterior, obrado por un “informe” de algún organismo internacional o por los

vientos nórdicos, que soplan de vez en cuando y de cuando en vez, como

pareciera que ahora vuelve a ocurrir.

 

Los partidos políticos, asumo, que están en fogosa discusión interna para

dirimir su futuro inmediato ante un reto que está allí, insoslayable, como

es la convocatoria de un proceso electoral, que como ya sabemos, se va a

efectuar con o sin la participación de la oposición democrática, tras lo

cual el régimen seguirá su curso, aun con el exiguo número de votantes que

se presenten, sin importarle para nada la legitimidad del proceso o nuestro

reconocimiento o el de la comunidad internacional.

 

Los actores políticos, asesores, analistas, consultores, seguirán en su

tarea de discutir y argumentar, con verdadero afán las respectivas

estrategias, la forma de desojar la margarita y decidir si vamos o no al

proceso electoral, si vale o no la pena votar, si debemos o no embarcarnos

en una nueva ronda de negociación, de diálogo. Con todos los argumentos que

ya sabemos y no vale la pena repetir.

 

Los líderes, que nos han conducido hasta aquí, reconocerán o no sus errores

y las críticas que se les han formulado, y algunos seguirán −con poco o

mucho apoyo− o surgirán otros, porque la experiencia también nos indica que

siempre aparecen otros o los mismos, montados sobre las olas, o desde la

profundidad de las aguas que los han revolcado. Pero, la política, también

se abre paso como la vida misma. Por eso hoy mi reflexión y mis preguntas

son otras. Mas intimas y personales, más ineludibles.

 

Nosotros dos, usted que lee y yo que escribo, que si bien tenemos y

sufrimos los problemas comunes de los venezolanos −inseguridad, falta de

gasolina, pésimos servicios públicos, alto costo de las cosas− pero que

seguramente no estamos tan agobiados por la cotidianidad, o preocupados a

muerte por el diario sustento, como millones de venezolanos, algunos de los

cuales han tenido que irse del país, dejando atrás amigos, padres y hasta

hijos, para intentar ayudarlos desde el exterior; usted y yo, repito, que

hemos optado por permanecer aquí… ¿Qué papel nos toca ejercer en todo esto?

 

Porque este país también es nuestro y no está muerto, vive… aquí se trabaja

duro, se invierte en lo que se puede, se estudia, se crea arte, se hace

música, se lucha −en fin−, se ama y se muere, por salir de este oprobio.

¿Vamos a seguir en la amargura de quejarnos por todo? ¿Vamos a renegar del

país, darle la espalda y dejarlo por imposible?

 

Durante cuarenta años de floreciente democracia desde 1958, nos apartamos

hacia la barrera, en busca de un burladero. Nos apartamos de la política por

ocuparnos de nuestros negocios, familias, actividad profesional o académica

y contribuimos −en buena medida− a propalar la antipolítica que permitió que

se encumbraran en 1998 los que destruyeron al país. ¿Vamos a seguir culpando

a los partidos, a los líderes que ayudamos a surgir y que ahora pretendemos

abandonar, por los errores y fallas en las que nosotros también

participamos? ¿Vamos a continuar esperando que aparezca esa fórmula mágica

de unidad, que confundimos con unanimidad, para comenzar a actuar? ¿O por el

contrario vamos a intentar hacer algo, desde nuestro espacio natural de

influencia, para convencer a los venezolanos de que sí hay una solución y

que depende del esfuerzo de todos?

 

No podemos seguir lamentándonos por la falta de éxito, dando todo por

perdido y regresar a nuestro rincón de las lamentaciones, desconociendo

ventidós años de lucha y resistencia. Aquí se ha luchado, resistido y hecho

muchas cosas durante ventidós años, en los que muchos perdieron fortunas,

futuro y vidas; años de éxitos y fracasos, pero que han impedido que este

régimen, de ínfulas totalitarias, se termine de adueñar del país y acabe con

toda resistencia. Que no quede duda que podemos contribuir a la discusión, a

difundir ideas, a aportar en la organización del país y llenarlo nuevamente

de esperanza, una y otra y otra vez.

 

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 


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