Por Nelson Freitez
Con este expresivo
título se identifica un excelente
video de Transparencia Venezuela sobre la
grave crisis de la producción y distribución de combustible en el país. En esta
pieza audiovisual se presentan las causas de la debacle de la industria
petrolera en el lapso del mayor ingreso de divisas al país por concepto de
comercialización del petróleo. Asimismo, se evidencian los principales efectos
del desmantelamiento de la principal industria del país expresado en la caída
de la producción de combustibles y en la ya crónica escasez de diésel y
gasolina. Y, como consecuencia, en la expansión de la corrupción en su distribución,
y en la conflictividad social que trae aparejada.
El colapso de la
industria petrolera ocurrió en el período de mayores ingresos al país por venta
del petróleo.
Entre los años
2004-2008 los precios del barril de petróleo venezolano se ubicaron por encima
de los 80$, ingresando al país hasta el año 2014 cerca de un billón (millón de
millones) de dólares, en un período en el cual la producción paradójicamente
decreció hasta llegar a una caída considerable a partir del año 2015. Todo
ocurrió tres años antes de que se aplicaran sanciones internacionales directas
a Pdvsa.
Esta enorme riqueza
fue dilapidada bajo una gigantesca corrupción. Entre los principales casos de
corrupción investigados por Transparencia Venezuela en estas décadas, el 81%
ocurrieron en el sector petrolero en 92 casos que implicaron unos 42 mil
millones de dólares sustraídos por altos funcionarios y grupos concatenados a
estos. Todo lo cual se tradujo en desinversión, abandono del mantenimiento,
despilfarro de recursos y parálisis de procesos productivos.
La reducción en la
producción de diésel y gasolina comenzó en el año 2010, cayendo
significativamente a partir del año 2014, lo que influyó en la escasez en su
distribución y suministro, sobre todo desde el año 2019, agudizándose en el
tiempo de la pandemia para terminar agravando la emergencia humanitaria
compleja que ya experimentaba el país desde años anteriores.
En estos largos meses
de la pandemia se ha ido acrecentando la escasez de gasolina y desde inicios
del 2021 la del gasoil, generando un conjunto de efectos negativos sobre la
producción agropecuaria e industrial, la movilidad y el transporte de la
producción y la población e, incluso, en la salud de los grupos sociales más
vulnerables.
Entre tales
consecuencias negativas resaltan en la producción, según informes del Consejo
Ciudadano por el Combustible (Consecom): disminución de la superficie sembrada
en varios rubros alimenticios y pérdida de producción por imposibilidad de su
movilización a los mercados; reducción significativa de la movilización de
cargas de alimentos desde centros de producción a mercados de consumo; aumento
de empresas industriales con dificultades para acceder al diésel (9 de cada 10,
según Observatorio de Productividad de Fedecámaras), reducción de su producción
industrial y aumento de sus costos por compra del mismo en mercados informales
(8 de cada 10 empresas).
En lo relativo a la
movilidad de la población, el principal efecto es la parálisis en un 90% del
transporte urbano e interurbano de pasajeros, según reportan las asociaciones
de transportistas, con la consecuente carencia de medios de transporte público
para la población.
Igualmente, el
aumento progresivo del tiempo de espera en las colas para surtir gasolina en
las estaciones de servicio, hasta alcanzar entre tres y cinco días en promedio
por vehículo, sobre todo en entidades fronterizas donde transcurren semanas sin
ser atendidas por la distribución del combustible, lo cual también ocurre con
centros poblados del interior de los estados.
Este caótico,
militarizado y opaco proceso de distribución de un combustible cada vez más
escaso y altamente demandado, está caracterizado por tres rasgos resaltantes:
irregularidades crecientes en las estaciones de servicio propiciadas por sus
mismos custodios militares y/o civiles-paramilitares al permitir privilegios en
el suministro a quienes cancelen aportes a tales custodios (extorsiones);
desinformación total sobre el volumen del combustible a suministrar por las
estaciones de servicios, horarios, fechas, número de vehículos a atender y;
creciente conflictividad en tales estaciones, por un lado, entre custodios y
usuarios por protestas de estos por las frecuentes irregularidades de los
custodios y, por otro, entre militares y grupos de civiles paramilitares que
demandan control de las estaciones para extorsionar a los usuarios.
En general, la
corrupción ha marcado la producción de petróleo, su refinación y la
distribución del combustible a lo largo de estas últimas décadas, contribuyendo
al desmantelamiento de la industria, a la escasez crónica del crudo y el
combustible y sometiendo a la nación a una sistemática violación de los
derechos de la población.
La caída de la
producción, la parálisis de la movilidad y el agravamiento y fallecimiento de
personas que no pudieron trasladarse a los centros de salud por falta de medios
de transporte, son imputables a esta debacle de expoliación, carencias y
extorsión. El saldo histórico es que la mayor reserva de petróleo de mundo
terminó convertida en el reino de la escasez, la corrupción y el caos.
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