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domingo, 4 de julio de 2021

Emprender en cooperativismo y falso cooperativismo (y II) por @oscarbastidas25

Por Oscar Bastidas Delgado

No se justifica que las cooperativas, y en general cualquier organización de economía social (OES), tengan pies de barro en cuanto a valores y procesos; tampoco que sean complacientes y copien actitudes capitalistas o vivan a expensas de lo público como numerosas lo hacen. Obvio, tampoco se justifican las falsas. Lamentablemente, en el panorama cooperativo es común encontrar falsas cooperativas. Desconocer los rasgos de la identidad cooperativa pareciera normal en sociedades capitalistas o dominadas por Estados totalitarios en los que la búsqueda de fáciles ganancias y el modelo burocrático sirven como catapultas de falsas cooperativas.

Ese desconocimiento plantea al menos tres reto al movimiento cooperativo: 1.- Formar cooperativistas antes de constituir cooperativas o al menos antes de la puesta en marcha; 2.- Desarrollar procesos formativos continuos pues la ausencia de formación cooperativa es indicador de falso cooperativismo; y 3.- Trascender hacia las comunidades aledañas y el resto de la sociedad, no solo porque de ellas surgen las generaciones de relevo sino porque la democracia cooperativa necesita de más democracia para alimentarse.

Es inconcebible que las cooperativas permanezcan silenciosas en sociedades dominadas por Estados totalitarios; ese silencio también es indicador de falso cooperativismo.

Un elemento clave para determinar las genuinas o falsas es preguntar si ellas cumplen con los preceptos del acto cooperativo, acto que se riñe frontalmente con el acto comercial, con la intermediación en la compra-venta de cualquier bien o servicio que no tenga como destinatarios a asociados. Recuérdense las consideraciones sobre el acto cooperativo y el lucro.

Características de las falsas son: 1.- No asocian, se constituyen entre amigos y familiares de relleno para cumplir con el mínimo legal de «asociados»; 2.- Sedes con falsas direcciones; 3.- Realizan a conciencia actividades lucrativas; 4.- Utilizan en exceso las relaciones de dependencia laboral; 5.- Anticipos societarios son salarios; 6.- Los «asociados» son marginados de la gestión democrática, ni hablar de impulsar la autogestión!; 7.- Se blindan firmando actas de relleno; 8.- Certificados de aportación de bajos montos; 9.- Activos utilizados por la «cooperativa» son propiedad de testaferros para escudarse ante demandas judiciales; 10.- Absoluta ausencia de procesos formativos; 11.- Cero responsabilidad social; y 12.- Evaden impuestos.

Falsas son las cooperativas constituida por decisión de un Estado, un partido político o un grupo religioso, así como las constituidas por intereses monetarios o de apoyos gubernamentales. Justo en estas situaciones surgen las cooperativas de maletín, esas que proliferan con gobiernos populistas para negociar contratos a favor de funcionarios públicos interesados en ganancias fáciles.

Falsas son las de transporte cuyos asociados utilizan choferes que no aparecen en el registro de asociados; las de seguros y las financieras que olvidan el mutualismo y son caparazones de aseguradoras y financistas de compras de vehículos y otros bienes beneficiándose de las economías de escala e impositivas, entre otras ventajas; supuestas de consumo de compra -venta de alimentos, papelería, artículos electrodomésticos, repuestos de vehículo y otras mercancías que negocian con terceros.

Entran en este conjunto aquellas «CTA» que actúan como agencias de colocación de empleos, en detrimento de reales y necesarios procesos de tercerización, cobrando comisiones y porcentajes de salarios de sus colocados como aquellas relacionadas con las empresas de aceite de palma en Colombia, por cuyas violaciones de los preceptos cooperativos las CTA son desconsideradas en ese país.

Pero donde más se encuentran es entre las relacionadas con el sector público, subcontratando personal para recolección de basura y limpieza; instalación de líneas telefónicas, eléctricas y acueductos; de construcción y mantenimiento de vías y edificios públicos; de transporte de personal y producto de empresas públicas, entre otras.

Las falsas cooperativas deben ser objeto especial de fiscalización y supervisión por los organismos de tributación y las superintendencias, organismos estos que deben aplicar con fuerza las leyes, multarlas, obligar a sus «dueños» a pagar los impuestos acumulados y cerrarlas definitivamente. Las cooperativas, con verdaderas bases éticas deben ser reales herramientas de transformaciones socioeconómicas en todos sus espacios.

Cooperativista, consultor y facilitador en Emprendimiento Asociativo y Microempresas.

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