Por Oscar Bastidas Delgado
No se justifica que las
cooperativas, y en general cualquier organización de economía social (OES),
tengan pies de barro en cuanto a valores y procesos; tampoco que sean
complacientes y copien actitudes capitalistas o vivan a expensas de lo público
como numerosas lo hacen. Obvio, tampoco se justifican las falsas.
Lamentablemente, en el panorama cooperativo es común encontrar falsas cooperativas. Desconocer los rasgos
de la identidad cooperativa pareciera normal en sociedades capitalistas o
dominadas por Estados totalitarios en los que la búsqueda de fáciles ganancias
y el modelo burocrático sirven como catapultas de falsas cooperativas.
Ese desconocimiento
plantea al menos tres reto al movimiento cooperativo: 1.- Formar
cooperativistas antes de constituir cooperativas o al menos antes de la puesta
en marcha; 2.- Desarrollar procesos formativos continuos pues la ausencia de
formación cooperativa es indicador de falso cooperativismo; y 3.- Trascender
hacia las comunidades aledañas y el resto de la sociedad, no solo porque de
ellas surgen las generaciones de relevo sino porque la democracia cooperativa
necesita de más democracia para alimentarse.
Es inconcebible que las
cooperativas permanezcan silenciosas en sociedades dominadas por Estados
totalitarios; ese silencio también es indicador de falso cooperativismo.
Un elemento clave para
determinar las genuinas o falsas es preguntar si ellas cumplen con los
preceptos del acto cooperativo, acto que se riñe frontalmente con el acto
comercial, con la intermediación en la compra-venta de cualquier bien o
servicio que no tenga como destinatarios a asociados. Recuérdense las
consideraciones sobre el acto cooperativo y el lucro.
Características de las
falsas son: 1.- No asocian, se constituyen entre amigos y familiares de relleno
para cumplir con el mínimo legal de «asociados»; 2.- Sedes con falsas
direcciones; 3.- Realizan a conciencia actividades lucrativas; 4.- Utilizan en
exceso las relaciones de dependencia laboral; 5.- Anticipos societarios son
salarios; 6.- Los «asociados» son marginados de la gestión democrática, ni hablar
de impulsar la autogestión!; 7.- Se blindan firmando actas de relleno; 8.-
Certificados de aportación de bajos montos; 9.- Activos utilizados por la
«cooperativa» son propiedad de testaferros para escudarse ante demandas
judiciales; 10.- Absoluta ausencia de procesos formativos; 11.- Cero
responsabilidad social; y 12.- Evaden impuestos.
Falsas son las
cooperativas constituida por decisión de un Estado, un partido político o un
grupo religioso, así como las constituidas por intereses monetarios o de apoyos
gubernamentales. Justo en estas situaciones surgen las cooperativas de maletín,
esas que proliferan con gobiernos populistas para negociar contratos a favor de
funcionarios públicos interesados en ganancias fáciles.
Falsas son las de
transporte cuyos asociados utilizan choferes que no aparecen en el registro de
asociados; las de seguros y las financieras que olvidan el mutualismo y son
caparazones de aseguradoras y financistas de compras de vehículos y otros
bienes beneficiándose de las economías de escala e impositivas, entre otras
ventajas; supuestas de consumo de compra -venta de alimentos, papelería,
artículos electrodomésticos, repuestos de vehículo y otras mercancías que
negocian con terceros.
Entran en este conjunto
aquellas «CTA» que actúan como agencias de colocación de empleos, en detrimento
de reales y necesarios procesos de tercerización, cobrando comisiones y
porcentajes de salarios de sus colocados como aquellas relacionadas con las
empresas de aceite de palma en Colombia, por cuyas violaciones de los preceptos
cooperativos las CTA son desconsideradas en ese país.
Pero donde más se encuentran
es entre las relacionadas con el sector público, subcontratando personal para
recolección de basura y limpieza; instalación de líneas telefónicas, eléctricas
y acueductos; de construcción y mantenimiento de vías y edificios públicos; de
transporte de personal y producto de empresas públicas, entre otras.
Las falsas cooperativas
deben ser objeto especial de fiscalización y supervisión por los organismos de
tributación y las superintendencias, organismos estos que deben aplicar con
fuerza las leyes, multarlas, obligar a sus «dueños» a pagar los impuestos
acumulados y cerrarlas definitivamente. Las cooperativas, con verdaderas bases
éticas deben ser reales herramientas de transformaciones socioeconómicas en
todos sus espacios.
Cooperativista, consultor y
facilitador en Emprendimiento Asociativo y Microempresas.
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