Por Saúl Jiménez Beiza
Estar en el barrio
con todas las cargas emocionales que eso implica es continuar avanzando en el
acompañamiento social como mecanismo de apoyo para la dignificación de las
personas; no hay otra forma de hacerlo, excepto que caigamos en el
paternalismo, grave daño que se le hace a los sectores populares cuando se crea
dependencia de las ayudas.
Los sectores
populares están viviendo situaciones difíciles, por cuanto cada día que pasa se
agrava la situación en el país y la crisis humanitaria compleja se vuelve más
compleja, debido a que no se logra montar una barrera de contención ante esa
situación. Las estadísticas que se manejan así los reflejan.
Ya tenemos 94% de
pobreza en Venezuela y la pobreza extrema se registra en 67%. En el caso de
Carabobo, el 65% de la población está en pobreza extrema según cifras del
2020. Si nos vamos a otras cifras la situación se agrava. 11.4% de la población
vive en viviendas inadecuadas, es decir, que viven en invasiones, barrios que
no cuentan con ningún tipo de servicio y que significa que es un caldo de
cultivo para las desviaciones sociales.
Por eso vemos todos
los días cómo se incrementan los embarazos en adolescentes y con adolescentes,
lo que significa que ninguno de los padres está preparado para asumir la
responsabilidad de un hijo. Generalmente, los varones no lo quieren asumir como
su responsabilidad y esa joven embarazada queda viviendo con los padres, lo que
significa agravar aún más la situación social de esa familia.
Si esta realidad se
estaba viviendo en el inicio del 2020, luego de la aparición de la pandemia en
Venezuela (marzo 2020) este cuadro se agrava, por cuanto la cuarentena ha
conllevado que las personas no salen de su comunidad; existen más motivos
para estar juntos, se ha incrementado la violencia de genero intra y extra
hogares, no se cuenta con mecanismos de recreación, estudio, trabajo que
permita mitigar la situación.
El otro elemento que
se manifiesta gravemente en la situación de los hogares en los barrios es el
incremento en el costo de los alimentos.
El 42% de las
familias están haciendo una sola comida diaria, 48% dos comidas diarias y solo
un 10% logra hacer las tres comidas al día y esas comidas, en la generalidad de
los casos, no contienen proteína animal. Las familias pueden pasar fácilmente
un mes sin probar carne, pescado o pollo, por cuanto es inalcanzable para
ellas, con el consecuente deterioro de la salud de los niños y ancianos, al no
contar con comidas balanceadas que les permita una nutrición adecuada.
Es allí donde se
enfoca el trabajo social que nos permita por un lado lograr, por lo menos, una
comida balanceada al día, cinco días de la semana; además de eso, que los
encuentros en los comedores nos permitan trabajar todo el tema de los valores,
compromisos, derechos, embarazos, lactancia materna, alimentación sana,
violencia de género, alimentación alternativa, y últimamente se iniciaron
talleres motivacionales con las familias para alentar sembrar huertos familiares
en sus pequeños espacios dentro de sus casas y por esa vía lograr producir
algunos vegetales y hortalizas que mejoren las condiciones de nutrición en la
familia, pero sobre todo de los más pequeños.
Podemos señalar que
lo iniciado con un plan motivacional ya empieza a tener resultados
satisfactorios, por cuanto ya van 26 familias que tienen sus pequeños huertos
familiares que les permiten producir para sí mismos e intercambiar con otras
familias, llevan donaciones de auyama, berenjena, calabacín al comedor para
complementar los alimentos, ya negocian algunos productos que le sobran, es
decir, la llamita está encendida y debemos seguirle echando combustible para
mantenerla e incrementarla y que este proyecto de huertos familiares y podamos
llevar esta experiencia la podamos llevar a otros comedores.
Es una tarea
entusiasta, por cuanto vamos hacia familias con sentido de pertenencia, con
compromiso social y solidaridad; es un trabajo para el bien común y que nos
integra como ciudadanos para una mejoría en las condiciones de vida, es
atreverse a innovar y cambiar con los pocos recursos que se tengan y que esa
pequeña experiencia nos permita seguir avanzando en el sentido correcto.
Uno de los elementos
muy importantes para ir logrando la suma de voluntades en este sentido en las
alianzas de diversas organizaciones, no solo desde el Grupo Social Cesap sino
con otra diversidad de organizaciones que hacemos vida en Carabobo, y que
progresivamente nos hemos venido encontrando para andar juntos en este camino
de la superación de las dificultades y, como en un trabajo complementario,
podemos alcanzar mayores logros en beneficio de los más necesitados y que no
sea una actitud paternalista sino de acompañamiento en la solidaridad.
Saúl Jiménez es
presidente de la asociación civil Casa del Nuevo Pueblo-Carabobo/CESAP
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