Por Eduardo Matute Alfonso
*A Jon
Ander Badiola, in memoriam.
La mexicana Lala, la
fabricante de productos lácteos de mayor importancia en México y Centro
América, decidió competir en gran escala con la Cooperativa Dos Pinos en Costa
Rica. En el año 2016, decidió apostar una inversión de $24 millones para entrar
al mercado lácteo costarricense.
Dos Pinos absorbe el
82% de la producción nacional de leche, tras 73 años de permanencia en el
mercado. La estrategia de Lala partió de una alianza con Fifco (distribuidora
de la mayor cervecera local y de productos de Pepsicola) y con la cooperativa
Coopelecheros, la tercera cooperativa lechera en tamaño en el país.
En esos cuatro años, en los cuales adquirió una planta de procesamiento y logró posicionar una marca de leche fluida, Lala llegó a tener el 2% del mercado, de los cuales el 1.4% ya lo tenía Coopelecheros. Los expertos consideran que la estabilidad de una empresa en el sector lácteo requiere entre cinco y diez años, pero la pandemia del covid-19, los obligó a poner en perspectiva su desempeño y la compatibilidad de seguir en Costa Rica frente a la estrategia del futuro, y prefirieron abandonar a sus aliados costarricenses, perder la inversión y marcharse en diciembre del 2020. Los cálculos para entrar en Costa Rica se vinieron abajo.
Pero no es la primera
vez que una transnacional láctea pierde. El periplo de Lala ya lo vivieron en
el pasado otras empresas como Nestlé, que el 19 de octubre del 1999 cerró su
operación. Algo similar le ocurrió a Unilever, uno de los mayores productores
de helados del mundo, que en enero del 2002 decidió vender sus negocios en
Costa Rica.
La fortaleza de Dos
Pinos, reside en tres pilares: su estrecha relación con sus 1300 asociados, el
95% de ellos, pequeño y medianos productores. El resto, trabajadores directos
de la empresa.
Dos Pinos modernizó el
proceso de comercialización, la producción y las propias fincas de sus
asociados, que ha resultado en siete décadas de inversiones que van desde la
calidad del producto en las fincas, hasta mercadeo, distribución e innovación.
Con una tarjeta de
crédito propia, sus asociados adquieren los productos para sus fincas en 21
centros de compra, en cada uno de los cuales laboran veterinarios y agrónomos
como apoyo al asociado. La segunda, la buena relación y el apoyo que Dos Pinos
ofrece al sector comercial, que llega a tener una distribución a la puerta de
cada una de las bodegas y pequeñas pulperías del país y con empaques
personalizados para las grandes cadenas comerciales y, tercero el
posicionamiento de su marca ante los consumidores ticos, por una producción de
calidad y diseño de políticas de mercadeo, que le hicieron ganar un espacio en
el cerebro, en el corazón y en la cartera de los consumidores costarricenses.
Sin subsidios ni
controles económicos estatales, Dos Pinos ha logrado estabilizar su
posicionamiento en el mercado en el cual compiten sus productos. En el año
2000, fue declarada por votación popular como la empresa costarricense del
siglo XX.
La salida de Lala dejó
sin empleo a 130 personas y sin mercado a la producción de los 60 asociados
agrupados en Coopelecheros. La presión ejercida por el gobierno, quien enfrenta
problemas económicos de magnitud derivados de la crisis sanitaria por la
pandemia del covid-19, y la ejercida por propio sector cooperativo,
determinaron que Dos Pinos propusiera recibir la producción de estos, también
pequeños y medianos productores, a pesar de la rivalidad existente entre las
dos agrupaciones, solventando la crisis derivada por el abandono de la
transnacional.
*A Jon Ander, me unían lazos
de amistad desde nuestra pasantía escolar por el Colegio San Ignacio, en
Caracas. Compartíamos además de nuestra pasión por Venezuela, la creencia en la
generación de riqueza, como sustrato indispensable para la construcción de una
sana democracia. Discrepábamos en cómo producirla y alimentarla. Fue un
excelente capitán de empresa. Bidaia ona, caro amigo.
Eduardo Matute es
cooperativista.
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