23 de septiembre de 2018
Ayer vi uno de los trabajitos que ha hecho este gobierno. Esos que sabe
hacer como ninguno. Vi las instalaciones de mi CIV golpeadas, como toda mi
Venezuela. Si, el otrora Colegio de Ingenieros del Área Metropolitana, CIAM,
donde por más de cien años se ha entregado sabiduría, compañerismo y lealtad al
colegiado, se encuentra al borde del Knock out, sí, casi estirando la pata.
Lo recorrí para ver si quedaba algún hueso sano y nada: la
piscina, antes orgullo por su calidad y belleza dejaba ver la falta de mantenimiento,
y su color y sedimentos traducen su condición no apta para su uso; los baños
con un flujo de agua al mínimo no posibilitaba el funcionamiento adecuado de
los fluxómetros; los libros en los estantes con caras envejecidas y el
estacionamiento mitad cerrado.
Esas condiciones precarias de mi CIV me pusieron a especular porque dice
como está el gremio, como está la sociedad de ingenieros. Que no haya una silla
para sentarse, que no tengas donde tomarte un café me dejo un sabor amargo. Me
puso a cavilar: para dónde vamos?
Extrañé aquellas mesas con mantel vecinas a la piscina y donde
Manolo nos atendía. Sentí nostalgia de no ver a ningún conocido, ni siguiera
esos personajes con título de ingeniero y cara de sindicalista que también
animaban el área de la piscina. Añoré varias cosas y sentí la presencia de
muchos que ahora no están, sí, pero lo que más me impactó fue la Santa María
del cafetín abajo con ese mensaje de ruina que pasea Venezuela, sin nada que
diga ʺcerrado por dueloʺ, ʺya vengoʺ, SENIAT. No, le había llegado la hora como
a muchos otros y ni siquiera su ubicación, allí en el corazón del CIV lo salvó.
La peste del siglo 21 también se lo llevó.
Habíamos llegado al CIV para reunirnos, una cuestión de
ingeniería, y como se deduce requería de unas sillas y una mesa. Comenzamos
metiendo el ojo y nada en el área de la piscina; subimos al nivel de recepción
y preguntamos, nada; seguimos en la búsqueda y por allá, cerca de la cancha de
basquetbol, vimos unos señores comiendo. Nos acercamos y pudimos armar lo
necesario: tres sillas plásticas y una mesa rota pero con un porcentaje de
superficie sano como para apoyar la portátil. En el tiempo que estuvimos allí
pensé en varias cosas: los ingenieros de este país, las sociedades asentadas
dentro del colegio, las instalaciones donde celebramos tantas cosas y donde
oímos tantas charlas magistrales, nuestras reuniones optimistas para cambiar el
mundo; reflexione sobre muchas cosas pero lo que más me impresionó fue la
soledad, desde el estacionamiento hasta la piscina. Esa soledad.
Dios, donde está la Venezuela del progreso? Donde? Que se hizo de
aquella Patria que paría ingenieros de padres camioneros, médicos de madres
vendedoras de empanadas. ¿Dónde fue a tener aquel país exportador de petróleo y
que llevaba agua y luz al rincón más apartado? ¿Qué le pasó a ese venezolano
que sustituyó la guinda por la regadera, la lámpara de querosén por el
bombillo, la polvareda por el asfalto, el brujo por el médico?
Un país que ya no es sustentable donde casi no hace falta la ingeniería,
y si se necesita el gobierno la trae de otra parte para demostrar que los
ingenieros venezolanos somos innecesarios y solo mantenernos haciendo tiritos.
Un gremio en decadencia, mi gremio.
Esta tristeza que produce pensar que nuestro CIV va a terminar con
las puertas cerradas, seguramente en un acto de despedida tipo RCTV, con la
presencia de varios de nosotros vestidos de flux no la concibo. Sí, que en
algún momento de esta calamidad allí solo quedarán ruinas debe mover nuestras
fibras y obligarnos a actuar. Apuesto a eso porque todo nuestro entrenamiento
ha sido para construir, para crear, para hacer cosas en pro del progreso y el
bien, y esa motivación jamás no las quitaran.
Ing. Norberto Bausson
CIV 26.822
Es cierto, apreciado colega. Cuando el colegio se las tenía que "jugar" no lo hizo (hicimos)... ahora todos lamentamos lo que vemos extrañados a nuestro alrededor. Animo! No hay mal que dure 100 años....
ResponderEliminarYo me siento corresponsable de la ruina, estoy fuera de Venezuela, y aunque defiendo mi derecho y el de los mas de 4.000.000 que hemos salido, no soy menos venezolano que quienes aún están dentro de nuestras fronteras. Seguiremos luchando, los de adentro y los de afuera, en honor los más de 400 héroes que ofrendaron su vida, y de os presos que vegetan en las ergastulas de este maldito gobierno.
ResponderEliminarIng. Salvador Sosa Carabaño
CIV 12.572