Por Eduardo Matute
El país ha entrado en 6
semanas, en un vertiginoso proceso de cambios políticos, que traerá en
correlación un proceso de transformación en el plano económico que abre
oportunidades en diferentes escenarios económicos y sociales, que, en especial
para las nuevas generaciones, plantea una visión de país diferente en la cual
existirán nuevas posibilidades de producción, nuevos territorios productivos,
nuevos mercados y por tanto, nuevas formas de inclusión y generación de
ingresos, que podrían cambiar la manera de ver las metas de mediano y largo
plazo de la sociedad venezolana.
En días pasados se presentó
en la Universidad Central de Venezuela, el Plan País, planteado como una
hoja de ruta para recuperar la economía venezolana, que al decir del presidente
Guaidó, es “una alternativa seria y viable para reconstruir a Venezuela con
desarrollo, prosperidad y progreso para todos”.
En este escenario de
transformación, el cooperativismo puede insertarse con enormes posibilidades de
incorporación de sectores populares, en especial porque estas nuevas dinámicas
económicas, sociales, culturales y ambientales, de manera coincidente, se plantean
en ambientes de cooperación, solidaridad, ayuda mutua y colaboración, ambientes
en los que priman las necesidades comunes más que los intereses particulares y
que conducen a repensar el esquema de desarrollo actual, después de 20 años de
malas prácticas.
El modelo cooperativo a
nivel global ha sido considerado de innovación social, no solamente porque a
nivel económico contribuye a la generación de ingresos, democratización de la
propiedad, eficiencia en los recursos por medio de economías de escala, estabilización
de precios, sino porque además aporta en la construcción de confianza y tejido
social en las comunidades, lo cual lo convierte en un instrumento para el
empoderamiento de la población como gestora de su propio progreso y desarrollo.
El cooperativismo tiene
posibilidades de desarrollo e inclusión social mediante políticas públicas
transversales e integrales, en sectores como el agropecuario, el turismo, la
tecnología, la inclusión financiera, el desarrollo rural integral, la
generación de energías alternativas, el reciclaje, la formalización del trabajo
y de segmentos de economía informal y para jóvenes, entre otros
Un primer paso sería la
inclusión en el Plan País, una política pública que permita contar con
instrumentos que faciliten a las comunidades poder avanzar en la creación y
fortalecimiento de sus iniciativas cooperativas y solidarias, con un
entendimiento claro de que este modelo aporta decididamente al desarrollo
económico y social del país.
Vamos a tener la
oportunidad, y a la vez la necesidad y obligación de plantearnos un modelo de
desarrollo, que nos permita diseñar un desarrollo económico en que todos
participemos. Para este proceso, en el cual necesitaremos alianzas y apoyos
internacionales, el cooperativismo venezolano puede trabajar con esquemas de
cooperación internacional como Coopermondo de Italia, Acodea y LKS Mondragón de
España, la Cooperación Canadiense, etc., así como las instancias cooperativas
agrupadas en la Alianza Cooperativa Internacional.
Para el sector social de la
economía, es de vital importancia en materia de política pública contar con un
marco regulatorio adecuado, unos procesos de supervisión y control eficientes,
una nueva arquitectura institucional que permita articular desde el más alto
nivel del Gobierno la acción del Estado, procesos que deberían iniciarse en el
gobierno de transición.
15-02-19
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