TRANSFORMAR EL CONFLICTO / Mariela Ramírez
Aún más en este país
donde la ternura
es una frecuente dificultad.
Igor Barreto/ Fragmento: Mandelshtam
John Paul Lederach es un profesor universitario estadounidense especialista en consolidación de la paz internacional. Su perspectiva entiende la paz inmersa en la justicia, enfatiza la importancia de construir relaciones y estructuras sociales basadas en el respeto a la vida y a los derechos humanos y aboga por la no violencia como una forma de vida y de trabajo. Un trabajo dirigido a lograr la transformación del conflicto.
Esta visión inspira la acción ciudadana sostenida de cientos de activistas que se articulan en el Foro Cívico (FC), una de las diversas y múltiples voces de la sociedad organizada en Venezuela. Un espacio autónomo de encuentro, articulación y acción, conformado por personas y organizaciones de sociedad civil de distintos campos de la vida nacional, comprometidas con un proceso de transformación del conflicto, edificado con y para la gente, hacia una democracia de justicia, bienestar y progreso.
¿Qué significa transformar el conflicto?
Para responder a esta interrogante quiero apoyarme en El pequeño libro de la transformación del conflicto de Lederach; en este el autor nos relata que comenzó a utilizar el término “transformación del conflicto” en los 80, después de su experiencia en Centro América, que lo condujo a reexaminar el lenguaje en este campo. La nomenclatura habitual en esta área es la de resolución y gestión de conflictos. Sin embargo, Lederach encontró en sus colegas latinos, según señala, preguntas e incluso desconfianza, acerca del significado de estos conceptos, pues para ellos, resolución y gestión traían consigo un intento por deshacerse del conflicto y una forma de obstaculizar los cambios que realmente se necesitan.
La preocupación de sus colegas lo invitó a reflexionar. Este proceso lo inclinó hacia el término “transformación del conflicto”, para él, más preciso para expresar el significado de su trabajo en mediación, basado en la búsqueda de relaciones y comunidades sanas, capaces de edificar respuestas constructivas para el trazado de un horizonte común hacia el cual dirigirse.
Ver, comprender y responder a los problemas que van surgiendo en el contexto de las relaciones y los procesos de cambio en curso; la importancia de construir relaciones y estructuras sociales y políticas para conseguir un cambio constructivo son, en palabras de Lederach, las claves para transformar el conflicto.
El Diálogo Social y Político.
Esta perspectiva nos estimula en el Foro Cívico a hacer esfuerzos para coadyuvar en la transformación del conflicto impulsando el Diálogo Social y Político, con el propósito de incentivar un cambio en las formas cotidianas de relación que nos permita abordar la crisis multidimensional. Esto se ha traducido en el desarrollo de capacidades en intermediación, interlocución para la sensibilización de los actores nacionales, incluyendo al gobierno y a la comunidad internacional, mediante lo que se conoce como Diplomacia Ciudadana.
Ese esfuerzo de incidencia política de la diversidad de voces que convergen en el Foro Cívico, junto al de muchas otras iniciativas de la sociedad venezolana, demandando la atención a la emergencia social y una solución negociada, enfocada en la recuperación de las reglas del juego democrático, parece haber conseguido respuesta en el inminente retorno de los actores al Mecanismo de Negociación en México y el anuncio de un Acuerdo Social, según lo publicado en medios de comunicación y en el reciente pronunciamiento conjunto entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, así como el en Foro de París por la paz.
Una nueva visión de transformación del conflicto.
Los actores políticos han protagonizado diversos ciclos de negociación durante años, concibiendo la negociación como un espacio para la extensión del conflicto, no para transformarlo, en el que ambas partes persiguen fortalecerse una frente a la otra, en lugar de construir un marco básico de reglas del juego político que les permita edificar un andamiaje institucional capaz de construir soluciones para los venezolanos.
Sin embargo, el nuevo ciclo de negociaciones pareciera estar erigiéndose sobre otras bases. Según reflejan las informaciones extraoficiales, los actores políticos han llevado a cabo conversaciones en los últimos meses que les han permitido llegar a acuerdos para atender y mitigar la emergencia social, poniendo a la gente primero, como centro de la acción. Este cambio de enfoque debe ser apoyado y acompañado con determinación por el pueblo venezolano.
La transformación del conflicto, nos señala Lederach, gira alrededor de los aspectos dinámicos del conflicto social. Al centro del enfoque transformativo yace también una convergencia del contexto relacional y una profunda conciencia del hecho social. En base a esto, transformar el conflicto es responsabilidad de todos y pasa por transformarnos a nosotros mismos, para sumarnos al esfuerzo por entendernos con generosidad y con determinación para transitar los complejos procesos de justicia, reparación y garantía de no repetición para las víctimas.
Nuestro discurso histórico privilegia los antagonismos y los desencuentros, como señala la historiadora Inés Quintero en el prólogo del libro Venezuela en clave de paz, editado por el Centro Gumilla, pero nos advierte: “hay numerosas experiencias en las cuales, quienes tuvieron posiciones divergentes sobre el momento político que les correspondió vivir, estuvieron dispuestos a reunirse, a verse las caras y a buscar formas de entendimiento y acuerdo que permitiesen solventar las difíciles o críticas circunstancias en las cuales se encontraba Venezuela para seguir adelante”. La conciencia de ese legado de nuestros padres y abuelos debe ser fuente de inspiración para cada ciudadano venezolano.
Las delegaciones de ambas partes tienen un compromiso con el país, pero también el colectivo nacional está llamado a comprometerse con el proceso, a saludar y apoyar los esfuerzos por construir relaciones que hagan posible edificar un andamiaje institucional reconocido por todos. Si son ciertas las informaciones extraoficiales sobre los inminentes anuncios de reanudación de proceso y los acuerdos alcanzados, vaya nuestra palabra de reconocimiento a los venezolanos que componen ambas delegaciones, por la responsabilidad política que están asumiendo por el bien de la nación y también nuestro agradecimiento a los esfuerzos de la comunidad internacional apoyando y acompañando el mecanismo de negociación que hoy los reúne.
El papel del ciudadano.
Los ciudadanos estamos llamados a dirigir nuestras acciones y posiciones para coadyuvar a edificar un Acuerdo Democrático Nacional inclusivo que nos permita avanzar hacia el futuro que todos anhelamos. La población venezolana está llamada a exigir que este regreso al Mecanismo de Negociación en México sea definitivamente el inicio de un abordaje distinto del espacio de negociación, un compromiso con los venezolanos que sufren y las víctimas, lo que exige una obligación con la discusión de la agenda acordada en el Memorándum de Entendimiento, firmado entre las partes, que incluye: derechos políticos para todos. Garantías electorales para todos. Cronograma electoral para elecciones observables. Levantamiento de las sanciones. Restauración de derecho a activos. Respeto al Estado Constitucional de Derecho. Convivencia política y social. Renuncia a la violencia. Reparación de las víctimas de la violencia. Protección de la economía nacional y medidas de protección social al pueblo venezolano. Así como garantías de implementación, seguimiento y verificación de lo acordado y el cumplimiento del apartado 4 de participación, que prevé mecanismos de consulta con actores sociales y políticos no incluidos en la mesa.
Esta exigencia encierra una lógica de transformación del conflicto y, por tanto, una demanda de cambios reales en las formas de relación que nos permita hacer de la negociación una oportunidad, una posibilidad para edificar juntos un país de justicia, de bienestar, de convivencia democrática, de plena vigencia de los derechos humanos que nos saque del inmovilismo, el atraso, la miseria, la injusticia, la impunidad y la corrupción que hoy nos dividen
Lederach nos plantea la siguiente pregunta: ¿cómo acabamos con algo no deseado y construimos algo que sí deseamos?
Siguiendo su rastro, construir lo que deseamos nos demanda recorrer con paciencia de artesano la topografía del conflicto, lo cual exige integrar diferentes miradas que nos permitan contrastar los diferentes aspectos de una realidad compleja. Cada mirada aporta para ver una porción particular de la realidad, todas son necesarias para tener una visión completa del panorama y de las aspiraciones existentes en el ciclo de negociación que está edificándose; por ello, hacemos un llamado a todos los venezolanos a activarse coadyuvando a crear las condiciones para que sea posible una negociación efectiva, realista y razonable. La diversidad de voces que convergemos en el Foro Cívico, consecuentes con este enfoque, hemos impulsado desde finales del año 2021 la edificación de una Agenda Social y de Derechos, como un aporte al complejo y extenso camino de construcción de acuerdos y obtención de justicia y reparación que nos toca transitar a los venezolanos.
Agenda Social y de Derechos.
La Agenda Social y de Derechos es un proceso participativo e incluyente, impulsado desde el Foro Cívico, para la construcción, sistematización, difusión e incidencia que concentre las propuestas de diversos sectores sociales para la reinstitucionalización democrática de Venezuela, para conseguir justicia y reparación para las víctimas, una contribución de los sectores que convergemos en este espacio al proceso de edificación de un Acuerdo Democrático Nacional.
Esta acción se apoya en una red de líderes sociales que ya han mostrado capacidad para ser interlocutores de la acción social y política local que se relacionan en el Foro Cívico como espacio de dinamización, apoyo y articulación. Durante 2021, el FC realizó una ronda preliminar de encuentros con varios de los sectores que lo conforman para explorar la pertinencia de esta iniciativa, con la compañía de la Dra. Mariana Aylwin, figura fundamental del movimiento Demanda Chile, que ofreció a los sectores políticos chilenos los consensos en las demandas de la sociedad para la democratización en los años 80. Se llevaron a cabo diversas reuniones sectoriales que señalaron algunos puntos de partida para la hoja de ruta que este proyecto representa.
En el año 2022, el FC ha trabajado en la sistematización de la primera fase del proyecto, en encuentros regionales de consulta y su sistematización, así como en la conceptualización de la segunda fase del proceso y en el levantamiento de capacidades para llevar adelante esta iniciativa. Aspira en el año 2023 culminar el proceso, con el fin de presentar al país la Agenda Social y de Derechos como un aporte para la edificación de una visión compartida de futuro entre todos los venezolanos.
En el desarrollo de esta iniciativa hemos coincidido con el esfuerzo de Fedecámaras con su propuesta: Camino al Futuro Venezuela 2035. Bases para la discusión y construcción colectiva de un nuevo modelo de desarrollo, y con la Red Nacional de Comuneros con su iniciativa: Diálogos Populares. Construyendo propuestas por la vida, por Venezuela. A diario surgen nuevas propuestas que buscan reunir la visión de sectores que componen la sociedad venezolana. La convergencia con estas voces es una aspiración y un imperativo para quienes nos encontramos en el Foro Cívico y queremos coadyuvar en la tarea de trazar un horizonte común.
Un horizonte común.
En el camino de la búsqueda de convergencia de las diversas miradas que conforman el vasto y complejo colectivo venezolano, Lederach nos conmina a apoyarnos en:
• la cabeza, centro neurálgico de nuestro pensamiento para visualizar con actitud intencional y la voluntad de crear y alimentar un horizonte que nos brinde un propósito y una dirección hacia la cual orientarnos, lo cual requiere nuestra capacidad de entender el conflicto positivamente, como un fenómeno que crea potencial para crecer constructivamente y la voluntad de responder de maneras que optimicen ese potencial para el cambio positivo.
• el corazón, centro de nuestras emociones, intuiciones y vida espiritual para ver el conflicto no como una amenaza, sino como una fuente de oportunidades para crecer e incrementar la comprensión de nosotros mismos como colectivo, tomar conciencia y conocer realmente nuestra humanidad. También para hacer del corazón motor del cambio que garantice relaciones y estructuras sociales honestas y vivas que responden dinámicamente a las necesidades y aspiraciones de todos.
• las manos, instrumentos para construir cosas, tocar, sentir y alterar la forma que toman los objetos, para poner “manos a la obra” y centrarnos en crear lo positivo a partir de lo negativo o lo difícil. Construir soluciones creativas que mejoren las relaciones, que alteren los procesos en marcha para llevar el conflicto en una dirección constructiva.
• piernas y pies, nuestro cable a tierra para dar respuesta a los desafíos, necesidades y complejidades de la vida real, buscando que se reduzca la violencia y se incremente la justicia en el conjunto de relaciones con el fin de desarrollar las capacidades para unas interrelaciones constructivas, directas cara a cara con la realidad que aborden los cambios sistémicos y estructurales.
Combinando estos recursos estamos llamados a edificar un horizonte común que nos guie en la transformación del conflicto y en la imperativa obtención de justicia y reparación para las víctimas. Una transformación que es una cualidad en continua evolución y desarrollo de las relaciones. Para que ese proceso sea viable es imperativo que todos los venezolanos tengan voz en las decisiones que afectan sus vidas. Es necesario trabajar desde todos los sectores del país para sensibilizar y reflexionar sobre los patrones que generan las injusticias para cambiarlos, tanto en el nivel de las relaciones como en el de las estructuras. Esto nos exige el desafío - ya mencionado - de la interacción cara a cara, pero también enfatizarla necesidad de ver, perseguir y generar cambios en las formas de organización de las estructuras sociales, desde lo familiar hasta las complejas burocracias, de lo local a lo global, como señala Lederach.
Cumplir con esos objetivos necesita del diálogo; este es esencial para la justicia y la paz, tanto a nivel interpersonal, como en el estructural; aunque no es el único mecanismo, es esencial, nos alerta Lederach, pues es el instrumento o la dinámica mediante la cual desarrollamos capacidades comunicativas para intercambiar ideas, encontrar definiciones comunes a los problemas que enfrentamos en las esferas social y pública donde se construyen las instituciones, las estructuras y los patrones de las relaciones humanas. Por ello, como señalaba nuestro querido maestro Pedro Nikken, estamos llamados a abrazar el diálogo y la negociación como instrumentos para reencontrarnos, privilegiando la esperanza, sobre la experiencia y con profunda conciencia de que está en nuestras manos la definición del rumbo que tomará nuestra sociedad.
Lederach nos presenta la encrucijada ante la que nos encontramos con cruda habilidad, formulando dos interrogantes: ¿Qué cambios están ocurriendo como resultado del conflicto? ¿Qué tipo de cambio buscamos?
Si podemos mirar el campo que dibujan estas interrogantes, los horizontes que subyacen en cada una de ellas y el cruce que levantan ante nosotros no abrigaremos duda de que la inmensa mayoría intuye hacia dónde debe dirigir su energía. Nuestra realidad nos interpela, llamándonos a minimizar la comunicación deficiente y maximizar el mutuo entendimiento, como recomienda Lederach, lo que incluye según el autor: “exteriorizar explícitamente los temores relacionales, las esperanzas y metas de cada uno de nosotros participando activa y constructivamente en el proceso de transformación del conflicto”.
Este es un proceso complejo que tendrá avances y retrocesos, en el que es necesario, según afirma Lederach, que mantengamos unidas, al mismo tiempo, múltiples iniciativas interdependientes que son diferentes, pero no incompatibles. Requiere una sabiduría capaz de comunicar que es necesario poner en marcha un proceso dinámico de iniciativas que busca encontrar soluciones aceptables para todas las partes, incluyendo a las víctimas que demandan justicia, ello requiere en palabras de Lederach: una capacidad de ver más allá de los problemas que se van presentando y abarcar los patrones profundos, a la vez que se buscan respuestas creativas a los problemas de la vida real en tiempo real con un compromiso categórico con las víctimas, es decir, dándole la cara al conflicto con compromiso y generosidad.
Aún más en este país
donde la ternura
es una frecuente dificultad.
Igor Barreto. / Fragmento: Mandelshtam
Caracas, 15 de noviembre de 2022
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