POR: Ignacio Cardona
La ciudad no es solo su espacio físico, sino la combinación del intercambio entre ciudadano, grupos e instituciones que ocurre en el medio urbano construido. Una ciudad sin intercambios simplemente no es ciudad, y entre el intercambio más relevante está la generación de conocimiento.
Mi capítulo favorito del libro Vida y muerte de las grandes ciudades americanas (1961), de Jane Jacobs, es el que se refiere al uso de los vecindarios urbanos. La autora nos habla de la importancia de las conexiones entre personas que se cruzan y vuelven a cruzarse de forma natural a través de la ciudad. Esto hace que cada comunidad se fusione en una ciudad más grande.
Bajo esta perspectiva, la noción de vecindario va teniendo diferentes grados: así como están los vecinos de mi calle, también tengo a los vecinos de mi barrio y luego del municipio; a mis vecinos de la ciudad entera y la de su territorio, y a los vecinos del urbanismo planetario. Sin esta interconexión la ciudad desaparecería, aún cuando existan sus calles y sus edificios.
Recordé este capítulo de Jacobs al momento de disfrutar los recorridos urbanos organizados en el marco de la experiencia “Caracas City 450-intervenciones urbanas para conmemorar 450 años de arquitectura y ciudad en Caracas”. Allí pudimos ver a vecinos caminar entre vecindarios, haciendo del intercambio de conocimiento una celebración a la ciudad.
Obras
Caracas City 450 comienza con una selección de obras que incluyen “una amplia lista de edificaciones, conjuntos urbanos, proyectos y obras de arte desarrolladas en la ciudad de Caracas desde 1925 hasta la actualidad”, hecha por profesionales venezolanos y norteamericanos. En una primera mirada, tuve mis dudas sobre ese criterio inicial: nuestra ciudad necesita más sistemas que objetos por más notables que estos sean. Pero luego me dejé conmover por la selección, la contundencia del aporte de la cultura estadounidense a nuestra ciudad a través de hermosas piezas arquitectónicas. Si bien uno podría pensar que a la selección podrían añadirse algunos edificios relevantes –seguramente excluidos por la naturaleza de una selección referida a autores norteamericanos–, es indudable la calidad de los edificios seleccionados.
La página web de Caracas City 450 muestra algunas variables relevantes de las obras seleccionadas: permite comprobar la relevancia del gran número de diseñadores que han pasado por Caracas, o evidenciar cómo el boom de la posguerra tuvo una incidencia directa en las intervenciones de arquitectos estadounidenses en la Caracas de 1950. Intuyo que la selección de obras está directamente asociada al impresionante trabajo que la Sección Docomoco Venezuela expuso en la Sala TAC del Trasnocho, entre julio y octubre de 2017, bajo el marco de la exposición “Arquitectos norteamericanos en Caracas 1925-1975: Ourarchitects”, en la búsqueda de valores de esa experiencia transcultural entre el norte y el sur.
Lo más relevante de la selección de obras, a mi parecer, es la importancia del registro. Es sabida la limitación que tenemos los venezolanos para sistematizar el conocimiento: como arquitectos hemos vivido la experiencia de tener que empezar un proyecto una y otra vez a través de los años por la ausencia de registro. Tener compiladas una serie de edificaciones relevantes, claramente clasificadas, resulta valioso al momento de reconstruir la ciudad en un futuro.
Recorridos
Esa selección de obras permite, y nos seguirá permitiendo, conocer Caracas desde la distancia. Adicionalmente, pese a no estar presente físicamente, tuve la suerte de disfrutar los recorridos urbanos que los organizadores de Caracas City 450 han ido colocando en las redes sociales. Sentí envidia por no estar allí, pero poner a disposición pública esos videos ha sido un acto de generosidad que agradezco.
Los recorridos urbanos han sido, en mi opinión, el aporte más significativo de la experiencia de Caracas City 450. El solo hecho de transitar la ciudad y conectarse con ella es un acto de construcción urbana. Lo remarcable no es solo la decisión de caminar la ciudad para emocionarse con sus valores, sino el diseño de los itinerarios que mezclaban la teoría arquitectónica, la historia vivida y la pasión.
La intervención de los profesores de la Sección de Teoría e Historia del Departamento de Arquitectura de la Universidad Simón Bolívar (USB), me hizo recordar el ADN de esa cátedra: una mezcla natural del mundo de las ideas con su momento histórico. Que trasladen esas ideas del aula a las calles, rodeados por las edificaciones, resulta enriquecedor. Además, es evidente que muchos años de recorridos urbanos en Caracas –realizados por diferentes instituciones, tanto públicas como de organizaciones sin fines de lucro–, nos ha ido convirtiendo en expertos en itinerarios para estudiar y disfrutar Caracas. Allí hay una fuente inagotable de integración urbana.
Adicionalmente, los recorridos han estado llenos del sabor del lugar, de su historia, a partir de comentarios de quienes han degustado sus placeres, permitiéndonos recordar la grandeza de algunos recorridos caraqueños a pesar de su evidente deterioro actual.
Quisiera redundar en el valor del profesionalismo que se evidenció en estos recorridos. No solo me refiero a la calidad de su organización, sino al profundo amor por lo urbano que han profesado quienes lo han llevado adelante. Si este grupo de profesionales, conformado tanto por académicos como por andantes de la ciudad, permanece vinculado de alguna manera con el futuro rescate de Caracas, esa que seguimos soñando, tendremos garantizadas unas voces que verán con mirada crítica lo urbano, incluyendo su historia y sus posibilidades.
Los recorridos urbanos de Caracas City 450 han sido no solo una semilla, sino una demostración tangible de que nuestra ciudad –esa que integra intercambio y espacio físico– guarda enormes esperanzas de ser exactamente lo que queramos que sea. Gracias por esto.
Concursos
Decidí escribir este texto después de la fecha de entrega del concurso Caracas City 450, pero antes de conocer el veredicto, con la idea de que mis opiniones vayan centradas en la idea del concurso y no en las decisiones que los concursantes puedan tomar al momento de elaborar sus propuestas. En un concurso de arquitectura hay, usualmente, tres grupos evaluados: los concursantes, el jurado y los organizadores. En este caso quisiera dedicarme solamente a estos últimos.
Ha sido evidente la limitación de los recursos destinados a “construir” los proyectos ganadores. Las necesidades de Caracas son tan enormes que hace falta un plan de inversiones que vaya mas allá de lo que puedan lograr un grupo de académicos junto con unos pocos inversionistas. Este tema abre una discusión que espero se dé en Venezuela en algún momento: me refiero a cómo llevar adelante los proyectos públicos, a desistir de la idea que toda la ciudad se construya únicamente a partir del situado constitucional, o bajo el yugo exclusivo de desarrollos inmobiliarios privados y regulados únicamente por los designios del mercado. Alguna mirada intermedia tendrá que conseguirse.
Pero si se disponen de pocos recursos para intervenir, se podrían resaltar dos posibles opciones: invitar a intervenciones pequeñas, o a la realizaciónde propuestas efímeras apostando a que la mirada artística pueda señalar un camino a intervenciones menos transitorias cuando el escenario lo permita. Esta segunda opción es la tomada por los organizadores: se trata de una invitación al diseño urbano desde la temporalidad, lo cual es retador y, por supuesto, delicado porque los tiempos urbanos suelen tener lapsos mayores a los del corto plazo. El reto que tuvieron por delante los concursantes ante esta sugerente invitación fue enorme. Pareciera que no se trata únicamente de hacer un proyecto bello, cosa que es fundamental, sino también de tener conciencia de que cualquier elemento colocado en un territorio puede mejorarlo en lo inmediato, pero se debe pensar también en su capacidad para motorizar otras mejoras -quizá aún mas estructurales- en el mediano y largo plazo.
La segunda decisión de los organizadoresha estado en la intervención a partir de recorridos. El concurso invita explícitamente a intervenir el vacío, a partir de la articulación de diferentes edificios notables en unos paisajes urbanos sumamente específicos. En buena medida por esta conceptualización general es que resulta tan pertinente hablar de obras y recorridos en el marco del concurso. En una ciudad como Caracas, fragmentada y difícil de recorrer, las universidades venezolanas tienen muchos años diciendo que ese es el proyecto necesario: la generación de un sistema de recorridos que termina por articular la belleza heredada como un mecanismo para la integración urbana.
Hay muchos otros recorridos posibles, pero la pertinencia de los escogidos para la vida urbana caraqueña es inobjetable. Quizá también podríamos discutir la nomenclatura utilizada, cuya taxonomía resulta lo menos claro del concurso. Para mí ha sido difícil entender si la propuesta se enfoca en tipologías urbanas (ciudad histórica, ciudad jardín), programas de usos (ciudad hospitalaria, ciudad universitaria, ciudad recreativa, ciudad industrial, ciudad deportiva), o a partir de características del paisaje (ciudad montaña, ciudad río, ciudad verde). Quizá esto abra un espacio para discutir cuál sería una pertinente clasificación para nuestras formas urbanas, es decir, cuál sería el modelo de ciudad que queremos para Caracas y, entonces, discutir una posible categorización de sus recorridos.Tener una clara taxonomía de la ciudad que tenemos y queremos nos permitirá clasificar sus intervenciones.
La tercera gran decisión de los organizadores fue la selección del jurado. Resulta llamativo que, siendo un concurso de diseño urbano, no hay practicantes de esta disciplina dentro de sus miembros. Pero hay académicos, gestores de ciudad y diseñadores desde otras disciplinas –como la arquitectura, el paisajismo o el urbanismo–, y pueden tener un conocimiento sobre las variables que rigen el diseño urbano y esperemos sepan llevar adelante la difícil tarea de escoger a los ganadores. Pero ya quedará tiempo para comprender el resultado del concurso, que deseamos sea tan excelente como su organización.
Institucionalidad, a manera de celebración
A partir del análisis del proyecto del Central Park de Nueva York, diseñado en 1858 por Frederick LawOlmsted y Calvert Vaux, Richard Foglesong (PlanningtheCapitalist City, 1986), nos regala un brillante análisis sobre la relación entre proyecto urbano y aparato institucional. Estudiar esta relación es fundamental para Venezuela en este momento, justo cuando es mas que evidente el fracaso de la gestión urbana adelantado por el aparato institucional revolucionario, invitándonos a pensar qué tipo de instituciones nos permitirán una reconstrucción urbana.
Por un lado, es muy claro que la institucionalidad que rige un territorio nos permite organizar una comprensión metropolitana para estructurar sus planes y proyectos para el ordenamiento urbano. Esta es la manera de operar de la democracia representativa, esa que ha dado tantos buenos frutos a la construcción y reconstrucción de espacios urbanos alrededor del mundo. Pero, por otro lado, Foglesong enfatiza que los proyectos que se generan desde las disciplinas del diseño son una herramienta vital para articular, incluso transformar, el aparato institucional y sus mecanismos de planificación urbana. Foglesong hace una mirada instrumental del Central Park de Nueva York para explicarnos que ese proyecto, ganado por concurso, permitió organizar para bien y para mal la institucionalidad que rige y opera al propio parque.
De allí la importancia de todo lo que gira en torno al proyecto Caracas City 450, su impecable y apasionada conceptualización y organización, liderada por tres académicos de las Universidades Central de Venezuela y Simón Bolívar: Aliz Mena, Marisabel Peña y Franco Micucci. Porque esta experiencia podría y debería brindarnos datos sobre los valores posibles para una institucionalidad caraqueña que articule recorridos para integrar diferentes vecindarios en el marco de una posible reconstrucción urbana de Caracas.
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Ignacio Cardona es Arquitecto, diseñador urbano. Estudiante de Doctorado de Harvard Graduate School of Design. Director de Arepa Arquitectura, Ecología y Participación.
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