Por Ismael Peréz Vigil, 28 de
julio de 2018
Nuevamente sobre el tapete de
discusión la eventualidad de convocar a un “Paro o Huelga Nacional”, sobre el
cual el Frente Amplio Venezuela Libre inició un proceso de consulta. Adelanto
mi opinión al respecto y espero que la convocatoria de un Paro Nacional no se
lleve a cabo, pues está llamada a caer en un lamentable vacío.
Lo de un paro nacional o huelga
general no es una idea nueva en la historia reciente, entendiendo por
“reciente” los últimos 20 años. Todos recordamos el llamado “paro cívico
nacional” o “paro petrolero” de finales del año 2002 e inicios de 2003. Y más
recientemente, en julio del año 2017, la convocatoria de una “huelga general”,
que concluyó en un “paro cívico” de dos días. Ambos fracasaron en su objetivo,
si entendemos que este era obligar a una salida forzosa, de renuncia o de algún
tipo de “intervención” del actual régimen, hoy devenido en dictadura y que se
prolonga ya por 20 años.
Sin entrar a profundizar en las
características de cada uno, un primer aspecto a observar y destacar es que
ambos se desarrollaron o plantearon durante lo que podríamos llamar un “auge de
masas”, por parte de la oposición. El país estaba movilizado con protestas y
manifestaciones, que se prolongaban por meses, y aun así esos llamados a “paro”
o “huelga”, no fueron exitosos, no solo porque no alcanzaron el objetivo, ya
señalado, sino porque además no lograron calar en toda la población. Es decir,
afectaron sin duda a toda la población, más no se logró que ésta, especialmente
los sectores más populares, se incorporaran a esa actividad política de
protesta. En el primero, por ejemplo, en una gran parte de Caracas y del país
la vida transcurría como si nada estuviera ocurriendo.
Son varias las razones que me
hacen pensar que el llamado a un “paro nacional”, si ya en el pasado con
mejores condiciones de movilización de ciudadanos fue inefectivo, hoy en día
sería peor, el fracaso sería más estruendoso que en los anteriores. Al
respecto, ya hace casi un año expuse las razones: (https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2017/07/22/paro-general/)
Un paro nacional, sin la
incorporación activa de empresarios, trabajadores y sociedad civil en general,
no va a ser exitoso, y esa incorporación es lo que ahora veo difícil. En primer
término, la motivación política de la sociedad civil opositora es hoy casi
nula. No hace falta argumentar mucho al respecto, está a la vista de todos. No
decimos que no hay, como en los eventos ya descritos, razones o condiciones
objetivas para una huelga o paro general; las razones sobran y las innumerables
protestas diarias así lo demuestran. Porque, una cosa es que existan las
“razones objetivas” y otra es la eficacia política de una acción, la capacidad
de movilizar y capitalizar una protesta masiva y general, por más que el país
arda por los cuatro costados con protestas y manifestaciones que, al ser
aisladas, no dejan de ser expresiones individuales, de grupos, casi familiares,
con repercusiones y respuestas solo locales.
Reitero lo ya dicho, pensar en
una “huelga general” o un “paro nacional” –que son dos cosas diferentes, de las
que se habla indistintamente– sea que se prolongue en el tiempo de manera
indefinida o sea por pocos días, sin medir su eficacia política y sus
posibilidades de éxito, en términos de la incorporación al mismo de
empresarios, trabajadores y sociedad civil en general, sería un error político
que la dictadura espera que cometa el movimiento democrático. Dicho de otra
manera, más directa, hoy no existe el nivel de motivación para que tal evento
ocurra y pueda sostenerse por tan solo días, como en 2017, o por meses, como en
2002/2003.
Independientemente de la decisión
o no de sumarse a un “paro”, el sector privado, la industria privada, el sector
empresarial e industrial en general –tras la expropiación y cierre de miles de
empresas y la pérdida de miles de empleos– es menos significativo desde el
punto de vista del empleo y tiene menos fuerza económica que la que tenía hace
15 años; y la hiperinflación lo ha debilitado aun más durante el último año.
Por su parte, el sector público ha crecido enormemente, debido precisamente a
la expropiación e intervención de empresas y a que el estado controla hoy
además casi todo el empleo que se genera en gobernaciones (22) y en la mayoría
de las alcaldías que detenta, en número que no es despreciable y de la que
dependen una inmensa cantidad de trabajadores en los estados más pobres del
país, en manos oficialistas.
Por ejemplo, el sector petrolero,
adalid del paro en el 2002/2003, además de estar hoy semi destruido, está mucho
más controlado que en el pasado. El sector eléctrico esta hoy, todo, en manos
del estado. Más del 60% de la banca hoy es pública y la privada está
fuertemente regulada, de allí que los bancos no se incorporarán a ningún paro.
El sector de la construcción –que es otro sector que tendría que “parar” pues
emplea mucha gente– está virtualmente paralizado, pero por inactividad, falta
de inversión y razones económicas. Casi todo, por no decir todo, el sector
metalúrgico, acero y aluminio, es público; al igual que buena parte del sector
petroquímico y todo el sector cementero. En buena medida es también público y
está fuertemente regulado, el sector de alimentos. El sector transporte está
colapsado y no genera ni el empleo ni la actividad que generaba. Y están muy
debilitados el resto de los sectores por la hiperinflación y la situación
económica general del país, por el incremento de costos, aunado a regulaciones
de precios y los aumentos compulsivos de salarios, que además no resuelven
ningún problema a la población asalariada.
La debilidad del sector privado
empresarial, nos hace pensar que es muy difícil que considere su incorporación
a un paro nacional. Ya algunos lo han dicho, el gremio industrial, por ejemplo.
Además, si reprimir a miles de personas en una marcha o manifestación es
difícil –y sin embargo la dictadura lo hace– controlar, fiscalizar, amenazar, a
unas cuantas empresas es mucho más fácil y el régimen cuenta con mecanismos
para ello que hemos visto aplicar de manera reiterada, “eficiente” y con saña
en estos años.
Y con respecto a la incorporación
al paro nacional del mermado contingente trabajador privado –pues el público es
muy difícil que se incorpore– debemos considerar que hay miles, millones, de
venezolanos que no se pueden dar el lujo de perder lo que significa en
alimentación un día de trabajo y harán un esfuerzo por ir a sus lugares de
trabajo, movilizándose por las ciudades y creando un efecto de que el “paro”
solo es exitoso en ciertas zonas de ciudades como Caracas y otras capitales de
estado. Quienes están empleados en el sector privado, aunque sus patronos no
les descontaran el día, ese día que no trabajen, en muchos casos no comen, pues
la mayoría de la gente se alimenta en su lugar de trabajo y si no hay trabajo,
si la empresa está cerrada, no comen y hoy en día, con la hiperinflación, para
algunos tiene más importancia la comida que el mismo salario. Muchos
trabajadores, durante los paros en el 2017, que había cierres de calles y falta
de transporte, caminaban largos trechos y por mucho tiempo, hasta sus lugares
de trabajo, por no perder la comida. No tomar eso en cuenta es desconocer la
realidad del país.
Por último, y no menos
importante, otro punto que no se debe obviar es que en el país hay millones,
léase bien, millones de personas que viven de la economía informal o el trabajo
por cuenta propia y de lo que ganan cada día. Día que no trabajan, día que no
tienen ingreso.
Todo lo señalado son factores que
no se deben dejar de lado al considerar la convocatoria de un evento político,
como un paro o huelga nacional, que pueda tener varios días de duración y que
afectará el ingreso y la actividad económica de miles de personas.
Por eso creo que la convocatoria
a un paro nacional, en este momento, sin una fase previa de trabajo político
intenso sobre la población, de movilización, de explicación de propuestas
alternativas sobre el país al que se aspira, etc., estaría llamada al fracaso y
la pregunta es si la oposición resiste un fracaso o una frustración más en
estos momentos.
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