Usted y yo, ¿Qué
haremos?
Ismael Perez Vigil
Politólogo
La discusión acerca de la posición opositora con relación a la
participación
o no en las elecciones regionales continua, sin que asome una
leve
luz en el fondo; con la desventaja de que en la medida que pasa el
tiempo
y no hay una posición “oficial” con respecto al tema, la discusión se
hace
más y más amarga, florece el “dibujo libre” y las iniciativas
personales
y grupales. Obviamente, la discusión no se queda en el tema de la
participación
electoral, va mucho más allá y se remonta también −suponemos−
al
pasado reciente y al más lejano, sobre todo en cuanto a recriminación de
errores
y fallas a dirigentes y partidos.
Hay quienes llegan muy lejos en su proclama de la no participación −no los
llamaré
abstencionistas, pues dicen no serlo− pero, les parece que no solo
está
“agotada” la vía electoral, al menos para algunos, también está agotada
la
opción de convocar a “la calle”, por carecer de una estrategia posterior;
y
además, señalan otros, esta opción ha sido “traicionada” y “abandonada”
por
líderes “negociantes”, que entregaron cualquier iniciativa a unas
frustradas
negociaciones, que al final −al menos las emprendidas hasta
ahora− lo que hicieron −dicen− al fracasar, fue
apuntalar más al régimen y
languidecer
las acciones de “calle”.
Imbuidos
a lo mejor sin saberlo −o reconocerlo− por ese espíritu de la
antipolítica
que fue esencia del triunfo del chavismo en 1998, además de
estar
contra las “negociaciones”, también están en desacuerdo con los
procesos
de “diálogo”, pues no tiene sentido “negociar con delincuentes”,
dicen.
Algunos también, al menos después del resultado electoral en los
EEUU,
están desesperanzados de cualquier acción militar externa que antes
esperaban
y otros además señalan estar ahora en desacuerdo con el
desembarque
de “marines” en las costas venezolanas y en cualquier llamado a
la
insurrección militar, pues consideran a los militares venezolanos −con
toda
razón, por cierto− la mano oculta y responsable real de esta dictadura
a
la que estamos sometidos. Al final, tal parece que algunos solo dejan
abierto
un estrecho e incierto camino a una mítica “negociación”, que nunca
nos
dice cuál es, así como tampoco nos dicen cuál sería una probable vía
para
salir de este oprobio.
En
el desierto que atravesamos, sin guía y sin opciones ampliamente
compartidas,
apenas reluce algo, más por costumbre o temor, la idea de la
mítica
unidad; en la cual, en realidad y por lo visto, nadie cree muy
firmemente.
Por temor y mito me refiero a que nadie en sus cabales y que
tenga
una cierta aspiración de continuar en la política, va a denigrar de la
idea
de la unidad −seria anatematizado quien así lo hiciera−, pero luce que
nadie
está tampoco haciendo esfuerzos muy profundos al respecto.
Pareciera
que estamos sumidos en una especie de abandono “dirigencial”, a
la
espera de que las cosas se resuelvan solas, confiados en que el tiempo
todo
lo cura; o que estamos esperando, nuevamente, algún milagro desde el
exterior,
obrado por un “informe” de algún organismo internacional o por los
vientos
nórdicos, que soplan de vez en cuando y de cuando en vez, como
pareciera
que ahora vuelve a ocurrir.
Los
partidos políticos, asumo, que están en fogosa discusión interna para
dirimir
su futuro inmediato ante un reto que está allí, insoslayable, como
es
la convocatoria de un proceso electoral, que como ya sabemos, se va a
efectuar
con o sin la participación de la oposición democrática, tras lo
cual
el régimen seguirá su curso, aun con el exiguo número de votantes que
se
presenten, sin importarle para nada la legitimidad del proceso o nuestro
reconocimiento
o el de la comunidad internacional.
Los
actores políticos, asesores, analistas, consultores, seguirán en su
tarea
de discutir y argumentar, con verdadero afán las respectivas
estrategias,
la forma de desojar la margarita y decidir si vamos o no al
proceso
electoral, si vale o no la pena votar, si debemos o no embarcarnos
en
una nueva ronda de negociación, de diálogo. Con todos los argumentos que
ya
sabemos y no vale la pena repetir.
Los
líderes, que nos han conducido hasta aquí, reconocerán o no sus errores
y
las críticas que se les han formulado, y algunos seguirán −con poco o
mucho
apoyo− o surgirán otros, porque la experiencia también nos indica que
siempre
aparecen otros o los mismos, montados sobre las olas, o desde la
profundidad
de las aguas que los han revolcado. Pero, la política, también
se
abre paso como la vida misma. Por eso hoy mi reflexión y mis preguntas
son
otras. Mas intimas y personales, más ineludibles.
Nosotros
dos, usted que lee y yo que escribo, que si bien tenemos y
sufrimos
los problemas comunes de los venezolanos −inseguridad, falta de
gasolina,
pésimos servicios públicos, alto costo de las cosas− pero que
seguramente
no estamos tan agobiados por la cotidianidad, o preocupados a
muerte
por el diario sustento, como millones de venezolanos, algunos de los
cuales
han tenido que irse del país, dejando atrás amigos, padres y hasta
hijos,
para intentar ayudarlos desde el exterior; usted y yo, repito, que
hemos
optado por permanecer aquí… ¿Qué papel nos toca ejercer en todo esto?
Porque
este país también es nuestro y no está muerto, vive… aquí se trabaja
duro,
se invierte en lo que se puede, se estudia, se crea arte, se hace
música,
se lucha −en fin−, se ama y se muere, por salir de este oprobio.
¿Vamos
a seguir en la amargura de quejarnos por todo? ¿Vamos a renegar del
país,
darle la espalda y dejarlo por imposible?
Durante
cuarenta años de floreciente democracia desde 1958, nos apartamos
hacia
la barrera, en busca de un burladero. Nos apartamos de la política por
ocuparnos
de nuestros negocios, familias, actividad profesional o académica
y
contribuimos −en buena medida− a propalar la antipolítica que permitió que
se
encumbraran en 1998 los que destruyeron al país. ¿Vamos a seguir culpando
a
los partidos, a los líderes que ayudamos a surgir y que ahora pretendemos
abandonar,
por los errores y fallas en las que nosotros también
participamos?
¿Vamos a continuar esperando que aparezca esa fórmula mágica
de
unidad, que confundimos con unanimidad, para comenzar a actuar? ¿O por el
contrario
vamos a intentar hacer algo, desde nuestro espacio natural de
influencia,
para convencer a los venezolanos de que sí hay una solución y
que
depende del esfuerzo de todos?
No
podemos seguir lamentándonos por la falta de éxito, dando todo por
perdido
y regresar a nuestro rincón de las lamentaciones, desconociendo
ventidós
años de lucha y resistencia. Aquí se ha luchado, resistido y hecho
muchas
cosas durante ventidós años, en los que muchos perdieron fortunas,
futuro
y vidas; años de éxitos y fracasos, pero que han impedido que este
régimen,
de ínfulas totalitarias, se termine de adueñar del país y acabe con
toda
resistencia. Que no quede duda que podemos contribuir a la discusión, a
difundir
ideas, a aportar en la organización del país y llenarlo nuevamente
de
esperanza, una y otra y otra vez.
https://ismaelperezvigil.wordpress.com/
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