Por Carlos Rodríguez
Desde el año 2000 han
transcurrido dos décadas terribles con varios períodos
políticos-administrativos dirigidos por el mismo partido oficialista (PSUV),
tanto en nuestra ciudad capital como en la región metropolitana, sin resultados
positivos.
Podemos afirmar que
estamos en presencia, no solo de un estancamiento sino de un significativo
retroceso en las políticas urbanas que hagan de Caracas y su zona metropolitana
espacios de calidad de vida; y de Caracas y su área metropolitana espacio
públicos dignos; de unos servicios públicos eficientes, de una movilidad
adecuada, puntual y eficaz; de empleos de calidad bien distribuidos; de una
intensa vida cultural y de calidad; de una política cultural popular que
proteja con propiedad las tradiciones de la ciudad; que dé mantenimiento y
conservación apropiadamente a los parques y plazas y todas las áreas
verdes; que garantice un suministro masivo de los productos de primera
necesidad a precios razonables; que rescate la red de instalaciones sanitarias
públicas, de la electricidad, y de una creciente y atractivas instituciones
educativas vinculadas con los empleos requeridos y a conocimientos modernos de
la ciencia. Todo ello en el marco de unas actividades y funciones públicas y
urbanas en un clima de seguridad personal y colectiva.
¿Qué nos pasó? Éramos
una ciudad-región, atractiva al turismo y las inversiones nacionales y
extranjeras; de construcción de gigantes edificaciones de gran calidad
urbanística (Poliedro, Teatro Teresa Carreño, Metro de Caracas y sus cuatro
líneas), de dotación de servicios de agua potable permanente y de calidad con
sus estaciones de cuerpo de bombero, de construcción de unas rápidas y amplias
autopistas –como la avenida Boyacá (cota mil)- que une a lo largo al pie del
Ávila el este con el centro y el oeste de Caracas en pocos minutos, y que,
además, se convirtió en una eficaz valla que impide las invasiones a nuestra
protectora montaña.
La extraordinaria
decisión de pasar, razonable y adecuadamente, de un valle urbano con solo dos
municipios a cuatro nuevos municipios, todos al este del valle de Caracas
(Chacao, Sucre, Baruta y El Hatillo), dejó estancado al lado oeste como un macromunicipio
colapsado, que se siente sin conexión con los más de cuatro millones de
caraqueños, que cada vez están más alejados de nuestro gobierno local y
municipal.
¿Qué pasó? Una solución
—quizás no la más perfecta — apuntaba en la dirección correcta: la creación del
Distrito Metropolitano, la Alcaldía Metropolitana y el Cabildo Metropolitano.
Eso permitiría un
gobierno municipal en dos niveles para coordinar y planificar la gestión local
de los municipios, con el desarrollo urbanístico y regional necesario y
adecuado que iría más allá de cada uno de ellos, para desarrollar políticas
públicas exitosas a nivel local, municipal y regional.
Retomemos pues, el
orgullo de ser habitantes de la ciudad capital de Venezuela, herederos de
marcas históricas con un rico valle y naturaleza pródiga y vínculos
inmejorables con otras naciones, para tener puertos y aeropuertos
metropolitanos; de una ciudad-región destinada a ser de las primeras en
América.
¿Por qué no revisar,
corregir y actualizar los grandes planes urbanos Caracas 70-90 y Caracas 20-20,
que nos permitan atacar las graves crisis de los servicios públicos en red
(movilidad, electricidad, agua y aseo urbano) y otros indispensables como
vivienda y espacios verdes de usos colectivos?
¿Por qué no convocar a
todos, obreros, empleados, académicos, urbanistas, empresarios, educadores,
etc.? Vamos a empinarnos por encima del creciente deterioro de nuestro espacio
urbano para reconquistar el derecho a vivir en una ciudad sustentable,
inteligente, solidaria en un espacio metropolitano que sea envidia en Venezuela
y el mundo.
Esta es una tarea
urgente para concejales y diputados en la región, pero sobre todo para
organizaciones civiles y populares, así como para la Iglesia, la Academia y los
empresarios. Todos tienen la palabra, ¡estamos a la orden!
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