Por Eduardo Matute
La labor educativa de Fe y Alegría es conocida en toda Venezuela. Iniciada su labor en 1955, su radio de acción se ha extendido en todo el país. Hoy pueden contabilizar 175 escuelas, 172 sedes de la escuela radiofónica, 4 sedes de la universidad técnica y 76 centros de adiestramiento laboral. Son por mucho, la mayor iniciativa privada en el ámbito escolar.
Su modelo se ha logrado
implantar en 21 países, en 3 continentes (América, Asia y Europa). Al decir del
padre Arturo Sosa, superior general de los jesuitas en el mundo, esta
experiencia es la más significativa iniciativa de los padres jesuitas, en
conjunto con otras órdenes religiosas y laicos, que tiene la Iglesia Católica
en el ámbito educativo de sectores populares.
Dentro de ese conjunto
de iniciativas, destaco el apoyo de Fe y Alegría, desde sus comienzos, al
proceso de organización de los sectores populares en la construcción de
iniciativas económicas cooperativas.
Casi desde sus inicios,
allá por los años 60, cuando ya estaban funcionando escuelas en diversos
barrios de la capital, desde Petare hasta Catia, una característica importante
del proceso educativo de Fe y Alegría, es que, en cada comunidad, al lado de la
escuela, se instalaba una comunidad de religiosas que compartía con los
vecinos, los avatares de la vida cotidiana, uniendo la vida escolar con la
comunitaria.
Este esfuerzo de índole
educativa, dio pie al crecimiento de cooperativas de ahorro y crédito con los
padres y representantes de muchas de estas escuelas. La cotidianeidad hizo ver
la importancia del ahorro familiar para resolver problemas de ingresos, salud,
la propia educación y equipamiento del hogar. Eran otros tiempos, cuando la
inflación no era la preocupación de los ciudadanos.
Fe y Alegría incorporó
a sus procesos, la educación de adultos, de la mano de los padres jesuitas que
desde el Centro Gumilla -en Barquisimeto- ya se encontraban trabajando en
cooperativas en esa zona del centro occidente del país.
La filosofía, en la
cual se basa este proceso organizativo es que las personas adultas, aprenden
desde sus vivencias y en aquellos temas que le interesan, sobre todo en
entornos económicos. Para los padres jesuitas involucrados y en general para Fe
y Alegría, este enorme esfuerzo de convencer, de facilitar procesos
administrativos y de tener un importante volumen de dinero en manos de los
pobladores, es fundamentalmente un proceso educativo que estimula la
organización de la solidaridad.
En 3 años, Fe y
Alegría, en un esfuerzo conjunto de padres y representantes, comunidades
religiosas y el Centro Gumilla, logró que en 12 escuelas existiese una
cooperativa de ahorro y crédito, formalizada e inscrita en el registro de
cooperativas: 5 en barrios de Petare, 3 en Catia y 4 en barrios del sur de la
ciudad.
Una cantera de líderes
comunales fue formada a través de este proceso, que integra valores,
conocimientos y organización. Además de este esfuerzo en las escuelas, los
líderes comunales crecidos en este proceso, colaboraron en la constitución de
otras 10 cooperativas de ahorro y crédito en barrios y urbanizaciones populares
caraqueñas. Fue un esfuerzo notable.
Luego de 50 años, la
organización de Fe y Alegría, se enfrenta a otro reto, de características
distintas, pero al cual se están enfrentando de manera singular: Resistir y
volver a crecer en medio de la pandemia y en la peor crisis sanitaria y
económica en el país, desde que se tenga memoria.
Ya no sólo es el
abandono de la escuela, por niños cuyos padres han emigrado, o que la crisis
los lleva fuera del proceso educativo, también es el éxodo de maestros que no
aguantan con un salario de $4 al mes, ahora, la ausencia de clases –por la
crisis del covid-19–, ha obligado a esta organización a buscar alternativas
inéditas de educación a distancia, con programas a través de celulares
inteligentes, en la radio abierta, carteleras, apoyo a docentes, cuyos costos
aún están por cubrirse.
En sus propias
palabras, “Las escuelas están cerradas pero el proceso educativo sigue
adelante… Nos ha tocado responder creativa y rápidamente ante la situación. Esa
es nuestra misión y nuestra responsabilidad. Los educadores han
respondido. Ha podido más su vocación y compromiso que las condiciones adversas.
Unos en producción
pedagógica. Otros en la organización del trabajo y de los equipos para esta
modalidad de educación a distancia, nueva y desconocida para muchos. Otros en
producción radiofónica. No ha sido fácil porque las condiciones no ayudan.
Tanto el personal como los estudiantes carecen de equipos tecnológicos
(teléfonos inteligentes, computadoras, tabletas…), unido a la mala calidad del
servicio telefónico y de internet, que ellos mismos pagan de su bolsillo”.
Nos tocará, como
agradecimos hace años, el esfuerzo de esta organización en el desarrollo del
cooperativismo caraqueño, volver a dar las gracias a este empeño en no dejar
desmayar la educación popular en el país.
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