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domingo, 12 de julio de 2020

Qué valemos los venezolanos por @jrhernandez381

Por José Rafael Hernández

Nuestro país, lo concebimos como el pueblo que sacrificó el 40 por ciento de su población para liberarse y liberar a un conjunto de países de nuestra América.

Un país que asumió la defensa de los países no desarrollados desde una perspectiva propia. Con participaciones concretas en defensa de los nuestros. Contadora, No alineados, Antidictaduras, a favor de los pueblos de nuestra América, solidarios con los menos favorecidos del continente.

Muchas veces, nuestro país asumió la solidaridad con nuestros hermanos del mundo, a favor de petróleo en condiciones favorables, aportes frente a desastres naturales, defensa de causas como el canal de Panamá y contra de medidas tomadas por centros de poder del signo que fueran.

Creímos que éramos una democracia sólida y asumimos la defensa de las libertades y democracia en cualquier lugar del mundo.

Creímos que éramos una civilización sin mayores problemas que nuestro desarrollo. Que teníamos una fuente permanente de recursos para manejar el camino hacia el desarrollo. Muchas cosas se asumieron como Becas para miles de estudiantes (Mariscal de Ayacucho), autopistas y construcciones sanitarias en todo el país, subsidios para productos básicos de la población, millones de bolívares para financiar a los empresarios productivos. Era (según nosotros) una riqueza que provenía del petróleo y nos permitiría avanzar hacia un país de primer mundo.

Pero nuestros propios errores se aparecieron. No nos renovamos en las cosas por hacer ni quiénes lo asumirían. Comenzamos a golpearnos a nivel interno en los partidos, impedimos que los más jóvenes asumieran las conducciones de los partidos, nuestras fórmulas de hacer las cosas comenzaban a repetirse. Y, entonces…, y entonces…

Apareció un flautista de Hamelín. Todo era culpa de los partidos que habían conducido el país y “todas las cosas se van a resolver” desde su perspectiva: Todo lo solucionaría si los apoyábamos…Y, entonces…, y entonces

Comenzó un período en el que nada se ha resuelto. Todo está en las peores circunstancias de nuestra historia reciente: Sin agua, sin luz, sin teléfonos, sin gas, sin gasolina, sin empresa petrolera relevante, sin alimentos, sin salud. Muchas enfermedades otrora erradicadas comenzaron de nuevo a aparecer: mal de Chagas, fiebre amarilla y un etcétera larguísimo.

Nuestras tallas comenzaron a encogerse de nuevo. No solo por la dieta obligatoria del no acceso a alimentos básicos, sino por comer una serie de asuntos que no nos dan la variedad que nos alimenta y fortifica.

El populismo prometió pero lo que siempre pasó, no cumplió. Nos engañaron como sociedad

Entonces comienza a destacarse un conjunto de cosas que antes no veíamos o nos hicimos los locos. Mucha gente no quiere trabajar, que todo me lo merezco, que me deben garantizar todo, sin esfuerzo, esperando un bono, un regalo, un decreto…

No éramos una gran sociedad, muchas de estas cosas estaban ocultas en los ruidos de una sociedad que quería echar pa´lante.

Luego que salgamos de la tragedia en la que nos encontramos, necesitamos de nuevo valorar nuestros papeles como sociedad, necesitamos ubicar como prioritario el trabajo (no el petróleo), que el futuro de nuestro país depende de los aportes de todos en sus tareas ordinarias, y ser un país donde entendamos que lo importante son las personas y sus aportes.

Los recursos deben aportar adicionalmente en la construcción de una sociedad mejor para todos, democrática, pluralista, tolerante, con esperanza, con largo plazo para todos, solidaria tanto externa como internamente, una sociedad que cuando pensemos en ella, no podamos sino sonreír, por lo grande que será para nosotros, nuestros hijos y nietos. Sonreír…


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