Bolivia
y sus lecciones.
Por: Ismael
Pérez Vigil.Politólogo.
Los
sorpresivos resultados electorales en Bolivia, de los que ya se ha escrito y
hablado mucho, con toda razón, dan lecciones importantes y variadas. Hay
diversos análisis, donde cada quien toma el aspecto que más le llama la
atención, o el que más se ajusta a sus intereses personales o políticos. Como
siempre, después de que pasan los acontecimientos todo el mundo los tiene
claros, aunque nadie anticipó o asomó la posibilidad de lo ocurrido: el triunfo de Luis Arce, candidato del
Movimiento al Socialismo, MAS, en primera vuelta.
Como
toda realidad compleja no es posible atribuir lo ocurrido a un solo factor,
sino a la mezcla de varios de ellos y aunque sea difícil precisar cuál fue el
impacto decisivo de cada uno, veamos los más importantes:
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Uno, algunos hablan, sin explicar ni dar mayores elementos de análisis, del
impacto del narcotráfico y el terrorismo, y el impacto de otros países –como
Irán, por ejemplo– sobre la situación boliviana. No cabe duda que estos son
factores a considerar en el caso de Bolivia, en la conformación de su gobierno,
su impacto en la economía y en las organizaciones y opciones partidistas, pero
¿hasta dónde influyeron en la campaña y en la votación? Es algo que no tengo
muy claro, como tampoco veo clara evidencia de que esto sea así, pero los
reseño como factores que algunos mencionan.
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Dos, en ese mismo orden de ideas, otros mencionan la influencia del llamado
Foro de Sao Paolo, el impacto “ordenador” de los factores de la izquierda
internacional en cada país; pero, para mí, solo explica porque la izquierda se
une, tiene recursos y apoyo internacional para sus campañas. Sin descartar su
impacto e influencia, no soy de los que le atribuye un significado “mágico” a
este factor.
-
Tres, la situación económica parece que sí jugó un papel importante en este
proceso electoral. Luis Arce es considerado un exitoso ministro durante el
gobierno de Evo Morales, que tuvo a su cargo las finanzas de un país que creció
durante varios años por encima del 5%, que elevó su PIB de 9 mil millones de
dólares a más de 40 mil millones, que casi triplicó el ingreso per cápita y que
se anota haber reducido la pobreza en casi un 25%. Mientras que durante el
gobierno de transición el país ha vivido una crisis económica que ha agravado
la pobreza, incrementado el desempleo, aumentado la informalidad y el cierre de
empresas y se estima una recesión económica para el 2020 cercana al 6%, según
el Banco Mundial. Para junio ya la economía había caído un 8%. Por supuesto
esto no es solo responsabilidad del gobierno de transición de Jeanine Añez, en
buena parte se debe a la pandemia de la Covid 19, pero el pueblo tiene para
comparar lo que está ocurriendo desde hace un año, con lo que vivió en años
recientes.
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Y cuatro, por supuesto, la explicación favorita de muchos: fue la falta de
unidad de la oposición democrática lo que produjo la debacle. Siete partidos y
alianzas se enfrentaron al MAS, que no es propiamente un partido, sino una
organización que algunos asemejan al APRA de Haya de la Torre en Perú o al PRI,
histórico, de México, que alberga en su seno una amalgama de intereses, etnias
–más del 40% de la población boliviana es indígena–, grupos obreros y
campesinos, sindicatos e ideologías y que tenía un solo propósito: volver al
poder, ante el cual sacrificó sus diferencias internas, que las tienen y muchas
y que serán las que veremos ahora, que ya han comenzado a manifestarse, en
torno a la oposición de algunos –la juventud del MAS– al regreso de Evo
Morales.
En
la oposición las “ambiciones personales” y “grupales”, dicen, nos pueden
explicar su división; ciertamente es así, ambiciones personales impiden
alianzas y unidad y seguro la falta de esta última tuvo impacto en lo ocurrido
en Bolivia; sin embargo, por lo pronto, hay un hecho incontestable, que resiste
cualquier cálculo matemático acomodaticio o cualquier desestimación matemática
de ese resultado: Luis Arce ganó en primera vuelta con casi el 54% de los
votos, lo que significa que todos los demás, unidos, llegarían como máximo al
46%; a partir de allí, solo nos quedaría desechar esas cifras y especular:¿Qué
hubiera pasado si la oposición hubiera presentado un solo candidato? ¿El
“efecto demostración” de esa unidad hubiera bastado para sumarle votos a ese
candidato y quitárselos a Arce? Eso ya nunca lo sabremos, como dije, solo nos
queda especular. Creo que lo ocurrido en Bolivia no se explica simplemente por
“ambiciones personales” o “división opositora”, pensar eso puede ser una
simplificación del problema.
La
falta de unidad es algo adicional, no creo que sea la causa principal, hay que
sumarle el impacto de otros factores, porque si no, corremos el peligro de
quedarnos en el esquema –a superar– que la "inteligencia" está de
este lado, y del otro lado lo que hay es un pueblo ignorante, que le gusta estar
sometido, que añora las dictaduras, que quiere las cosas fáciles, que le den
todo, etc. Muchas veces ese hilo de razonamiento lleva a ese punto y no nos
permite profundizar en otras causas.
La
falta de unidad es la lección fácil que todos quisiéramos aprender de lo
ocurrido en Bolivia, pero puede ser la respuesta más simple y la excusa que
siempre tenemos para no profundizar en el tema. Mi punto de reflexión es que
puede ser una simplificación pensar siempre que las cosas nos pasan porque
vamos divididos, porque no nos unimos y eso nos impide encarar el verdadero
problema de fondo: Que no tenemos una propuesta política, económica, social que
pueda entusiasmar al pueblo y contrarrestar las propuestas populistas de los
sectores izquierdistas.
Creo
que lo correcto, por ejemplo en el caso boliviano, es: Arce tenía una propuesta
–cierta o no– que se ajustaba más a los intereses del pueblo, que recordaba su
éxito y el crecimiento de la economía cuando fue ministro de Economía y
Finanzas; ¿cuánto del éxito de Arce como ministro se debió a su gestión y no a
la coyuntura económica internacional?; pero eso no es lo que estaba en
discusión. Frente al recordado éxito –merecido o no– de Arce, estaba la pobre
gestión de un gobierno de transición que después de un año y de posponer varias
veces las elecciones, tenía poco que mostrar y tenía encima los efectos de una
pandemia que lo castigaron fuertemente.
Pero
la pregunta clave, la que nunca queremos responder y sobre la cual quiero
centrar mi reflexión y las lecciones de este proceso boliviano es: ¿cómo
explicar que los populistas, en este caso en Bolivia, saquen más del 50% de los
votos? ¿Cómo es que la oposición democrática –desde la izquierda, centro
izquierda, centro y derecha– y después de un año, no pudo producir en Bolivia
una propuesta alternativa al populismo, que entusiasmará a la gente?; más aún:
¿Será que el pueblo solo se moverá por rencor, en contra de, para protestar y
no en favor de una opción política? Hay que empezar a reflexionar sobre esto,
saliéndonos de los lugares comunes.
Para
aclarar más el punto, no descarto la división de la oposición como factor en
las derrotas políticas y electorales, solo lo descarto como el factor
determinante. Para mí lo determinante es
que en cualquier parte del mundo, en cualquier proceso electoral que pretenda
un cambio político, para salir de una dictadura o de un populismo de izquierda,
si del lado democrático no hay una propuesta económica y social alternativa
tendremos siempre un resultado similar. Ir divididos solo agrava el problema.
Construir esa propuesta es la tarea impostergable en Venezuela; una propuesta
que entre por la cabeza, pero que se aloje en el corazón del pueblo.
https://ismaelperezvigil.wordpress.com/
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