Crítica y Veneno
Difiero
en varios puntos con las propuestas políticas de varias de las personas que
mencionaré en este artículo, en el cual hago una pausa en el análisis político
para reflexionar sobre un tema, que también tiene su trasfondo político, pero
de manera indirecta
Con
respecto a Leopoldo López, aunque difiera en varias de sus propuestas
políticas, me alegra sobremanera que se haya fugado; sí, fugado, porque soy de
los que cree que los capitostes del régimen no son estúpidos como para haber
dejado libre a alguien tan carismático como Leopoldo López, que les puede hacer
tanto daño ante la opinión pública internacional, con solo relatar su
experiencia de siete años privado injustamente de libertad, tras un juicio totalmente
amañado.
Su
fuga y posterior viaje a Madrid, no creo que se merezca los comentarios y
diatribas que se levantaron en su contra en las redes sociales, tratándolo de
traidor, vendido, insinuando y dejando entrever sucias negociaciones, omitiendo
cualquier tipo de argumento, pero si emitiendo cientos de insultos y
descalificaciones. Por ejemplo, pienso en lo ruin y miserable que deben tener
el alma los que criticaron a Laureano Márquez por comentar favorablemente la
foto de Leopoldo con sus pequeños hijos. A mí también me conmovió mucho esa
foto de Leopoldo con sus hijos y esposa y aprovecho para decir –ahora en
serio–, algo que siempre dije en broma a mi esposa, hijos y amigos: que si
algún día –caso muy improbable, espero– a mí me metieran injustamente preso
como a Leopoldo López, yo quiero que me defienda Lilian Tintori.
No
logro entender la mezquindad y juicios que se hicieron, hoy contra Leopoldo,
pero ayer contra Henrique Capriles y Juan Guaidó y antes de ayer contra Julio
Borges, Ramos Allup y así sucesivamente, sobre tantos otros que han pasado por
esa “molienda de líderes” –la “liderofagia” de que habla Tulio Hernandez– en
que algunos han convertido a la oposición venezolana. En muchos casos ni
siquiera se argumenta sobre sus posiciones políticas, pues lo que se profiere
son meros insultos y descalificaciones.
De
esa debacle no han escapado, entre otros, Moisés Naim y Ricardo Hausmann
recientemente; uno por haber hecho comentarios negativos sobre Donald Trump y
el otro por defender a su hija y el derecho que tiene de decir que votará por
Biden. En realidad, ni siquiera hace falta decir que se apoya a Biden, basta
con que al hablar de las elecciones norteamericanas no se grite: ¡Viva Trump!,
o ¡Biden comunista!, para ser insultado. Las elecciones norteamericanas, en las
que nos hemos involucrado –como si fueran nuestras o no fuera para nosotros lo
mismo, en el fondo, cualquier resultado–, afortunadamente concluirán la semana
que viene y el pueblo estadounidense se verá finalmente librado de esa pava que
le cayó de tener que escoger entre el malo y el peor, sin pronunciarme sobre
quien es el malo y quien el peor, para ahorrarme insultos.
Pero
no es necesario ser político en Venezuela o candidato presidencial en los
Estados Unidos para caer bajo la ira de la “santa inquisición, savonaroliana,
indignada”, otros han caído por otras cosas; por ejemplo, la Conferencia
Episcopal Venezolana, o el Papa, blanco favorito de muchos, esta vez con su
reciente encíclica, Fratelli Tutti, que probablemente sus críticos ni siquiera
han leído las más de 80 páginas y se conforman con las interpretaciones erradas
de algún periodista norteamericano. Pronto caerá también en esa diatriba el
padre Luis Ugalde, que tuvo la osadía de comentar favorablemente al respecto en
su penúltimo artículo (Libertad y Fraternidad, El Nacional, 16 de octubre de
2016) al decir que a algunos “Les escandaliza que el Papa diga que “el mercado
no resuelve todo” y que “la libertad de mercado no basta”. Yo creía que este
principio defendido por los clásicos liberales era obvio.”, escribió el Padre
Ugalde.
Pero
si se libra de esa el Padre Ugalde, no se librará por lo que dijo en su último
artículo (Capitulación Revolucionaria, 30/10/2020) que circula en las redes
sociales desde ayer, en el cual afirma: “Empecemos el cambio lo más
civilizadamente posible negociando los otros pasos para la transición, e
iniciar el nuevo año poniendo los cimientos para la reconstrucción, incluyendo
a toda la sociedad, excepto los que se excluyen aferrados a su conducta
delincuencial... Fueron y son legítimas las aspiraciones de la población que
hace 22 años dieron el triunfo a Chávez.” ¡Qué horror!, ¡Hablar de negociación
y legítimas aspiraciones de quienes votaron por Chávez!, ¡Como se ve que este
es un jesuita comunista, compinche de Francisco!... En realidad, el Padre
Ugalde se libra porque su artículo tiene dos páginas y muchos de los “críticos”
no alcanzan a leer o reflexionar más allá de 280 caracteres. También se libra
Bernardo Klisberg, por el momento, quien en su artículo de esta semana (La
pregunta de Francisco, El Universal, 28/10/2020) se atreve a comentar
favorablemente la encíclica, concluir con una frase de la misma e invitarnos a
pensar al respecto.
Pero
lo que hasta ahora he referido, y que pudiera seguir hasta el infinito, no es
más que un síntoma. Lo grave, lo que quiero destacar, lo que es el centro de mi
reflexión de esta semana, es que todo esto no es más que la confirmación de que
Hugo Chávez Frías triunfó.
No
solo nos derrotó políticamente en varios procesos electorales y políticos, no
solo nos destruyó el país y lo llevó a la más ignominiosa miseria, no; lo más
grave es que logró inocularnos su veneno de odio, rencor y resentimiento, que
hoy circula libremente por nuestras venas, se nos mete hasta los tuétanos de
los huesos y nos empapa el alma. Toda esa frustración que sentimos, toda esa
rabia que reflejamos, todo el veneno que llevamos por dentro y que volcamos en
Twitter y WhatsApp no hace ni mella en los “prohombres” de este oprobioso
régimen, no los toca, pero se ha vuelto contra nosotros mismos, contra nuestros
líderes, buenos, malos o mejores, contra nuestros partidos políticos, víctimas
también del régimen, a los que algunos critican inmisericordemente, de los que
hacemos burla y chistes fáciles, de humorismo barato y ramplón. No se trata de
limitar la crítica, mucho menos suprimirla, se trata de que no se haga sin
argumentar, ni dar razones y la oportunidad de que los criticados se defiendan,
dándoles el beneficio de la duda.
Será
mucho más difícil librarnos de ese veneno que reconstruir el país, cuando
hayamos salido de este oprobioso régimen. Se trata entonces de meditar y
reflexionar acerca de que nos han llenado de odio, de amargura, de rabia…de miedo,
que como bien dice una buena amiga, y con esto concluyo: “El veneno que los
venezolanos llevamos por dentro es muy poderoso. Nos nubla la vista, nos
carcome, nos impide pensar como adultos educados y racionales… ¡Qué difícil es
pensar derecho con este veneno adentro!”
https://ismaelperezvigil.wordpress.com/
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