Por Saúl Jiménez Beiza
En Venezuela venimos
desde hace muchos años en una situación de crisis que ha estado conllevando a
que muchas familias y personas lleguen al límite de la sobrevivencia. Desde los
años 80 empieza el declive de la economía venezolana. Podemos señalar como fecha
recordatoria el 18 de febrero de 1983, cuando el presidente Luis Herrera
Campíns decretó la devaluación de la moneda en un 30%, control de cambio y
eliminación de la fuga de dólares.
Desde esos momentos la
economía venezolana se ha venido a menos en forma progresiva y permanente,
dando como resultado que las familias cada día sienten una situación más
difícil. Venezuela se sustentaba con base en el trabajo productivo de diversas
empresas de gran magnitud, como las empresas básicas de Guayana, con Sidor a
la cabeza y la industria petrolera con su producción de más de dos millones de
barriles diarios. Una generadora eléctrica como Guri funcionando muy bien. Eso
permitió el desarrollo de empresas de gran magnitud como las automotrices,
caucheras o eléctricas, que generaban una gran cantidad de empleos directos e
indirectos y se traducían en calidad de vida para los venezolanos.
El año 1998 se inicia
con un proceso electoral en mente de acuerdo a la Constitución. Surgen diversas
candidaturas, entre ellas la del militar Hugo Chávez Frías, con un discurso de
redención y reivindicaciones hacia los más pobres, ofreciendo la felicidad
plena, libertades, inclusión, reconocimiento a los derechos indígenas con el
cuento de los pueblos originarios y desplazados de todos sus territorios. Es
decir, cada sector, desde los marginados hasta la clase empresarial, tendrían
garantizados todos sus derechos.
Así, llegamos al año
1999 con un nuevo gobierno llamando a una Constituyente para la elaboración de
una Constitución moderna, actualizada y donde se reflejara lo que somos los
venezolanos. En ese momento Venezuela estaba produciendo 3.300.000 barriles de
petróleo para la exportación, contando, además, con inversiones en el exterior;
con una reserva monetaria importante, con todas las industrias
trabajando full, lo que permitía tener un desempleo que rondaba el
10% con una pobreza extrema del 10.8 y una pobreza del 28%.
Desde el año 1999 hasta
el año 2014 se dio el pico más alto del precio del petróleo, fue
progresivamente aumentando hasta llegar a más de 100 dólares el barril. Pero,
igualmente, el gobierno no tomó las previsiones del caso, además de la medida
absurda de despedir a más de 22 mil trabajadores petroleros, lo que conllevó a
una industria tan importante a decaer en su producción. En la misma medida en
que aumentaba el precio internacional, en esa misma medida descendía la
producción nacional. Esa situación, a la par de la galopante corrupción en las
industrias básicas de Venezuela y en la administración central, nos llevaron a
la bancarrota económica que estamos viviendo.
La irresponsabilidad,
corrupción, centralización, fueron generando una crisis institucional,
económica, política y, por supuesto, social. Esto llevó a que pasáramos de 28%
de pobreza —con una pobreza extrema del 10% cuando empezó el gobierno de
Chávez— a una pobreza de 94%. La pobreza extrema subió al 67% y la tasa de
desempleo al 56% a inicios del 2020, afectando mayormente a la población
masculina.
Eso significa que
dejamos de ser el país productor para pasar a un país en crisis que conlleva la
necesidad de que organizaciones de la sociedad civil que trabajan en programas
de desarrollo social y económico busquen implementar programas sociales en el
área de alimentación.
Somos los venezolanos
los llamados a ponerle remedio a toda esta situación y como un solo bloque
replantearnos el país que queremos y cómo lo podemos empezar a construir, desde
aquí y desde ahora, impulsando con ese trabajo la salida de los gobiernos
corruptos e implementando gobiernos abiertos, transparentes, en los diversos
niveles, donde se vaya inculcando ciudadanía para que todos ejerzamos nuestros
derechos y deberes.
Saúl Jiménez es
presidente de la asociación civil Casa del Nuevo Pueblo-Carabobo/CESAP.
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